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(Archivo) Imagen del terrible 24 de Marzo de 1976

Un 24 de Marzo, entre el dengue y la crueldad

Por Jorge Felippa

(Escritor y periodista)

 

Llega un nuevo 24 de Marzo, con una extendida sensación de incertidumbre sobre el presente y el futuro, personal y colectivo. Ayer se cumplieron los primeros cien días del gobierno de los “Hermanos Milei”. Eso sirvió para dar a conocer las cifras escalofriantes de los efectos económicos, sociales y culturales que la llamada “revolución anarcocapitalista”, elegida en un ballotage por el 56% de los argentinos, ha producido sobre toda la sociedad. Lo dice así Hugo Presman: “La motosierra y la licuación caen sobre salarios y jubilaciones, baja estrepitosamente el consumo, la recaudación impositiva, cierran empresas, aumenta la desocupación, se precipita la recesión, aumenta la pobreza y la marginalidad. Como contrapartida, el gobierno celebra que los números macroeconómicos le dan bien, logrando el equilibrio fiscal, haciendo trampas burdas como suspender pagos, dejando a salvo los intereses de la deuda, al tiempo que recorta o elimina todas las prestaciones, amputa subsidios, y despide sin anestesia, operando con la cuchilla del carnicero. En tres meses, más de un millón de argentinos por mes cayeron en la pobreza, algo así como 44 estadios de River llenos. Se está desplegando la suma de los objetivos de 1955-1966-1976-Menem y Macri.”

Hasta Joaquín Morales Solá, defensor de la dictadura de 1976, se atreve a describir desde las páginas de La Nación, lo inocultable: “Marzo llegó también con aumentos importantes en prepagas, electricidad, gas y colegios privados, entre varios más. Con todo, los alimentos y los medicamentos están entre los rubros que registraron en los últimos meses una mayor caída de consumo”.

Ayer, en un programa televisivo, una periodista hizo una alusión muy reveladora que me estremeció: La similitud de las cifras económicas de los primeros cien días de Milei, con las que denunció Rodolfo Walsh, en su “Carta de un escritor a la Junta Militar” y que se hallaba distribuyendo entre periodistas, medios y agencias de noticias, la tarde del 25 de Marzo de 1977, cuando fue acribillado a balazos en una esquina de Bs.As. por una patota de la ESMA. En ella, Walsh describe con certera puntillosidad los resultados de la política aplicada por la Junta Militar. Luego de enumerar los miles de atroces crímenes cometidos, dice que en la política económica de ese gobierno está, no solo la explicación de los mismos, “sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.

Miseria planificada y crueldad son las palabras que más he leído en las últimas semanas. Lo que Walsh les achacaba a la Junta Militar haber realizado en su primer año, además de los secuestros, asesinatos, desapariciones que se conocerían años después, Javier Milei lo ha logrado en apenas cien días, sin otra violencia más que sus agresiones verbales a diestra y siniestra, y su desprecio a las instituciones democráticas. Cito de nuevo a Hugo Presman: “Milei, después de definir al Estado como “el pedófilo en el jardín de infantes, con los nenes encadenados y bañados en vaselina”, agregó: “El Estado es nuestro enemigo, es una asociación criminal” y por lo tanto su opción es “Entre la mafia y el Estado me quedo con la mafia porque al menos tiene códigos, la mafia cumple, la mafia no miente, la mafia compite”. Si la lógica no ha sido suprimida significa que por haber ganado las elecciones en el ballotage con el 56 % de los votos, se ha convertido, entonces, en “El jefe de una organización criminal”. Es decir, y aquí la racionalidad trastabilla, sería parte de una organización criminal, el maestro que enseña a tu hijo en la educación pública, el que lo alimenta en los comedores de las escuelas, el profesor del secundario y universitario que permiten transitar a tus hijos el camino del conocimiento; el médico que te atiende en una guardia de un hospital público o la enfermera que te sonríe en terapia intensiva mientras estás tan imposibilitado que te limpia el culo; el buen policía que protege tu seguridad; los empleados y jueces del Poder Judicial a los que recurrís en busca de dirimir conflictos; los múltiples organismos del Estado donde se intentan reparar las injusticias que van desde la mujer golpeada, los jardines maternales, el plan para que termines el secundario, los problemas de vivienda, la entrega de medicamentos inalcanzables, la asignación y pago de las jubilaciones; o como el Conicet, donde se investiga y se alcanzan niveles de excelencia, al punto que es la institución pública número uno en América Latina y la 20 de un total de 1870 a nivel mundial. La lista es interminable, incluyendo empresas estatales nacionales y provinciales que son un orgullo, todos son pedófilos en un jardín de infantes.”

II

En estas últimas dos semanas, no hubo día en que alguna noticia sirviera para darnos un respiro. Por el contrario, como dice un viejo refrán popular “Nos están meando y nos dicen que está lloviendo”. El domingo pasado nos enteramos que una joven de 25 años, Camila Giménez murió en Villa María por falta de medicación oncológica. El martes 19 conocimos el calvario de Alexis Balcarce, el joven de 28 años que falleció el viernes pasado en el Hospital Domingo Funes, luego de un periplo desesperado que se inició el pasado 2 de Marzo en el Hospital Sayago, y después de deambular por diversos centros de salud de la ciudad de Córdoba y el valle de Punilla. Lo diagnosticaron con dengue y en realidad tenía una neumonía bilateral que lo terminaría matando.

Es que además de la suma de todos los efectos de un plan económico, hasta ahora devastador salvo para los sectores de la especulación financiera, los argentinos todos y los cordobeses en particular, estamos sumergidos en una crisis sanitaria ahora provocada por la epidemia del dengue. Un flagelo que en Córdoba tiene casi diez mil personas contagiadas y ha provocado nueve muertes. Observamos de nuevo imágenes que nos asfixiaron durante la pandemia del Covid. Las describen miles de cordobeses que pasan horas interminables de angustia en hospitales públicos y clínicas privadas. Guardias desbordadas. Médicos exhaustos. Diagnósticos apresurados o erróneos. Sin reactivos para análisis y ni hablar de la vacuna. Disculpen si hago una breve digresión personal: mi hija menor y el hijo de mi compañera, padecieron y nosotros junto a ellos, días de incertidumbre y angustia hasta que tuvieron un diagnóstico certero y “la sacaron barata”, como también le dijeron a la esposa del escritor Marcelo Figueras que pasó una situación similar, pero en CABA, la ciudad más rica de la Argentina.  Lo más grave, al menos para mí, es que todas estas cosas confluyen, se han tornado posibles, porque las toleramos, nos acostumbramos a la excepción, naturalizándolas. No son desgracias inevitables. Figueras lo dice mucho mejor que yo: “Sé que alguno de ustedes estará pensando: bueno, que te pique un mosquito es una fatalidad, algo que puede pasarle a cualquiera. Permítanme disentir. Una fatalidad es que te caiga un rayo encima cuando caminás por la calle. Pero que te ponga al borde de la muerte una enfermedad que asociamos a lugares tropicales miserables y sucios y lo haga en una de las ciudades más rica del país, no es un accidente: es la consecuencia de un Estado que incumplió con sus obligaciones más elementales, exponiéndonos a pestes del subdesarrollo más profundo que creíamos desterradas o al menos controladas. Los mosquitos del dengue no son un albur: son consecuencia directa de la pauperización salvaje a la que nos está sometiendo este gobierno. Y al negacionismo rampante de su “vocero” acerca de que la vacuna contra el dengue, “aun no está probada su eficacia”.

Para terminar con tanta descripción que quizá sea solo una forma de catarsis, producto del avasallante sistema informativo que consumimos, también habría que ofrecer alguna propuesta que implique un desafío creativo con formas alternativas de comunicación y lucha. La movilización en las calles es una, pero no la única. Como afirma Juano Villafañe “en el campo de la batalla simbólica hemos perdido la batalla digital y semiótica. Resulta que los sectores que defienden al estado han pasado a ser conservadores, y las ultraderechas liberales has pasado a representar las formas rebeldes”. Esa es una de las paradojas ha resolver y que nos mantiene engrillados. La que militariza el país mientras grita ¡Libertad! El que dice que lucha contra la casta mientras la fortalece más. El que promete que hará cesar la crueldad que cada día nos inflige.

De esto no se sale individualmente ni refugiándonos en la nostalgia. Con nada de ello podremos derrotar este veneno paradojal. En vísperas de otro 24 de Marzo, ha llegado el momento no solamente de resistir sino de contraatacar y confrontar la violencia de este gobierno. Un contraataque creativo que nos reconecte con los procesos en marcha, las luchas en curso, el futuro que ya se está construyendo en el presente.

 

 

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