La tragedia del RMS Titanic, el transatlántico que se hundió en la madrugada del 15 de abril de 1912 tras chocar con un iceberg, ha trascendido su dimensión histórica para convertirse en un símbolo cultural. Tanto el cine como la literatura han explorado este desastre, no solo como un evento náutico, sino como una metáfora de la fragilidad humana, la arrogancia tecnológica y las divisiones sociales.
La literatura: Crónicas, novelas y alegorías
Desde los primeros testimonios de sobrevivientes, como La pérdida del SS Titanic (1912) de Lawrence Beesley, hasta obras de ficción como Futility, or the Wreck of the Titan (1898) de Morgan Robertson —que, de manera escalofriante, pareció predecir el hundimiento—, la literatura ha abordado el naufragio desde múltiples ángulos. Autores como Beryl Bainbridge (Every Man for Himself, 1996) y Álvaro Enrigue (Muerte súbita, 2013) han utilizado el Titanic como escenario para explorar temas como el destino, la moralidad y las jerarquías de clase.
Uno de los aspectos más recurrentes en estas obras es la crítica a la desigualdad: la distribución de los botes salvavidas, que privilegió a los pasajeros de primera clase, reflejó las injusticias de la época y sigue siendo un recordatorio de cómo las catástrofes afectan de manera desigual a ricos y pobres.
El cine: Entre el drama romántico y la épica histórica
El cine ha llevado la tragedia a audiencias masivas, desde el primer filme sobre el tema, Saved from the Titanic (1912), protagonizado por una sobreviviente real, hasta el monumental Titanic (1997) de James Cameron. Este último, más allá de su historia de amor ficticia entre Jack y Rose, reconstruyó con precisión técnica el hundimiento y, al mismo tiempo, reforzó la idea del Titanic como un microcosmos de la sociedad de la época: los lujos de la élite contrastando con la crudeza de la vida en tercera clase.
Otras películas, como A Night to Remember (1958), se centraron en el rigor histórico, mientras que producciones como Titanic (1953) priorizaron el melodrama. Incluso el cine de animación (The Legend of the Titanic, 1999) y el género de terror (Titanic 666, 2022) han reinterpretado el mito, demostrando su flexibilidad narrativa.
El Titanic como símbolo eterno
Más de un siglo después, el Titanic sigue fascinando porque encarna múltiples contradicciones: fue un triunfo de la ingeniería y un fracaso de la soberbia; un viaje de esperanzas y una tumba para más de 1,500 personas. Tanto el cine como la literatura han aprovechado estas dualidades para crear relatos que van más allá del hecho histórico, convirtiendo al barco en una alegoría sobre los límites del progreso y las consecuencias de ignorar las advertencias.