Editorial
Hoy se conmemoran 109 años del inicio del genocidio armenio, un crimen que entre 1915 y 1923 exterminó a un millón y medio de personas y desplazó a cientos de miles más. Pero más allá de las cifras, lo que perdura es la lucha por el reconocimiento de esa verdad negada, una lucha que ha encontrado en el arte y la literatura sus herramientas más poderosas.
El silencio impuesto y el grito del arte
El genocidio armenio fue el primer exterminio masivo del siglo XX, un ensayo de la barbarie que luego se repetiría en el Holocausto y otros crímenes contra la humanidad. Sin embargo, durante décadas, el negacionismo turco y la indiferencia internacional intentaron borrarlo de la historia. Frente a ese silencio, la literatura y el arte se convirtieron en trincheras de memoria.
La literatura: entre el duelo y la resistencia
Autores como William Saroyan («El nombre es Armenio«) y Franz Werfel («Los cuarenta días del Musa Dagh») fueron pioneros en llevar la tragedia al mundo. Pero fue la voz de los descendientes la que profundizó en el trauma:
Atom Egoyan (cineasta) exploró la herencia del dolor en «Ararat».
Aline Ohanesian («Orhan’s Inheritance«) noveló la negación turca.
Hrant Dink, el periodista armenio asesinado en Estambul, convirtió su pluma en un arma contra el olvido.
En español, «El libro negro» (compilado por Pascual y Anita Cohan) recoge testimonios escalofriantes, mientras que la poesía de Silvia Barei y María Kodama rescata el luto desde la diáspora.
El arte: Pintar lo innombrable
Los cuadros de Arshile Gorky (sobreviviente que influenció el expresionismo abstracto) gotean melancolía armenia. Las fotografías de Ara Güler documentan la Armenia fantasma, y el colectivo «Armenian Genocide Museum-Institute» preserva objetos cotidianos que se volvieron reliquias del horror.
En el cine, «The Cut» (Fatih Akın) y «1915» (Garín Hovannisian) confrontan al espectador con la crudeza del exterminio, mientras que el cómic «Medz Yeghern» (Joe Sacco) retrata el genocidio con trazos desgarradores.
Por qué recordar hoy
En un mundo donde aún se niegan genocidios (desde Palestina hasta Uiguristán), el arte armenio nos enseña que la memoria no es solo pasado, es justicia pendiente. Como escribió la poeta armenia Sylva Kaputikyan: «No olvides, no perdones, no te rindas».
Hoy, al evocar el 24 de abril de 1915, no basta con encender velas: hay que leer los libros, ver las películas y difundir las obras que los negacionistas quisieran erradicar. Porque, como dijo Hrant Dink: «La verdad es como el sol. Puedes ocultarla tras las nubes un tiempo, pero tarde o temprano sale».