LIBRO ELECTRÓNICO
El Pantanillo es un paraje que se distingue en las serranías cordobesas, contiene el humedal más preciado de Villa Carlos Paz y da la sensación de haber sido elegido por el silencio como refugio ante la invasión de los ruidos urbanos.
En los años ochenta lo visité asiduamente. Recorría una vez por semana el camino rural hacia las ruinas del rancho La tapera que habitó Ernesto Sábato, mientras leía compulsivamente sus novelas. Fotografiaba todo lo que me parecía que el escritor había usado para sus obras. La obsesión por encontrar indicios de la relación entre El Pantanillo y sus libros me obligó a escribir, aunque lo hice por épocas y sumergido en un mar de contradicciones.
Recuerdo un suave malestar, algo impulsivo, una avidez confusa cada vez que llegaba al paraje, y probablemente esa sensación estaba relacionada con la naturaleza de la obra que escogí, El Túnel y la personalidad sabatiana.
Sábato caminó por las orillas del río Los Chorrillos, por los pastizales, y sin saber a ciencia cierta lo que encontraría, se preguntaba: ¿si habría luz al final, o sólo silencio y oscuridad? Así fue adentrándose a su túnel, moldeando una particular metáfora sobre la existencia humana, y sobre las profundidades de la subjetividad.
Cuando Sábato se preguntó; ¿quién podía pensar en conocer íntegramente las profundidades? había asumido el oficio de indagar la oscuridad a plena luz de las sierras.
Después de un tiempo, retomé aquel texto inacabado sobre El Pantanillo de Ernesto Sábato, sabiendo que estaba basado en indicios, en unas pocas señales, en ciertos hallazgos que generosamente el escritor avalara con su lectura e hiciera de corrector, con anotaciones al margen que él y su esposa Matilde hicieron dando precisión a ciertos datos y situaciones.
He construido un relato con retazos de realidad, “ficcionando” las expresiones de las piedras que fui encontrando en el camino para completar los huecos de la memoria. Pensé lo que pudo haber significado para Sábato su permanencia en un lugar recóndito de las sierras de Córdoba, su encuentro con tantos personajes del mundo artístico en otro escenario que no era Buenos Aires ni París, y su abandono de la ciencia para adentrarse en un mundo desconocido a través de un túnel incierto, donde las certezas se habían perdido y sólo era posible asumir el riesgo de construirse una nueva realidad.
El rancho La tapera, donde vivió con su familia, se redujo a una imagen poética de su reconstrucción desde la precariedad de su existencia: “reconstruyó un mundo en el que ya no le era posible vivir.”
Ernesto Sábato llegó a El Pantanillo siendo científico, e inició con intensidad un cambio existencial que se tradujo en ensayos y novelas reconocidas y elogiadas en el mundo.