Desde sus orígenes en el Renacimiento hasta su reinvención en la era contemporánea, el tarot ha funcionado como un lenguaje simbólico que refleja los arquetipos más profundos de la psique humana. Pero su relación con la literatura es aún más fascinante: un intercambio constante donde los naipes inspiran relatos y las historias, a su vez, dan nuevas capas de significado a las cartas. Este diálogo entre ambas formas de narración —una visual, otra textual— revela cómo el ser humano ha buscado, una y otra vez, descifrar su destino a través de los símbolos.
El tarot como narrativa visual: Arquetipos que inspiran escritores
El tarot es, en esencia, una colección de historias condensadas en imágenes. La Rueda de la Fortuna, el Loco, la Muerte o la Torre no son solo herramientas de adivinación, sino personajes de un gran relato universal. No es casualidad que escritores como Italo Calvino (El castillo de los destinos cruzados) hayan usado el tarot como estructura literaria, creando historias donde las cartas determinan el destino de los personajes. Jorge Luis Borges, en Las ruinas circulares, explora temas similares a los del Mago o el Sol: la ilusión de la creación, el fuego que da vida a lo irreal.
Incluso en la literatura gótica y surrealista, el tarot aparece como un elemento de misterio. Charles Williams, miembro del círculo de los Inklings junto a Tolkien y Lewis, escribió El mazo de cartas, donde un tarot maldito desencadena una trama sobrenatural. La presencia de lo arcano en la literatura no es un mero adorno; es un reconocimiento de que el tarot, como los mitos, habla en el lenguaje de lo inconsciente.
La literatura que transformó el tarot: De lo ocultista a lo poético
Si el tarot influyó en la literatura, el proceso inverso también ocurrió. A finales del siglo XIX, el ocultista Arthur Edward Waite y la artista Pamela Colman Smith crearon el Rider-Waite, el mazo más famoso del mundo, inspirándose en leyendas artúricas, la cábala y la poesía simbólica. La carta de la Estrella, por ejemplo, evoca a Ofelia flotando en el agua, mientras que el Diablo recuerda a los demonios de Milton y Blake.
Más tarde, en el siglo XX, autores como Alejandro Jodorowsky reinterpretaron el tarot desde una perspectiva literaria y psicológica. Para él, cada carta era un acto teatral, un cuento en miniatura. Hoy existen mazos basados en Alice in Wonderland, en Lovecraft e incluso en Borges, demostrando que el tarot sigue siendo un lienzo donde proyectar nuevas narrativas.
Un juego de espejos sin fin
La relación entre literatura y tarot es un ciclo infinito: los símbolos del tarot alimentan la imaginación de los escritores, y las historias que estos crean devuelven nuevas interpretaciones a las cartas. Ambos son sistemas de significado que exploran las mismas preguntas: ¿Quiénes somos? ¿Qué fuerzas invisibles guían nuestros pasos?
En un mundo cada vez más racionalizado, el tarot y la literatura siguen ofreciendo un espacio para lo enigmático, lo intuitivo y lo metafórico. Como escribió T. S. Eliot en Los hombres huecos: «Entre la idea / Y la realidad / Cae la sombra«. Entre el tarot y la literatura, en esa sombra, habitan todas las historias que aún están por contarse.