Por Clara Gagliano, editora CORPENS
En un país donde la literatura suele mirarse en el espejo de Borges o Cortázar, Claudia Piñeiro ha construido su propia voz: una que escarba en las contradicciones de la clase media, los secretos familiares y las hipocresías sociales con la precisión de una cirujana. Novelista, dramaturga y guionista, Piñeiro no solo es una de las escritoras más leídas de Argentina, sino también una lúcida intérprete de las tensiones morales de nuestro tiempo.
La detective de lo cotidiano
Aunque su nombre suele asociarse al género policial, Piñeiro lo desborda. En novelas como Las viudas de los jueves (2005) o Elena sabe (2006), el crimen es solo la puerta de entrada para explorar temas más urgentes: la culpa, la maternidad no idealizada, la enfermedad y la violencia de género. Su prosa —directa pero cargada de simbolismo— convierte a sus personajes en espejos rotos donde el lector se reconoce, incluso si le duele.
Una mirada feminista sin panfletos
Piñeiro no escribe sobre mujeres: escribe desde las mujeres. Sin discursos grandilocuentes, sus obras exponen cómo el peso de los mandatos sociales aplasta a sus protagonistas. Elena sabe, por ejemplo, narra con crudeza y ternura la lucha de una mujer con párkinson que busca la verdad sobre su hija muerta. La novela, adaptada al cine en 2024, se ha convertido en un emblema de la literatura que interpela sin concesiones.
El teatro, la TV y la democratización de la literatura
Su talento trasciende formatos: desde obras de teatro como Un mismo árbol verde hasta guiones para series como El marginal, Piñeiro democratiza el acceso a historias complejas sin sacrificar profundidad. Además, su activismo en el colectivo Ni Una Menos y su columna en Revista Anfibia muestran a una intelectual comprometida, que piensa la Argentina desde sus fracturas.
Entre el best-seller y la crítica social
En un mercado literario que suele separar la «alta cultura» de los éxitos comerciales, Piñeiro borra ese límite. Sus libros venden miles, pero también se estudian en universidades. Autores jóvenes como Selva Almada o Mariana Enríquez reconocen su influencia, y su capacidad para mezclar suspense con denuncia social ha inspirado a una nueva generación.
La justiciera de las palabras
Claudia Piñeiro no escribe para halagar: escribe para sacudir. En un país acostumbrado a los relatos heroicos, ella prefiere las sombras de lo doméstico, los crímenes íntimos y las rebeliones silenciosas. Su contribución a la literatura argentina es, justamente, recordarnos que las grandes historias no siempre están en los épicos, sino en esas grietas donde la sociedad prefiere no mirar.