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José María Cotarelo vuelve a la Argentina para presentar «El nombre de las horas perdidas»

EL POETA ESPAÑOL ARRIBARÁ A BUENOS AIRES EL PRÓXIMO SÁBADO PARA PRESENTAR SU NUEVO LIBRO, EDITADO POR CORPRENS Y CON PRÓLOGO DE LEOPOLDO «TEUCO» CASTILLA.

El poeta español José María «Chema» Cotarelo Asturias, visitante ilustre de Villa Carlos Paz, regresa al país para presentar su cuarto libro editado en Argentina.

«El nombre de las horas perdidas» es un poemario que con la belleza que caracteriza a la pluma del poeta saca a superficie su niñez vivida en la España profunda, más precisamente en la villa Taramundi, en Asturias, y maravilla con sus recuerdos de joven campesino que todo argentino verá reflejado en sus abuelos o en sus padres.

La agenda de Cotarelo en Argentina tiene previsto visitar la Patagonia, presentar el libro en Villa Carlos Paz el jueves 16 de noviembre en la sala de Artes Mario Lange en el hotel Amerian, Alvear y General Paz, luego hará lo propio en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el mítico Café de la Poesía en San Telmo, el jueves 23 de noviembre.

El poeta asturiano afincado en Granada recibió también en Villa Carlos Paz el Premio «Carlos de Oro» y es uno de los escritores españoles más apegado a las sierras cordobesas.

El libro

Sobre el poema que lanzará Cotarelo en noviembre, su prologuista el Teuco Castilla escribió; » es la travesía de la sombra de un niño, tema recurrente en los poetas. La infancia. Y la mayoría de las veces se concreta en la remembranza de algunas escenas o anécdotas que ya poseen una carga poética (sea ésta feliz o terrible). Un logro escaso pues la infancia es más vasta -y a veces más indescifrable- que el lento apagón de la vejez.

Y es que mucho de lo que en ella acontece se pierde en los meandros de su incesante desvarío. Enceguecida por sus propias luces, sucede y desaparece al instante… en cada instante. No la puede capturar el tiempo. Es así que muchos de esos actos fugaces, a veces por su excepcionalidad o por la potencia que tuvieron para quien los vivió, son relatados como una anécdota que, a fuerza de reiterarla, le apagó cierto espíritu que podría haber dado origen a un poema.
Para recuperar esa emoción, para que vuelva a latir en uno con un fulgor original, tal vez sea un buen recurso escribir en tercera persona, ya que al eliminarse uno como protagonista, puede tomar distancia y descubrir en esa historia esplendores que la recurrencia había apagado.

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