En este momento estás viendo Conclave y la profecía cinematográfica: Cuando el arte anticipa la realidad

Conclave y la profecía cinematográfica: Cuando el arte anticipa la realidad

La reciente muerte del Papa Francisco ha sacudido al mundo, no solo por su impacto religioso y político, sino porque, en medio del desconcierto, una película parece haber previsto este momento con inquietante precisión: Conclave (2023), el thriller dirigido por Edward Berger y basado en la novela de Robert Harris. La cinta, que retrata las maquinaciones tras bambalinas de un cónclave papal, hoy adquiere una vigencia escalofriante. ¿Cómo es posible que el arte, una vez más, refleje la realidad antes de que esta ocurra?

El poder de la ficción para leer el presente
Conclave no es una película sobre profecías, sino sobre los juegos de poder en la Santa Sede, donde las ambiciones humanas chocan con la fe, la tradición y la geopolítica. El filme muestra cardenales divididos entre reformistas y conservadores, intrigas diplomáticas e incluso el peso de los escándalos de la Iglesia. Todo esto, que parecía ficción hace un año, hoy es un espejo nítido de lo que podría suceder en el Vaticano tras la muerte de Francisco.

El arte no necesita ser adivino para capturar verdades profundas. Como en El Quijote o 1984, las grandes obras extraen de su época los conflictos latentes y los llevan a un terreno universal. Conclave no predijo la muerte del Papa, pero sí entendió las tensiones que su pontificado dejó en herencia: la lucha entre la apertura y el tradicionalismo, el rol de la Iglesia en un mundo polarizado y la sombra de los pecados no resueltos.

El papa Francisco y el guion no escrito
Francisco fue un pontífice disruptivo: abogó por los pobres, criticó el capitalismo salvaje y desafió a la curia más conservadora. Su muerte no solo desata duelos, sino una batalla por su legado. Conclave anticipa este conflicto: en la película, como en la realidad, ningún cardenal llega al trono de Pedro sin negociaciones ocultas, presiones externas y cálculos fríos. ¿Veremos pronto un cónclave tan dividido como el del filme? La historia sugiere que sí.

El arte como termómetro de la sociedad
Este fenómeno no es nuevo. Desde Network (1976), que anticipó el sensacionalismo televisivo, hasta Contagion (2011), que casi profetizó la pandemia, el cine y la literatura a menudo actúan como termómetros de los miedos y contradicciones de una era. Conclave hace lo mismo: no habla solo de la Iglesia, sino del poder en general, de cómo se toman las decisiones en los lugares más opacos, y de qué tan frágiles son las instituciones frente a los intereses humanos.

Hoy, mientras el Vaticano se prepara para un histórico cónclave, Conclave se convierte en un manual no oficial de lo que podría venir. Y eso nos recuerda que el arte, cuando es honesto, no solo entretiene: nos obliga a mirar lo que preferiríamos ignorar.

En tiempos de incertidumbre, quizá deberíamos prestar más atención a lo que los artistas nos han estado diciendo. Porque, como escribió García Márquez: «La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla». Y a veces, la ficción la cuenta antes que los periódicos.

Deja una respuesta