La literatura española del siglo XX estuvo marcada por grandes figuras, entre ellas Federico García Lorca y Rafael Alberti, dos poetas fundamentales de la Generación del 27. Aunque compartían amistades, ideales y un profundo amor por la poesía, su relación estuvo teñida de tensiones y rivalidades que han sido objeto de análisis y especulación por parte de estudiosos y admiradores de su obra.
Federico García Lorca (1898-1936) y Rafael Alberti (1902-1999) se conocieron en la Residencia de Estudiantes de Madrid, un espacio cultural que reunía a jóvenes talentos de la época. Ambos formaban parte de la Generación del 27, un grupo de poetas que renovó la literatura española fusionando tradición y vanguardia. Sin embargo, a pesar de su cercanía inicial, su relación se fue complicando con el tiempo.
Uno de los puntos de fricción entre ambos fue su enfoque hacia la poesía y el arte. García Lorca, con su estilo profundamente lírico y arraigado en las tradiciones populares andaluzas, representaba una sensibilidad más intuitiva y emocional. Alberti, por su parte, tendía hacia un enfoque más intelectual y vanguardista, influenciado por movimientos como el surrealismo. Estas diferencias estéticas, aunque enriquecedoras en el plano literario, generaron cierta rivalidad entre ellos.
Además, la personalidad de ambos jugó un papel importante en su distanciamiento. García Lorca era carismático, extrovertido y tenía una capacidad innata para atraer a las personas, lo que lo convertía en una figura central en los círculos literarios y artísticos. Alberti, aunque también talentoso y reconocido, podía ser más reservado y competitivo. Algunos testimonios de la época sugieren que Alberti sentía cierta envidia hacia el éxito y la popularidad de Lorca.
La política también fue un factor que influyó en su relación. Ambos poetas simpatizaban con las causas de izquierda y se oponían al fascismo, pero sus posturas no siempre coincidían. Alberti, quien se afilió al Partido Comunista, adoptó un compromiso político más activo y militante, mientras que Lorca, aunque comprometido con las causas sociales, mantenía una postura más independiente y centrada en su arte. Estas diferencias se acentuaron durante los turbulentos años previos a la Guerra Civil española.
El asesinato de García Lorca en 1936, al inicio de la guerra, truncó cualquier posibilidad de reconciliación. Alberti, quien se exilió tras la victoria franquista, siempre recordó a Lorca con admiración y respeto, pero también con cierta melancolía por lo que pudo haber sido su amistad. En sus memorias, Alberti escribió sobre Lorca con cariño, aunque no ocultó las tensiones que existieron entre ellos.
La enemistad entre García Lorca y Rafael Alberti es un capítulo fascinante en la historia de la literatura española. Aunque compitieron y se distanciaron, ambos dejaron un legado inmenso que sigue inspirando a generaciones de lectores y escritores. Su rivalidad, más que empañar su obra, la enriquece, recordándonos que incluso los grandes genios son humanos, con pasiones, defectos y contradicciones. Hoy, sus versos siguen dialogando entre sí, demostrando que, más allá de las diferencias, ambos compartían un mismo amor por la palabra y un compromiso inquebrantable con el arte.