En el mundo editorial, pocas figuras han dejado una huella tan profunda como Juan Forn (1959-2021). Fue un editor excepcional, un escritor sutil y un agitador cultural que transformó la manera de leer en Argentina. Su trabajo al frente del sello Emecé y su columna *“Página/12”* lo convirtieron en un faro para generaciones de escritores y lectores.

Forn tenía un olfato infalible para descubrir talentos y rescatar voces olvidadas. Fue él quien publicó a autores como Alan Pauls, Sergio Chejfec y Rodolfo Fogwill, dándoles un espacio en el canon literario. Pero su mérito no fue solo elegir bien, sino leer con pasión y contagiar esa pasión a los demás. Sus contratapas en *Página/12* eran pequeñas obras maestras: mezclaban anécdotas literarias, historias secretas y reflexiones afiladas, siempre con una prosa elegante y cercana.

Como escritor, Forn demostró que la erudición no tiene por qué ser solemne. Sus libros —como Nadar de noche (1991) o Los viernes en Enrico’s (2014)— combinan el ensayo, la crónica y la autobiografía con una naturalidad deslumbrante. Era un narrador que sabía que las mejores historias están hechas de detalles aparentemente menores.

Su muerte en 2021 dejó un vacío en la cultura argentina, pero su legado sigue vivo. Porque Forn no solo editó libros: editó lectores, enseñándoles que la literatura no es un museo, sino un territorio vivo, lleno de sorpresas. Hoy, cada vez que alguien descubre un autor gracias a una de sus recomendaciones, su voz vuelve a resonar. Como él mismo diría: «La buena literatura es la que nos elige, no al revés».

Juan Forn fue, ante todo, un hombre que amaba los libros. Y ese amor, generoso y contagioso, es su obra más perdurable.