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Sobre los dos últimos libros de Leopoldo “Teuco” Castilla

Por Aldo Parfeniuk

 

Como si fuese un Arquímedes de la poesía Teuco Castilla podría decir : “Dénme una palabra y les  moveré el Universo”.

Leerlo es una aventura que conjuga placer estético y un contínuo aprendizaje y ejemplo de sensibilidad lingüística.  En cualesquier simple vocablo el poeta encuentra una palanca: la llave invisible que le permite abrir las puertas de causas y realidades “otras” que finalmente constituyen el quid de las cosas, su verdadero  ser. Por ello puede decirse también que como todo gran poeta es un inspirado gnoseologo.

En su Salta natal (aunque no exclusivamente) a quien ostenta tal condición poiética, de augur nominador, se lo llama “nombrador.”

El hecho es que Castilla sigue ensanchando y profundizando una obra que pareciera no tocar fondo: “las coplas de los misterios” y “los tres espejos”, títulos publicados este año por ediciones nudista, dan testimonio de ello. 

 

 

No está de más recordar que a estos dos libros, aparecidos en medio de un sinnúmero de actividades de lucha intelectual, política y ambientalista que generó y protagoniza diariamente Teuco Castilla, los preceden alrededor de treinta títulos, publicados a lo largo de una extensa y calificada trayectoria reconocida y premiada en nuestro país y el extranjero.

 

De cualquier manera, siempre el objetivo primero y último de Teuco Castilla fue y es la Poesía, así, con mayúscula.

En la Argentina de hoy no son muchos los poetas que siguen sosteniendo y ampliando sin distracciones, como él, una voz total y excluyente. Voz de poeta  de tiempo completo, cada vez más raro, más difícil de encontrar.  Vida totalmente consagrada al quehacer con la palabra, con  entrega absoluta; que no conoce (ni admite) distracciones o infidelidades. Castilla es de esos artistas que crean con todo su ser: alma, inteligencia, sentidos, energías… Creadores de días y noches sin tregua, en las que hasta soñando trabajan en sus obras; las cuales, para ser debidamente recibidas y ponderadas en todo su alcance y riqueza–receptadas, degustadas, disfrutadas, etc….- demandan esos mismos niveles de entrega y aptitudes por parte  de sus destinatarios. Se trata de un “modelo” de artista, de creador, quizás irrepetible, propio de otra época.  Quién sabe si seguirán dándose estos modelos, en épocas de artificiosidad y artificialidad dominantes y en crecimiento; y de una disponibilidad de tiempo fragmentada, veloz y surfeante.

 

También ocurre que leyéndolo a Castilla, en ocasiones uno piensa que tal sensibilidad expresiva para lograr dar con la cara oculta de las cosas, se da más allá de su propia voluntad, que se trata de algo que se le impone. Que en realidad es él, en tanto poeta, quien está siendo “usado” por el lenguaje. Y que más bien de lo que se trata, es de la imposición de la voluntad y capricho de las palabras mismas, insistiendo en encarnarse; y recordarse (como en remotos orígenes míticos, chamánicos, mágicos…) en tanto instrumento excluyente de conocimiento, de gnosis. En todo lo cual muchas veces poco tiene que ver la razón. La metáfora, la imagen, vuelve así a ser metafísica: verdad primera.

 

De entre las coplas en contrapunto  de su libro “las coplas de los misterios” a lo anteriormente dicho quizás lo ilustren estas dos cuartetas que citamos, tituladas “La muerte”,: “Si es hechura del vacío/ cual es el poder que tiene/ de no ser, y sin embargo,/ quitarnos el ser la muerte. // “Es furia sin animal,/ veneno sin la serpiente:/ la muerte, de rencorosa/ mata, para conocerse” –p.39-  

 

En el otro libro publicado (“los tres espejos”) con poemas sobre obras de los pintores Gabriela Aberastury y Mariano Cornejo) Castilla aparece dándole voz, haciendo hablar a 13 cuadros de cada uno de los plásticos.

 

Por dar un ejemplo, en la página 111 dirá sobre la pintura “El jinete oscuro” de Cornejo: “Rumbo al final/ cabal/ el jinete oscuro.// A cada paso/ lo va apagando el camino,/ y cuando más avanza/ más atrás queda el destino.// En el animal va la luz/ y en el hombre va el olvido.// Cuando cruce el portal/ una larga deshora/ suplantará a los siglos.// Para entonces se habrá apagado el sol, // Y en otra noche,/ solo,/ morirá, de viejo, el tiempo./ Sin haber nacido”.

 

Bienvenidos estos dos nuevos libros de un poeta imprescindible de nuestra lengua.                                      

 

 

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