Por Clara Gagliano. Editora Corprens.
Cuando siento que la batalla cultural está definitiva e irremediablemente perdida, que el discurso del sálvese quien pueda, del individualismo extremo, del mirar para otro lado ha ganado la pulseada. Cuando creo que el tejido social está rasgado y no hay vuelta atrás, surgen espacios como La Brillante, para demostrarme que ninguna batalla está perdida, mientras nos atrevamos a imaginar, soñar, alucinar, crear y construir otros presentes (y otros futuros), a fuerza de tesón, voluntad, colectivismo y cooperativismo. Como aquellas vecinas y vecinos de Villa Silvina, Salsipuedes —actrices, carpinteros, filósofas, ambientalistas, artistas— que vieron en un edificio abandonado (antigua colonia del Sindicato del Calzado) no solo ruinas, sino un futuro posible. Con el apoyo del municipio, obtuvieron el comodato y se lanzaron a la tarea: recibieron donaciones, levantaron paredes, restauraron techos y convirtieron la planta alta en un refugio para el arte, la formación y el encuentro. Mientras el mundo insiste en condenarnos al aislamiento, La Brillante se erige como faro, como ejercicio contracultural y recordatorio de que nadie se salva en soledad. La salida es siempre colectiva. Dice Liliana Bodoc que amasar un pan y escribir un cuento son cosas muy parecidas. Que repartir un pan entre todos y leer un cuento en voz alta son las más antiguas costumbres del amor. Yo creo que, como quien amasa un pan, ustedes han amasado La Brillante. Mezclaron sus talentos, sus capacidades, sus ganas, su voluntad. Luego rasquetearon, limpiaron, pintaron. Tiraron abajo paredes. Restauraron. Decoraron. Es decir, amasaron. Y amasaron un poco más. Dejaron leudar y después hornearon, hasta convertir lo que era un espacio deshabitado y en ruinas en un refugio para animales y plantas, para artistas, vecinos y vecinas. Qué hermoso el pan que han amasado: un espacio de encuentro y creación. Para que cuando creamos que el mandato neoliberal del individualismo ha triunfado y la desesperanza esté a punto de ganarnos la partida, sepamos que existen lugares como La Brillante, y ya no nos sintamos en soledad. Que el pan se reparta y se multiplique. Que los fuegos de La Brillante entibien la vida de su comunidad. Que se cuenten historias para que recordemos esas formas antiguas, y nunca —jamás— olvidadas —ni vencidas—, primitivas formas del amor. Guillermina Gavazza, del trío En Obra, lo resumió al actuar en la apertura: «Es increíble lo que se puede hacer de la ruina».
En palabras del increíble, valiente y hermoso colectivo humano detrás de La Brillante: «Es infinita esta belleza abandonada».
Bienvenida sea La Brillante: que su nombre sea profecía y su impacto, duradero. ¡Que brille!