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“Esa ráfaga, el tango, esa diablura”: Hernán Salinas, ese otro quitilipense

Por Dante Emilio Borelli
Escritor

 

¿Dónde estarán?, pregunta la elegía/ de quienes ya no son, como si hubiera/ una región en que el Ayer, pudiera/ ser el Hoy, el Aún, y el Todavía. El otoño llegó, arrastrando esas cosas que tañen inciertas en el alma.

Mientras leo al poema “El tango”, de Jorge Luis Borges, recuerdo a Hernán Salinas; ese talentoso cantante de tango, originario de Quitilipi, Chaco.

 

¿Dónde estará?, (repito) el malevaje/ que fundó en polvorientos callejones/ de tierra o en perdidas poblaciones/ la secta del cuchillo y del coraje?

 

Su nombre real era Jorge Hernán Aguirre (30 noviembre 1956 – 21 noviembre 2003).

 

Su trayectoria está marcada por hitos significativos, entre los cuales destaca su apreciable participación en la Orquesta del Tango de la Ciudad de Buenos Aires, una institución emblemática dirigida por los maestros Carlos García y Raúl Garelo. No solo formó parte de esta orquesta, sino que también fue uno de sus fundadores en el año 1980, contribuyendo así a la preservación y difusión del tango en la capital argentina.

¿Dónde estarán aquellos que pasaron, / dejando a la epopeya un episodio, / una fábula al tiempo, y que sin odio, / lucro o pasión de amor se acuchillaron?

 

Los busco en su leyenda, en la postrera/ brasa que, a modo de una vaga rosa,/ guarda algo de esa chusma valerosa/ de Los Corrales y de Balvanera.

 

¿Qué oscuros callejones o qué yermo/ del otro mundo habitará la dura/ sombra de aquel que era una sombra oscura,/ Muraña, ese cuchillo de Palermo?

 

¿Y ese Iberra fatal (de quien los santos/ se apiaden) que en un puente de la vía,/ mató a su hermano, el Ñato, que debía/ más muertes que él, y así igualó los tantos?

 

Pero la influencia de Hernán Salinas, no se limitó al ámbito nacional; la voz ha resonado en todo el mundo a través de diversas producciones discográficas y actuaciones internacionales. Desde locales tangueros en Buenos Aires, hasta escenarios en Estados Unidos, Japón, Colombia, Brasil, México y España. Salinas ha llevado el espíritu del tango a audiencias de todas las latitudes.

 

Una mitología de puñales/ lentamente se anula en el olvido;/ Una canción de gesta se ha perdido/ entre sórdidas noticias policiales.

 

Hay otra brasa, otra candente rosa/ de la ceniza que los guarda enteros;/ ahí están los soberbios cuchilleros/ y el peso de la daga silenciosa.

 

Aunque la daga hostil o esa otra daga,/ el tiempo, los perdieron en el fango,/ hoy, más allá del tiempo y de la aciaga/ muerte, esos muertos viven en el tango.

 

Con una voz de barítono distintivamente definida y una sensibilidad que evoca la época dorada de Carlos Gardel, Hernán Salinas se destacó como uno de los pilares fundamentales del tango. Su estilo vocal único y su capacidad para transmitir emociones lo sitúan junto a figuras legendarias como Rubén Juárez y Hugo Marcel, formando así una trilogía vocal que ha dejado una marca indeleble en la historia del género después de 1960.

 

En la música están, en el cordaje/ de la terca guitarra trabajosa,/ que trama en la milonga venturosa/ la fiesta y la inocencia del coraje.

 

Además, su participación en grabaciones para reconocidos artistas como Horacio Ferrer, Mauricio Marcelli, Saúl Cosentino, Armando Pontier y Carlos García, lo ha consolidado como una figura imprescindible en la escena musical del tango, dejando su huella en innumerables producciones discográficas.

 

Gira en el hueco la amarilla rueda/ de caballos y leones, y oigo el eco/ de esos tangos de Arolas y de Greco/ que yo he visto bailar en la vereda, en un instante que hoy emerge aislado, / sin antes ni después, contra el olvido, / y que tiene el sabor de lo perdido, / de lo perdido y lo recuperado.

 

Su renombre trascendió fronteras, siendo convocado en 1987 para una gira europea de la operita «María de Buenos Aires», una obra maestra de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer. Años después, llevó su arte a tierras noruegas, donde cautivó al público con su emotiva interpretación.

 

En los acordes hay antiguas cosas: / el otro patio y la entrevista parra. / (Detrás de las paredes recelosas/ el Sur guarda un puñal y una guitarra.)

 

Con cada nota, Hernán Salinas nos recuerda la universalidad del tango y su capacidad para emocionar y trascender barreras culturales. Su legado perdurará como testimonio del poder y la belleza de esta expresión artística única, que sigue conquistando corazones en cada rincón del mundo.

 

Esa ráfaga, el tango, esa diablura, / los atareados años desafía; / hecho de polvo y tiempo, el hombre dura/ menos que la liviana melodía, que solo es tiempo. El Tango crea un turbio/ pasado irreal que de algún modo es cierto,/ el recuerdo imposible de haber muerto/ peleando, en una esquina del suburbio.

 

Mientras escribo, escucho “Anoche”, con La Orquesta del Tango de Buenos Aires y la voz de Hernán Salinas.

 

No sé qué química fluye por las arterias, qué laberinto conecta el oído, el cerebro y la piel. No puedo evitar que se ericen todos los vellos de mi cuerpo y una especie de calor recorra mi columna vertebral. Quizás la música y la voz muevan fibras ancestrales.

 

Mi esposa se detiene a mi lado, apoya su mano en mi hombro y me dice que cada vez que escucha algún tango conocido, lo recuerda, a través de la voz de su abuela.

 

La música, la voz, la poesía y el tiempo, tienen esas cosas.

 

 

Fuente de datos biográficos: “Todo Tango”, nota de Abel Palermo.

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