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Pancho Cabral logró el premio de la Chaya por su tema: “Vengo yo a darte una chaya»

Por Aldo Parfeniuk

(Escritor y periodista)

 

 

Comenzó febrero. Y como cada año el pueblo de La Rioja renueva su celebración más intensa de comunión popular: la Chaya. Retoñando antiguas raíces diaguitas renueva su gratitud a la vida -que no es otra cosa que naturaleza- propiciando el cada vez más necesario reencuentro humano, más allá de diferencias y distinciones. Y cuerpo a cuerpo: lejos del distanciamiento (in)comunicacional al que quieren someternos las video llamadas y los mensajitos de texto.

Con febrero en La Rioja desaparecen las barreras, las clases sociales, las edades y los géneros: nadie puede sustraerse a la máxima celebración que vive su pueblo una vez al año, por más castigado que lo tengan los que creen que mandan. Todo lugar y tiempo ahora es de La Chaya, el carnaval ancestral que nunca muere porque vuelve y vuelve, “justito al año cabal” recreándose en topamientos, disfraces y comparsas que mueven multitudes sedientas de música, agüitas (rocíos de la luna) harina y albahaca. Y copla: esa otra agüita de la poesía hecha verso y canto, caja en alto y voz profunda y perfumada.


Los artistas hacen su parte; sobre todo los músicos, cantores y poetas; de diferentes sexos y edades y relaciones con sus saberes. Algunos son ya viejos maestros, como Ramón Navarro o Pancho Cabral: embajadores ante el mundo. Maestros que vencieron el tiempo y siguen dando frutos maduros y sustanciosos que alimentan a propios y a extraños; a toda una cultura norandina y llanista, dándole al país letra, música y tonada para certificar una identidad y una hermandad latinoamericana profundamente consustanciada con la Madre Tierra -que los aimaras nombraron Pachamama- y que no está dispuesta a ceder su ser a cambio de unas cuántas relucientes monedas extranjeras de “gente de bien”.


En ocasión de ser invitado a presentar junto a Tomás Vera Barros hace unos días, en el ya legendario Patio de la familia Herrero en Cosquín (con el marco del entrañable Festival sexagenario) la Poesía Reunida titulada “De este lado del viento” de Pancho Cabral, y compartiendo la mesa con el poeta argenmexicano Eduardo Mosches -honroso invitado- me animé a decir los versos que escribí para Pancho en el capítulo introductorio de su libro.

Es por eso que ahora, enterado de que su obra “Vengo yo a darte una chaya” obtuvo este febrero del 24 el primer premio en el Concurso de Composiciones alusivas en La Rioja, me permito concelebrarlo compartiéndolo:

 

Pancho Cabral: El Hombre del Sueño Mayor

 

Bajaba alegre y crecido. Sonoro y caudaloso

de poemas y canciones, el Pancho Cabral.

Desde aguas cristalinas y altísimas nieves.

Desde soles quemantes y desolados llanos.

Caja en alto. Verde albahaca. Copla larga

y grito suelto. Bajo el diaguita cielo

que América nos pusiera como Norte

y Sueño Mayor: a cumplir bajo palabra.

Bajaba por poemas y canciones perfumadas

de lluvias nuevas y rituales milenarios.

Entre rumorosos topamientos y vidalas sin tiempo.

Bajaba por la escala celeste de febreros luminosos

a pintarles la Chaya a los pueblos callados

de su tierra caliente: era El Hombre

de los veranos en la Frente, El Juglar

Enharinado que volvía, que vuelve,

puntual y eterno: sonora imaginería

en la garganta, latido de corazón de pueblo

en las floridas cajas. Pura Vida y Hombre Nuevo

el Cabral

Oíganlo: siempre se le hace canción la palabra

en la boca.

Melodioso acorde el acento en la voz.

Va diciendo en su Rioja a las Riojas

que suben desde lo hondo de su estirpe ancestral.

Va con su Azul-Verde: alta bandera

flameando por los vientos del mundo

su proclama de amor y de justicia.

Su sed de belleza y verdad.

 

Pancho Cabral, El Hombre del Sueño Mayor,

el que levantó vuelo aquí y no hay quien lo pare.

 

Aldo Parfeniuk

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