Por Oscar Edelstein*
(Músico argentino radicado en Estados Unidos
Experto en Arte Contemporáneo)
Al grupo de muchachos que frecuentábamos a Juan L. Ortiz en Paraná (Entre Ríos) él solía decirnos que en las época más difíciles del país, del mundo, lo mejor para los que nos preparábamos para ser artistas, era leer a Maurice Maeterlinck. Los libros del belga que escribía en francés no estaban en sus versiones originales en las librerías de la ciudad, pero por suerte para mi, Juan los tenía a casi todos. La vida de las abejas y La araña de vidrio fueron, junto a un disco alemán de Stockhausen, los primeros regalos que me hizo Juan L. Así fue como el rebautizado en París como «Shakespeare de Francia», dejó su marca de fuego en mi memoria. Un tiempo después pude deducir que Juan Perón se inspiró en esos dos libros para escribir la comunidad organizada. Se sabe que Juan L. nunca fue peronista pero creo que su humanismo hipersensible, radical, debe haber nacido con la fuerza de un maremoto allá, por el 22 de junio de 1941, en primavera, mientras se producía la sorpresiva invasión del Tercer Reich sobre el territorio soviético, que fue conocida como «Operación Barbarroja». Esas sanguinarias batallas que encontraron a un Ejército Rojo desconcertado, representan el rompimiento de manera unilateral por parte de Alemania, del famoso pacto «Molotov-Ribbentrop», con el que trascendió el acuerdo de paz celebrado en 1939 entre Adolf Hitler y Josep Stalin.
Juan L. escribió poco después:
22 de Junio
(Para los poetas de la rosa y de la mariposa)
Ellos también, poetas, defienden nuestros sueños.
No es acaso la poesía visión en que esta fiebre de formas que es la vida
ilumina de pronto las todavía trémulas y tiernas figuras por nacer?
Pensáis que una lívida muerte de hierro sobre el sueño
os podrá permitir decir la rosa, decir el vuelo de la mariposa?
Por estas también se dice el amor a los otros,
y la muerte lívida estará atenta, no olvidéis que estará atenta,
y que siempre ha estado atenta a las más frágiles palabras del amor
para romperlas algunas veces sobre los mismos delicados labios que apenas las murmuran.
Ya sabéis que hubo hogueras, ya sabéis que hubo hierros,
para los que sólo fueron una débil brisa entre las cañas
o un tenue hilo de flauta casi perdido en sí mismo.
Es que la brisa y la flauta suspiraban por un mundo que se creía perdido
o llamaban en la noche a un alba que se pensaba descendería de las estrellas.
La poesía fue nostalgia, amigos,
de la comunión que ahora sabemos cómo florecerá.
A pesar de ella misma fue nostalgia.
Por eso el hierro lívido quiso encerrar la brisa
y el estúpido fuego hacer cenizas de la más delgada agua de la melodía…
La poesía fue un sueño desgarrado también.
Fue una “entrada desgarrada”, verdad Tchou-Chou-Tchenn?,
porque no había quien hablara por los que se curvaban entre los arrozales y los trigos
mientras ella sufría la herida de la primavera.
Pero el sueño se iluminó y se extravió en finísimos laberintos.
Hölderlin y Jean Paul y Novalis y Tieck,
hasta la voz del “cielo y del infierno” y hasta la voz del éter
y hasta la voz de “Las iluminaciones”.
Blake, Shelley y Rimbaud supieron que no estaban solos, y vieron, mis amigos, ellos vieron.
Y unos cantaron lo que vieron y otros gritaron lo que vieron
cargados casi por el resplandor de una estrella que ahora nacía de la tierra…
Los poetas no estaban solos.
Mis amigos, ellos vieron. Brazos sobre los que perlaba la transpiración de la sangre
y empezaban a arrojar en medio del medio del dolor y del suplicio las semillas del sueño-
Y el sueño fue como un viento que madurara en las ciudades, en las aldeas y en los campos.
Y sobre la primavera del sueño se abatió la tempestad del hierro lívido del 22 de Junio.
Y los brazos que sostenían el sueño le hicieron un blindaje de muerte contra la tempestad.
Y la estrella de cinco puntas fue un ubicuo terror para el terror gamado…
He ahí nuestro sueño hecho una rosa de muerte para defenderse de la muerte.
He ahí la estrella hecha un relámpago fatal para defender la dulzura de la tierra
en la gracia de la harina, en la gracia del aceite, en la gracia de la sal y en la gracia del vino
para la gracia recién libre de vuestro canto, oh poetas de la rosa y de la mariposa.
Ellos también, poetas, defienden nuestros sueños entre las ráfagas lívidas de la muerte.
La rosa y la mariposa son de acero
para que mañana, en la primavera,
podamos decir, como el hermano Pasternak, la extrañeza del álamo en la calle…
La rosa y la mariposa son de muerte para los poderes de la muerte abatidos sobre el sueño!
Juan L. Ortiz
Desde siempre, cada vez que un hierro aplasta a las «mariposas» pienso lo mismo, siento lo mismo, hago lo mismo. Supongo que mis compañeros de entonces, y los de ahora, cuando ven la muerte, la extorsión, el hambre, la injusticia, vuelven a leer a Juan L, y a Maurice Maeterlinck.
* Nota de el editor: El músico argentino Oscar Edelstein, autor de la presente nota es un gran estudioso del arte contemporáneo. Lleva el Eco arte en la sangre. Nació en la ciudad de La Paz, provincia de Entre Ríos, el 12 de junio de 1953. Es un compositor conocido por su creatividad e inventiva, con frecuencia se le describe como líder de la vanguardia latinoamericana. También es pianista, director de orquesta e investigador.
Extraordinario poema de Juanele con los comentarios tan originales de un compositor brillante como Oscar Edelstein, dos entrerrianos que dan mucho orgullo.
Gracias por publicarlo.