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Lo que dejó Luis García Montero en Córdoba

Por Pedro Jorge Solans
(Escritor y periodista)

 

El poeta español Luis García Montero finalizaba su visita a Córdoba cuando llegaban los tumultos sociales y políticos argentinos que suelen acompañar al presidente de la Nación Argentina, Javier Milei.

 

Milei había designado a Córdoba como la ciudad donde se iba a centralizar los actos de la fiesta patria del 25 de Mayo. Recordemos que el poeta español recibió el honorable Doctor Honoris Causa de una de las más prestigiosas universidades de América el jueves 23 de Mayo. Sin embargo, los tumultos que coparon la ciudad denominada La Docta no archivó la belleza del análisis que dejó el poeta granadino sobre la realidad que se vive en estos tiempos que parecieran desorientados. El poeta se iba y el excéntrico Presidente llegaba después de cantar en el Luna Park y presentar su libro ante 8 mil personas que gritaron corrupto al economista británico John Maynard Keynes, cuando el economista Keynes fue considerado como uno de los más influyentes del siglo XX y nunca pisó Argentina.

 

La Dra. Graciela Ferrero, Luis García Montero, Esteban Avilés, el cónsul de España en Córdoba, Ignacio Martínez del Barrio, Sebastián Boldrini, Pedro Solans y Mauricio Miranda.

 

 

Fueron días intensos en la Córdoba, que siempre da, de qué hablar en la historia argentina, y donde hoy, Milei tiene un amplio respaldo del electorado. Pese a ello, no pudo firmar en el Cabildo un pacto con todos los gobernadores del país. En ese contexto, García Montero dejó algo de luz como artista, intelectual y hombre comprometido con Iberoamérica.

 

En principio, brindó dos charlas que levantó el nivel de análisis de lo que está pasando: “la libertad, por estos días, es la ley de la selva”, sentenció en su brillante disertación sobre “lo que vive en las palabras”, dictada en la Facultad de Lenguas de la Universidad Nacional de Córdoba. Charla que al menos merece ser publicada y distribuida en forma masiva.

 

Después, al recibir su distinción y en un ambiente particular volvió a marcar el camino y lo hizo despertando iniciativas.

 

Luis García Montero, Esteban Avilés, el cónsul de España en Córdoba, Ignacio Martínez del Barrio, Sebastián Boldrini y Pedro Solans.

 

En ese clima, me atrevo a pensar que no sería descabellado, que desde esta Córdoba tan compleja, tan particular, tan imprevisible, donde triunfó la Reforma Universitaria que sacudió a la intelectualidad del mundo en 1918, donde se recreó la misión social de la Universidad con la premisa de asumir al conocimiento como una construcción social para beneficios de la sociedad, debería salir la propuesta para que nuestro poeta preclaro, poeta de nuestra patria-lengua sea quien consiga después de tantos años de sequía una distinción sueca para nuestro idioma rico y extenso.

 

Cuando hay dos realidades, Miguel de Unamuno aconseja ser buenos en lo que hacemos.

 

Su paso por Córdoba fue breve e intenso, y dejó varios conceptos para analizar mientras argentinos se colocan pollitos amarillos en su cabeza para recibir a Milei.

 

García Montero señaló, “la historia se cuela en las palabras y discutir sobre las palabras es discutir sobre la historia.

 

Voy a hacer algunas reflexiones que siento que vive en las palabras y es mucho porque las palabras establecen un ámbito de comunicación, y en ese ámbito de comunicación, se define el ser humano, se define el lugar que ocupa en la sociedad, se define como un individuo en el tiempo que ha recibido esa educación sentimental, de manera que se teje todo nuestro ámbito de convivencia tanto como para entendernos.

Hace un mes se publicó en una editorial madrileña un libro con el título: “Para qué servimos los lingüistas”, y profesores jóvenes, filólogas y filólogos españoles entrevistaron a profesores y profesoras de universidades españolas como Ignacio Bosque, Inés Fernández Ordóñez, Estrella Montolío Durán, sobre para qué servíamos los lingüistas, y hubo un recuerdo de Bertrand Russell que aparece tres veces en tres entrevistas distintas hablando de la comunicación, de la posibilidad de entenderse”.

“Entonces, surgió de que los animales también se comunican y se entienden entre sí, pero un perro nunca podrá decirle a otro perro, mi padre era pobre pero honrado. Esto, me parece importante para meter el dedo en la llaga y reflexionar sobre todo lo que cabe en las palabras”.

En la poesía se ha buscado la exactitud. Juan Ramón Jiménez en su libro “Eternidades” intentó unir la inteligencia ética a la exactitud de una palabra precisa, hay un poema muy conocido: “Inteligencia dame el nombre exacto de las cosas que mi palabra sea la cosa misma creada por mi alma nuevamente que por mí vayan todos los que ya las conocen a las cosas que por mí vayan todos los que ya las olvidan a las cosas que por mí vayan todos los mismos que ya aman a las cosas, inteligencia dame el nombre exacto y tuyo y suyo y mío las cosas”. Hay una apuesta por la exactitud, la precisión, el nombre exacto de las cosas, al mismo tiempo hay un reconocimiento a la que nombrar una cosa es volver a crearla, hay una dinámica entre la creación, la recreación y la exactitud. A lo que se aspira es a una comunicación, a un entendimiento donde tú el yo y el todo se unan en el significado de las cosas.

Jiménez, a partir de su exactitud y su apuesta precisa, es un poeta que a veces se lo considera un poeta partidario de la pureza encerrado en su esteticismo. Él dedicó su obra a la inmensa minoría, pero los historiadores somos poco partidarios de las cosas sencillas, de las simplificaciones, porque vivir y aprender historia es participar de la complejidad, y a lo mejor, quién quiere generar consignas puede simplificar las cosas. Un filólogo no es un historiador, no en cuanto se habla de la torre de marfil.

García Montero se acordó que a finales del siglo 19 se crea en una España donde la política estaba desvirtuada la Generación del 98, empezando por (Miguel de) Unamuno, había una separación entre la España oficial y la España real. Esa situación hace recordar mucho a estos tiempos, donde las redes sociales crean un mundo virtual que sustituye a la realidad. A Donald Trump le preguntaron en el New York time, por qué largaba 30 mentiras diarias en sus redes sociales, y Trump contestó, yo no miento, creo realidades.

Entre la España Real y la España virtual, en la época de Alfonso XII y de Alfonso XIII cuando terminó la Primera República y comenzó el período conocido como Restauración, Unamuno se comprometió porque la política estaba convertida en virtualidad, daba lo mismo ser liberal que conservador porque dependía de los mismos intereses económicos, daba lo mismo un teatro que un circo, y entonces, escribió un texto aconsejando a los padres que evitasen que sus hijos participaran de ese circo, y que si querían comprometerse con la realidad, que se convirtieran en verdaderos profesionales, que fuera buenos médicos buenos profesores de universidades, buenos arquitectos, buenos ingenieros o buenos mecánicos.

Ramón Jiménez resalta el trabajo gustoso como una manera de comprometerse con la sociedad, y da lo mismo ser alguien de mucho prestigio o ser un mecánico que intenta que la gente no se estrelle y su compromiso con la sociedad es su trabajo para arreglar bien un coche”.

Por último, García Montero evocó el trabajo gustoso porque Juan Ramón Jiménez busca el nombre preciso de las cosas, y lo que estaba haciendo es lo que había dicho Unamuno, quería convertirse en un buen profesional, “y yo voy a hablar como poeta buscando el nombre exacto de las cosas lo que ocurre es que el nombre exacto de las cosas puede ser una recreación propia pero a la hora de entender la comunicación social hay que comprender que las palabras están vivas y que caben muchas cosas dentro de las palabras”.

El director del Instituto Cervantes, por último, trajo a colación un homenaje a Nicolás Guillén que se había celebrado en la Habana, donde se puso de relieve lo que había escrito Miguel de Unamuno en 1932 cuando leyó “Motivos de son” (1930) un libro en que Nicolás Guillén quería encarnar la identidad natural cubana afroamericana, y Unamuno dice, “su libro me ha emocionado mucho porque al encerrarse en su identidad usted trasciende hacia la condición humana universal, y habla de lo que nos une a todos los seres humanos, tengamos la procedencia que tengamos”.

Y García Montero rememoró una edición que hizo la profesora Mirta Aguirre en 1980 para celebrar el 50 aniversario de “Motivos de son”, cuando analizando el estilo de Nicolás Guillén dijo no es un primitivista, no nos engañemos, lo que está haciendo para emocionar con su identidad natural es utilizar ecos del modernismo, la relectura de los clásicos griegos y latinos, la relectura de los clásicos españoles, el conocimiento de los ismos y las vanguardias, y a partir de ahí, es donde funda su apuesta ética por el mestizaje.

No confundir la literatura: Son reflexiones sobre la condición humana

Pensar lo que se dice antes de decir lo que se piensa, no confundir ni la literatura ni la lectura como un simple desahogo, pasar de una primera instancia a una reflexión sobre la condición humana, y en ese sentido, como las palabras viven las palabras nos invitan a los viajes de ida y vuelta, a pensar la partida y en el punto de llegada, sentido pues dónde reflexionamos sobre las palabras y comprendemos lo que hay de juego en ellas.

“Las palabras pueden servir para entendernos, para conocer el mundo, sirve también para engañarnos, siempre creo que tienen razón los lingüistas que dicen que los seres humanos han sobrevivido porque han aprendido a hablar, y porque tenían el lenguaje.

Otras especies mucho más fuertes desaparecieron porque no tuvieron el lenguaje, porque en la comunicación entre los animales nadie puede decir, “mi padre era pobre pero honrado”, pues sí, de pronto estabas cazando y aparecía un lobo, quien podía avisar que viene el lobo, taparse y ponerse a salvo y no ser desbordado por la fiera. Entre los seres humanos, hubo alguien listo que aprendió pronto que mientras la tribu comía en la casa, dijo que viene el lobo y todos salieron corriendo, y él se comía todo lo cazado.

El lenguaje, y eso lo saben los lingüistas, sirve para entenderse o sirve también para engañar, y por eso en la filología constantemente hay una reflexión como las palabras cambian de significado”.

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