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In Memoriam Johann Sebastian Bach, el arquitecto de lo eterno

En un mundo efímero, dominado por algoritmos que dictan canciones de tres minutos y artistas que mueren en las listas de popularidad, la música de Johann Sebastian Bach (1685-1750) sigue siendo un monumento a lo imperecedero. No es exagerado afirmar que Bach es el más grande compositor de todos los tiempos: su obra no solo resume la tradición musical occidental, sino que la trasciende, convirtiéndose en un lenguaje universal que habla tanto al matemático como al místico.

El artesano que revolucionó la música
Bach no se consideraba un genio, sino un obrero de Dios. Como kantor en Leipzig, su trabajo era componer cantatas para cada domingo, enseñar a niños y mantener los órganos. Sin embargo, en esa rutina aparentemente modesta, creó un cosmos sonoro. Sus fugas, conciertos y corales son catedrales de contrapunto, donde cada voz es independiente pero se entrelaza en un equilibrio perfecto.

  • Técnica insuperable: Su dominio del contrapunto (el arte de combinar melodías) sigue siendo el estándar de excelencia. El clave bien temperado (1722) no es solo una colección de preludios y fugas, sino un manifiesto musical que demostró las posibilidades de la afinación moderna.
  • Innovador silencioso: Aunque no inventó formas nuevas, llevó las existentes (la fuga, la pasión, la cantata) a una complejidad sin precedentes. La Ofrenda Musical (1747), basada en un tema del rey Federico II, es un laberinto de variaciones que parece explorar el infinito.

El puente entre lo humano y lo divino

  • Bach escribió «Soli Deo Gloria» (Solo a Dios la gloria) al final de sus partituras, pero su música no es solo religiosa: es una experiencia metafísica.
  • Las Pasiones: En La Pasión según San Mateo (1727), convierte el sufrimiento de Cristo en un drama humano, con coros que estremecen y arias que consuelan.
  • El simbolismo numérico: Bach ocultaba códigos en su música. El número 14 (B+A+C+H = 2+1+3+8) aparece en estructuras, reflejando su fe en un orden cósmico.

¿Por qué sigue siendo el más grande?

  • Influencia imparable: Desde Mozart hasta los Beatles, desde el jazz hasta el techno, todos han bebido de Bach. Su «Ave María» (en realidad, un preludio de El clave bien temperado) se canta en bodas, películas y hasta en versiones pop.
  • Ciencia y emoción: Einstein decía que «escuchar a Bach es como sentir que el universo tiene un sentido». Su música une precisión matemática (las fugas son ecuaciones sonoras) con una profundidad emocional que conmueve incluso sin saber teoría musical.
  • Universalidad atemporal: Un niño que estudia piano, un astronauta en la NASA (el Voyager lleva su Preludio en Do Mayor) o un fanático del cine (El silencio de los corderos usa el «Contrapunctus» de El arte de la fuga) encuentran en Bach algo propio.

Bach en el siglo XXI: Un antídoto contra el ruido
En una era de distracción constante, Bach exige escucha activa. Su música no es fondo para trabajar: es un espejo del alma, obras como los Conciertos de Brandeburgo siguen sonando frescas, como si el tiempo no las hubiera tocado.

Bach no pertenece al siglo XVIII, sino a la eternidad. Es el compositor que convirtió el pentagrama en un mapa del universo, demostrando que el arte supremo no envejece. Como dijo el director Nikolaus Harnoncourt: «Bach no es de este mundo; nos prestó su música para vislumbrar el otro».

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