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El poeta español que dejó su libro en el faro del fin del mundo

Por Pedro Jorge Solans

Había empezado a caer pequeñísimos copos de nieve cuando el barco zarpaba del puerto de Ushuaia.

Entre los pasajeros iba el poeta español José María Chema Cotarelo Asturias. Llevaba un ejemplar de su poemario «El nombre de las horas perdidas» y un sueño que surcaba el canal de Beagle. La temperatura descendía y sentía en su rostro la brisa Antártica cuando sus ojos brillaron ante la aparición del faro más fotografiado de ese mundo que mostraba su fin.

El sueño del poeta se amasaba entre las aguas gélidas. Quería ser el primer escritor español en dejar un libro en la isla de los Estados, una isla deshabitada de la maravillosa Patagonia argentina, donde se confunden los océanos Atlántico y Pacífico.

Allí donde habitó una banda de piratas dirigida por el sanguinario y legendario Kongre que atacaba a las embarcaciones que encallaban en la zona.

Los piratas se sintieron amenazados cuando Argentina construyó y puso en funcionamiento un faro, llamado el del fin del mundo.

El gobierno argentino destinó a tres fareros bajo la dirección del experimentado José Vázquez. Todas las noches,  los funcionarios sufrían atentados perpetrados por los hombres de Kongre.

El faro no lo dejaba operar con tranquilidad a los piratas y un día, ante el naufragio de una embarcación al mando del capitán estadounidense de origen escocés John Davis, atacó Kongre dando muerte a dos fareros y Vázquez y Davis lograron escapar y sobrevivir en ese lejano paraje y ambos emprendieron una lucha contra los piratas.

Muchos años después como aquel faro que alumbró el fin del mundo, el poeta español Cotarelo llevó poesía para volver a encender la luz en el confín de nuestro planeta.

Con su sueño cumplido y sin su libro al que dejó en esa isla remota dándole un beso, el poeta navegó de regreso, y desembarcó en el puerto de partida con su nariz roja, la piel helada y su sangre derritiendo una incipiente nieve.

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