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Adiós al poeta Edgar Morisoli

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Por Aldo Parfeniuk
(Poeta y ensayista)

Gran silencio en La Pampa. Silencio grave y sentido en la Argentina profunda y latinoamericana, la de todas las tonadas y pieles: esta patria diversa, múltiple y única. Silencio profundo y memoria alerta en las Letras, la Poesía, los Libros y la Canción Popular (Huellas, Milongas, Triunfos… ): ese otro acto fundacional de La Pampa debido a sus poetas, músicos y cantores populares. Gente como Morisoli , Nervi, Bustriazo,y los músicos Mareque, Cortéz, El Bardino, Tubián, Mendía,Sombra, Molina, Arenas, Yacomuzzi…, con quienes compuso infinidad de temas y que hoy pondrán cintas de luto a sus guitarras.

Cosas de junio. El sábado 13, recordamos a Leopoldo Lugones, el 14 a Jorge Luis Borges, ayer celebrábamos al Libro en su día…; y hoy nos toca hacerlo, en esta continuidad de jornadas de interminables despedidas, tanto de celebraciones de lo literario como de preocupaciones por la vida, con Edgar Morisoli, nativo de la santafecina Acebal y aquerenciado desde hace muchos años en la provincia del caldén. Don Edgar –como lo llamábamos respetuosamente sus admiradores- falleció este martes por la mañana, a los 89 años en Santa Rosa. Como dice el poeta salteño Marcelo Sutti: “No es un día común cuando se apaga/ la llama de un poeta. Subrepticio/ dolor de la palabra y precipicio/ donde se arroja al verbo y se lo traga.(…)

Morisoli escribió libros de poesía insustituibles para pulsar debidamente los latidos de una tierra llana y seca; que de lejos parece nada y para él, tan cercano y profundo en el sentir y la palabra, lo fue todo. Y es que, en buena medida, Morisoli hizo, de ese paisaje y ese hombre, un todo con identidad propia. Porque eso logran los artistas, los poetas: darle identidad, ser propio -como Dante con Italia, Cervantes con España, Hernández o Sarmiento con nuestro país- a sus lugares, a sus culturas. Y es por eso que cuando se nos muere alguien como él, se nos muere una parte del alma, se nos desprende un pedazo de luz, para hacerse sombra definitiva, buena y protectora, como esos árboles umbrosos que cobijan a los caminantes.

Tuve el privilegio de conocerlo personalmente (hace varios años, en ese semillero de amigos y talentos que es el Patio de los Herrero, en Cosquín) y de gozar su atenta amistad. Puntualmente he recibido todos sus libros, releidos y disfrutados en soledad o en compañía de quienes sin conocer, todavía, su poesía, merecían no perdérsela; sobre todo para no pasar de largo a uno de los imprescindibles que hicieron desde sus provincias una poesía tan argentina o latinoamericana como universal: Ortiz, Pedroni, Agüero, Castilla, Escudero, Bustriazo… -entre otros- quienes forman con Morisoli el sólido coro que al darle voz al hombre, a la mujer, de cada región, nos dieron como identidad mucho más que simple pertenencia geográfica o paisajística.

En ocasión de reunir testimonios de escritores, artistas e intelectuales amigos o conocedores del editor y chasqui cultural Alberto Burnichon (asesinado en Córdoba por el Proceso, el 24/3/1976), y de su infatigable tarea de mentor y divulgador de talentos que desde el interior de nuestro país no pudieran acceder a un conocimiento y difusión digna de sus obras, Edgar Morisoli me envió un poema que le escribió a ese librero/editor trashumante, que un día se le apareció personalmente en su casa neuquina, con un trozo de queso, una botella de vino y una pila de libros de talentos en ciernes, y que él había editado, para compartir. Por alguna involuntaria razón ese poema no pudo ser incorporado a aquel Libro de Homenaje a Alberto Burnichon. Hoy, al despedir al entrañable poeta pampeano, lo incluimos aquí.

La visita del mago

En recuerdo de A. B., editor de poesía
asesinado por la dictadura.
En hermandad con todos los poetas argentinos
que lo conocieron y aún lo evocan.
Fue en el 75. Ya se oía
ruido de muerte. Alguien llamó a la puerta,
y bajo el vendaval de Agosto entró a mi casa
Alberto Burnichon. Un ángel lo seguía
con un ala de amor y otra de duelo.
(Yo antes lo había encontrado
en Neuquén, cuando fuimos con el bardino Julio
a leer poesía en aquel legendario
“Café Teatral”). Pero ahora estaba en casa,
total, pleno de sueños, quijote de los libros,
y cuando abrió su maletín de mago,
no cesaba mi asombro: los dibujos de Sobisch,
textos de Hugo Acevedo, “servilletas”
de Crist, poemas de Manuel Castilla…
Desbordaba futuro. Así pasamos horas
charlando, rescatando los dispersos fulgores
de un país doliente y bello. Sólo por gentileza
me aceptó un mate; no tomaba. Hablamos
de otros de su apellido aquí en la costa
del Colorado. Lo intrigó. Seguía
mostrando aquellos pliegos larga sabiduría
de maestro impresor, pulcra hermosura,
y se nos fue la tarde. Antes de un año
lo mataron. Así se nos han ido
treinta años, treinta penas sobre aquella desdicha,
y hoy, que es Agosto, vuelven
los vientos. Por mis viejos anaqueles
brillan sus obras, pautas y decoro
de oficio enamorado. Si alguien toca
a la puerta, ya sé. Veré un barbado rostro,
tornará a abrir su maletín de mago.
Pasión y luz de la memoria. Nadie
podrá obligarme a que lo olvide.

Edgar Morisoli ( Última rosa, última trinchera, Ediciones Pitanguá, Santa Rosa, La Pampa, 2005)

OBRA: Entre sus más de veinte libros publicados figuran: Cancionero del Alto Colorado, Obra Callada, Bordona del otoño, La lección de la Diuca, Un largo sortilegio, Tabla del náufrago, Antología personal, Quinto cuadrante, Un ademán de sol. Recibió importantes premios y reconocimientos por su obra. Es autor de innumerables temas que enriquecieron notablemente el Cancionero Pampeano.

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