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30 años sin Roberto «Polaco» Goyeneche, una de las voces emblemáticas del tango argentino

Roberto «El Polaco» Goyeneche es, sin duda, una de las figuras más icónicas y queridas en la historia del tango argentino. Nacido en 1926 en el barrio de Saavedra, Buenos Aires, Goyeneche se convirtió en un emblema del género por su inconfundible estilo de interpretación y su capacidad para transmitir la esencia más profunda del tango. A través de su particular forma de frasear y su voz cargada de melancolía, «El polaco» marcó una era en la música argentina, dejando un legado que trasciende generaciones.

Roberto Goyeneche es reconocido por su forma única de interpretar el tango. Su característica más notable fue su fraseo, una técnica que consistía en adelantar o retrasar las palabras en relación con la melodía para resaltar la emotividad y profundidad del texto. Esta forma de cantar, que rompía con la métrica estricta, le permitió darles vida propia a las letras y convertirse en un narrador de historias, no solo en un cantante.

Su voz, áspera y quebrada por momentos, transmitía la angustia y la nostalgia que son inherentes al tango. Goyeneche lograba hacer vibrar a su audiencia con la autenticidad de sus interpretaciones, haciéndolas sentir como si vivieran en carne propia las historias de los tangos que cantaba. Esto lo posicionó como un referente ineludible en la historia del género, capaz de convertir cada canción en una obra de arte emocional.

La carrera de Roberto Goyeneche estuvo marcada por su colaboración con algunos de los más grandes músicos y compositores de la historia del tango. Su nombre está ligado a orquestas legendarias como la de Aníbal Troilo y la de Horacio Salgán. Fue con «Pichuco» Troilo que «El Polaco» comenzó a forjar su fama en los años 50, y juntos interpretaron tangos que se convirtieron en clásicos inmortales, como “Sur” y “La última cura”.

Goyeneche también fue una figura clave en la transición del tango tradicional al tango de vanguardia. Su trabajo con Astor Piazzolla en la década de 1960 demostró que el tango podía evolucionar sin perder su esencia. Con Piazzolla grabó piezas como “Balada para un loco” y “Chiquilín de Bachín”, fusionando la tradición del tango con la innovación y el modernismo.

Además de su colaboración con grandes maestros, Goyeneche fue un puente entre distintas épocas del tango, abarcando desde los años dorados del género hasta su resurgimiento en los años 80. Gracias a su estilo, logró acercar el tango a nuevas generaciones y revitalizar un género que en momentos había sido relegado.

Roberto Goyeneche no solo dejó una extensa discografía, sino también un legado cultural que sigue vivo en el tango y en la música popular argentina. Su influencia se percibe en la forma en que las nuevas generaciones de cantantes de tango abordan el género, manteniendo la esencia del fraseo y la interpretación emocional que él popularizó.

En Buenos Aires y en muchas otras ciudades del mundo donde el tango sigue siendo una pasión, la figura de Goyeneche es reverenciada como la de un ícono que supo capturar el espíritu porteño. “El polaco” se convirtió en una voz inconfundible, que, incluso después de su muerte en 1994, continúa resonando en cada milonga y en cada rincón donde el tango encuentra su espacio.

El legado de Goyeneche trasciende la música; representa un símbolo de autenticidad, dedicación y pasión por el arte. Su figura se ha inmortalizado no solo en grabaciones, sino también en la memoria colectiva de la cultura argentina, donde es recordado como un maestro que supo elevar el tango a su máxima expresión.

 

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