Por Ijiel David Bonino
(escritor y periodista)
El niño que escribía de noche,
hurtando luz,
no ha muerto.
A.N.
Fue una de las figuras más prestigiosas de la poesía argentina de la segunda mitad del siglo XX.
Alejandro Nicotra nació en Sampacho, localidad del departamento Río Cuarto, el 25 de marzo de 1931. En su juventud se trasladó a la ciudad de Córdoba donde cursó sus estudios universitarios en la Facultad de Filosofía y Humanidades. Su vasta trayectoria intelectual nos ha legado una obra lúcida que indaga desde lo más íntimo en un mundo que pareciera abrirse pletórico de incógnitas. La epifanía de los hechos cotidianos parece marcar el pulso de una voz que se ha ido sedimentando a lo largo de los años. Un “yo lírico” sin concesiones, que irrumpe en lo silente del ámbito hogareño para desplazarse desde lo particular hacia lo general dilatando un haz de imágenes y reflexiones tan originales como precisas.
El poeta nos dice: “El canto del grillo en la casa, / en hora de tormenta e insomnio- / canto de condenado a muerte, / sin infancia, sin cántaro, sin crepúsculo: // el puro objeto lírico, / a un costado del trueno”.
Nicotra vivió una vida de repliegue reflexivo. En sus poemas trasluce ese “habitar el mundo” heideggeriano, donde lo que se busca ante todo es una escucha del Ser. El proceso de escritura parece un desprendimiento de dicha escucha. En este sentido el poeta, ensayista, traductor y editor Ricardo H. Herrera, en un artículo publicado en la revista Hablar de poesía se refiere al paso de Nicotra por el mundo como “una vida retirada y una obra contenida”. Pasó gran parte de sus últimos años en la localidad de Villa Dolores. A mediados de los años ‘60, vivió en Santa Fe y en Buenos Aires. Participó como cofundador y miembro del consejo de la revista del grupo Laurel. El poeta cordobés escribió:
MADRUGADA DE INVIERNO
(Viejo poeta)
Ha cerrado la puerta.
Atrás, queda la noche,
con su árbol escalofrío,
su calle escarcha.
Aquí, la espera
-es un adiós- del ascua última:
él se entrega a su hora,
y en la sala en penumbra,
figura del olvido,
deja vagar la estrofa
que abandona el azar.
(Fragmento).
Entre algunos de sus libros, que serán reunidos en su obras completas se encuentran los siguientes títulos: El tiempo hacia la luz (1967); Detrás, las calles (1971); Puertas apagadas (1976); Lugar de reunión (1981); El pan de las abejas y otros poemas (1983); Desnuda musa (1988); Hogueras de San Juan (1993); Cuaderno abierto (2000); Lugar de reunión, obra poética (1967-2000) (2004); El anillo de plata (2005) y De una palabra a otra (2008).
Premios
El Premio Nacional Iniciación, Comisión Nacional de Cultura, 1951. Premio Regional de Literatura (1957-1959), de la Dirección General de Cultura de la Nación (por su libro entonces inédito Nuevas canciones, 1960), el Premio Arturo Capdevila, del P.E.N. Club internacional (por su libro El tiempo hacia la luz, 1968), el Premio Leopoldo Lugones, de la Universidad Nacional de Córdoba (por su libro Detrás, las calles, 1969) también obtiene un Accésit del Premio Adonais, -Madrid- (por su libro Detrás, las calles, 1970). Recibe la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, (por su libro Puertas apagadas, 1977), también el Premio Esteban Echeverría, de Gente de Letras, 1991; el Premio Konex en 1994; el Premio Consagratorio de Letras de Córdoba en junio de 2003 en su primera edición. Villa Dolores lo reconoce como uno de sus “Ciudadanos Ilustres” en 2011. En 2013 recibe el Premio Rosa de Cobre, concedido por la Biblioteca Nacional.