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A Sanlucar de Barrameda

Por Fernando Mesquida Garrido

 

(Dedicada a mi guía espiritual en la ciudad)

 

Mi querida y admirada Sanlucar de Barrameda:

Me dirijo a ti en femenino porque eres una ciudad y, sobre todo, porque te amo, novia eterna. Te escribo una carta que es infinita en todo lo que podría decirte, pero que es finita, por tener que  sujetarse a las limitaciones del papel y del tiempo. Pero es infinita en esencia, no lo dudes.

 Te encontré ya algo tarde en mi vida.  Alguien amado me habló de ti con la misma pasión que puede sentir un enamorado. Fue alguien que empezó a quererte antes de conocerte y de posar sus pies sobre tu solar ancestral. Una mujer del norte que buscaba que bajo un mismo cielo   se unieran nobles y plebeyos, y lo encontró.

Así pues, llegué a ti por un acto de amor.

¿Será porque eres como una ciudad crisol de civilizaciones, confluencia de estilos, síntesis de lo mejor de la creación, que atraes tanto a mi espíritu también ecléctico,  para que te declare mi amor eterno?

¿Será por tus aires oceánicos que me traen las mejores esencias del mundo?

Dijo Samuel Johnson que «Cuando un hombre está cansado de Londres está cansado de la vida; porque en Londres hay todo lo que la vida puede ofrecer». Pues de algún modo, -aunque Londres es muy diferente a ti-, siento algo parecido contigo; porque en aquella ciudad circulan todos los vientos de la intelectualidad, la expresión artística, la apertura mental en definitiva. Para mí compartís algunos rasgos comunes desde ese ámbito interior que propicia una mayor creatividad.

Mi querida ciudad, acabo de pasar contigo unos días que nunca olvidaré. Me siento muy a gusto contigo. Como cuando notamos esa química especial con una mujer amada.  Aunque provengo de una ciudad de clima seco, cuando siento tu humedad que baña mi piel, se me hace tolerable por el bálsamo fresco de tus aires oceánicos, tan diferentes a los mediterráneos. La impregnación de tu lirismo ha mejorado incluso mis interpretaciones al piano.

 

Carreras en Sanlucar de Barrameda. Pintura por Jacques Villares

 

Sí querida, los días pasados contigo son inolvidables, ya no solo por el contacto con tu piel   blanca moteada por  pardos monumentos, como si fueran grandes lunares que la historia ha dejado en ti, sino porque aquí me han pasado cosas que tampoco nunca podré olvidar. Sí, has sido muy generosa conmigo a pesar de lo poco que aún me conoces o yo te conozco. Me has dado días en los que me he sentido el hombre más feliz del mundo paseando por tus calles, acariciando con mi mirada la piel de tus casas que el sol no dora porque ya guardan los tesoros de muchos mundos. Aquí, en ti, las entretelas de tu corazón han hecho del mío parte de tu tapiz de sal, piedra, arena, mar y viento.

Eres mágica.  Has sabido demostrarme tu amor y abrazarme a través de tus gentes. Gentes de finura de espíritu y talante alegre. Personas vitalistas con las que es fácil sentir lo mejor de la creación y que me han acogido como a un eterno amigo.

He practicado siempre deportes vinculados al líquido elemento, que es una de tus esencias. Hoy he estado nadando, hacía tiempo que no me sentía tan poderoso en el agua. Las carenas de mi cuerpo vibraban con mis brazadas y me sentía como una de aquellas naos que cortaban el agua en su borboteo y estaban cargadas de especies y otros tesoros del nuevo mundo. Una sensación que nunca antes había sentido.

Sé que el amor puede llevarnos a la hipérbole, al entusiasmo. No me importa. Hay que vivir con pasión y tú la alumbras en mí.  Etimológicamente hablando una persona entusiasta es aquella que experimenta una inspiración o posesión divina. Has de ser pues como una diosa para mí. Quien te conozca y haya sabido apreciar, me comprenderá.

La luz que a ti me llevó. El espíritu que me ha guiado.

En estos días me ha acompañado alguien especial que te quiere   tanto o diría más que yo (¿se pueden medir las querencias?). 

Y en ese acompañamiento se ha producido también la magia. Pues resulta que la esencia, el espíritu, no la física presencia, de ese alguien especial ha guiado mis pasos por ti.

 Es como si el amor me guiara a través de ti, porque ella te ama, y mucho. A ella me refiero precisamente al comenzar esta carta. Nació en un lugar del norte muy lejos de ti y, como te decía, empezó a quererte antes de pisar tus calles y sentir en su piel todos los vientos de tu espíritu.  Una mujer que ha corrido mucho mundo y sabe por eso elegir y quedarse con lo mejor.  Una mujer realmente especial que me ha llevado por los rincones de ti que más podían gustarme, porque en el fondo tenemos muchas afinidades.  Y ha sabido hacerlo sin preguntarme. Así pues, querida Sanlúcar de Barrameda, ya ves que eres como una confluencia entre sus gustos y los míos. Como puente que une nuestros mundos, algo que te caracteriza también históricamente. 

 

Y quiero decirte algo muy importante sobre ella: Has tenido la delicadeza, la sabiduría, de que sea su espíritu  el que me acompañe por tus entrañas. Sí, así es. Su alma, que nunca te abandona, me ha guiado, a través de las palabras que me ha hecho llegar. Porque en realidad ella ahora se encuentra físicamente fuera de ti. Muy lejos. Pero has sabido orquestarlo todo tan bien que aquí me he encontrado con su alma,   en realidad lo que la define. Te digo todo esto   porque la amé mucho y quien sabe lo que hubiera podido suceder en mi corazón al verla. Quizás hubiera sido como lanzarme al mar abierto sin flotadores. Porque no es fácil desvincularse de alguien tan amado.  O quien sabe si toda mi atención se hubiera dirigido a ella antes que a la ciudad amada.  Y hubiera sido más importante para mí estar con ella que contigo. Quien sabe. Solo cuando te conozca bien y hayas sentido todo mi amor sobre ti quizás pueda tener mi ánimo dispuesto para volver a verla. No lo sé.

Podría decirte decirte tanto amada mía ….. He sentido  en ti  la presencia de lo apolíneo y  lo dionisiaco perfectamente conjugados. Porque eres alegre y expansiva, siempre sonríes; y al mismo tiempo guardas una sensibilidad en la que el arte puede sorprenderme detrás de cualquier esquina, elevarme en la belleza o inspirarme. Eso lo he sentido también en tus gentes.

Mi viaje ha concluido por ahora.  El sueño de una noche de verano. Los días de vino y rosas.  Los paseos con ese espíritu que tanto te ama, ya son la esencia de recuerdos imperecederos.  Por un tiempo no podré verte ni sentirte y solo me quedaran mis palabras para recrearte, como hago en esta carta de amor.

Mucho de mi alma se ha quedado prendida entre los luminosos testigos de un pasado de esplendor. De un presente de pura vida. En el que el sentimiento encuentra su mejor corriente para fluir, como inmerso en ese rio que aquí muere,  para volver a nacer tocado por el hálito de vida que aquí nunca se extinguirá. Y doy gracias a la vida por tanto. Porque Amaya me haya llevado a ese lugar ya imprescindible para mí. Donde  mi corazón se entrelaza con el corazón de tantos sanluqueños o foráneos impregnados de tu magia, por la que brotan los mejores sentimientos del alma y se entrelazan formando un tapiz con las mejores esencias del océano y lo que éste trajo del Nuevo Mundo.

Queda en tu corazón uno de mis libros. Un libro de historias en el mar. Ese mar abierto que tanto te define. 

Ya no puedo sentirme infeliz sabiendo que existes, y que me haces sentir como en un estado de gracia,   aunque no pueda estar siempre a tu lado.

Se que siempre estarás esperándome y yo anhelando volver a verte para reencontrarme con la otra mitad de mi corazón que ya guardas. La vida tiene esas cosas. Serás siempre bella porque tienes el privilegio de tener la propiedad de algunas mujeres, como quien ha sido mi guía; sois como cambiantes caleidoscopios que, a lo largo del tiempo, en cada giro tenéis la capacidad de sorprender.  

Vivo en una ciudad muy diferente a ti, de tierra adentro y más reconcentrada en sí misma. Por eso sois complementarias. Por eso os necesito a ambas. Y como dice un poeta de tu ciudad, Miguel Angel Rosique

“Nuestra distancia

sella un pacto en el tiempo;

belleza eterna.”

Lágrimas de sal oceánica brotan de mis ojos al dejarte.

El mundo resplandece. Haciendo honor a una de las etimologías de tu nombre, eres mi luz. Me siento transfigurado.

Te quiere, Fernando.

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