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La Vanguardia recomienda EL EXTRAÑO SI BEMOL COLOR SEPIA

Era marzo del 2020 cuando en la cuenta de Twitter del poeta español de origen británico Ben Clark se leía: Nos faltará el papel higiénico, pero que no nos falte la poesía. Os propongo colgar #CoronaVersos en Twitter, en este hilo o donde sea. ¡Salud y poesía! Empiezo yo. Dando seguimiento a la convocatoria, engrosaron el hilo, colocados por poetas animosos, versos de Alfonsina Storni, José Emilio Pacheco, y muchos más. En el desierto acontece la aurora. Escribió alguien recordando a Jorge Luis Borges. No pasó callado el primer Día Mundial de la Poesía vivido en pandemia. A sabiendas de valor regenerador de esta gracia, creadores e instituciones del mundo del libro hicieron que reinara en todos los escenarios posibles. La reinvención en todos los sentidos se hizo imprescindible. Se colgaron versos en los balcones, se hicieron lecturas poéticas desde las ventanas. Diversos portales permitieron el acceso a materiales gratuitos, surgieron grupos en internet en los que comunidades de lectores compartieron libros e intercambiaron temas literarios, y la UNESCO, para paliar el aislamiento creó un acceso libre y gratuito a la Biblioteca Digital Mundial. Pero en la soledad del ser sucedieron también empujes y afloraron señales que ya no podían esperar como la poesía del periodista y escritor Pedro Jorge Solans. Con tantas sinuosidades, e iluminado por las enseñanzas del poeta checo Vladimir Holan, quien se ha hundido en la poesía ya no puede salir, Solans se abrazó a las causas justas de la humanidad con la hermosura de las palabras que, en otra dimensión, es, ¡claro que sí!, mayúscula poesía. El extraño si bemol color sepia propone rescatar las emociones y los recuerdos para sobrevivir en un mundo peligroso para la existencia humana. Solamente la vida/ tiene la escalera, / la salida/ del abismo.

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