Por Inmaculada López Melguizo
España. El pasado 11 de junio se presentó en la Biblioteca Pública Municipal de La Chana, en Granada, España, el último poemario de José María Cotarelo Asturias (Chema) “El nombre de las horas perdidas”. Editado por Corprens y con un magnífico prólogo de Leopoldo Castilla.
Le acompañamos Manuel Peña Taveras, secretario del Ateneo de Granada y compañero del Grupo Letraheridos del Hospital al que ambos pertenecen, e Inmaculada López Melguizo, autora de esta crónica, como bibliotecaria facultativa y coordinadora del Taller de escritura de dicho centro.
Tras dar la bienvenida a los presentes, ya incondicionales del autor, pese a la tormenta veraniega que precedió al acto y los múltiples actos convocados simultáneamente en la ciudad, agradecí como bibliotecaria públicamente el apoyo del autor a un centro público por contribuir a revalorizar el papel de la biblioteca como agente de dinamización cultural.
Manuel Peña presentó bio-bliográficamente al autor destacando su personalidad polifacética pues es autor de poesía, prosa, teatro, ensayo, artículos periodísticos y mencionó los numerosos galardones tanto nacionales como internacionales que ha recibido. No olvidemos que es un autor que tiene el mismo o más reconocimiento dentro como fuera de nuestras fronteras.
Tras destacar el valor de la poesía como lenguaje de creación en palabras de Vicente Huidobro, analicé los temas presentes en el libro y la maestría del autor al elegir una tercera persona (lo más habitual hubiese sido hacerlo en primera persona para darle más fuerza) pero el autor prefirió esta voz narrativa dándole la posibilidad de sacar el foco fuera de él mismo de forma muy acertada. Comenté la presencia de temas recurrentes en poesía de forma holística como son el descubrimiento al mundo, el amor, la muerte, las tradiciones o cuestiones trascendentales de la vida. Mencioné igualmente la similitud de este poemario con una entrevista que le hicieron a Lorca donde confesó que el vivir en plena naturaleza le llevó a una conexión extraordinaria con ella. Y como gracias a su imaginación y personificación pudo establecer un diálogo con elementos de la naturaleza como los chopos, la yedra, las rocas, etc. Esta sensibilidad y particular manera de interactuar con el medio es propia de personas con una extrema sensibilidad y precisamente, es algo que encontraremos en este poemario donde la naturaleza y el entorno asturiano son no solo hogar sino también escuela para el autor.
Comenté igualmente como en la elección del título vuelve a utilizar ese binomio fantástico de Rodari en el que une de forma sugerente dos conceptos abstractos. Ya lo hizo con el poemario anterior “En algún lugar de las palabras”.
Expuse como el poemario aborda la infancia de una forma metaliteraria en sí misma porque los tiempos verbales y los adjetivos van conformando la evolución del ser humano que es el autor. Comenté igualmente como el niño del poemario es un niño con rasgos de adulto que observa, se cuestiona y reflexiona con madurez. Pero insistí en que el tema del libro no es solo la infancia porque es una reflexión casi filosófica de la trayectoria de cualquier ser humano.
Destaqué como el poemario se articula en tres partes introducidas por una citas significativas y muy oportunamente elegidas de Banville, Jung y Borges. Dando coherencia de significado a cada una de las partes en las que se articula.
Comenté como la infancia es un mundo en construcción, y el niño se acerca al mundo con una mirada abierta donde todo es posible. Al poeta le pasa algo parecido. Porque la semilla debilitadora de la razón aún no entra en juego y cuando lo hace lo hace con una sutileza progresiva según va madurando la voz narrativa.
En el siglo XX la poesía española tiene referencias inolvidables a la infancia como es el caso del Niño yuntero o la menos conocida Balada de Caperucita de Lorca. Igualmente se destacaron figuras femeninas que han abordado la infancia de formas muy diferentes (desgarradoras en unos casos y reflexivas en otras). Se mencionó a Ángeles Mora, Isabel Bono, María Alcantarilla o Alba Flores entre otras. Fue intencionado que se diera voz a figuras femeninas actuales básicas para comprender la visión de este poemario.
Traté de presentar brevemente cada una de las partes del libro. De la primera parte destaqué las imágenes potentes de esa infancia en un entorno rural (de sabañones, ritos, rezos, de ese descubrir el mundo que le rodea). Y eligí el poema XLII como ejemplo. De la segunda parte, iniciada con una cita de Carl Gustav Jung destacó esa ambivalencia que empieza a haber entre el niño y el adulto que conviven en el autor y por supuesto en el poemario. Y por último una tercera parte donde destacó como el autor interroga y se cuestiona todo regido ya por un idealismo vencido, apoyado con la lectura del poema LXXXIV
A continuación tomó la palabra el autor, Chema Cotarelo, que acompañado de una proyección consiguió que el público se trasladara al Taramundi de su infancia. El público conmovido revivió la infancia de Chema como propia, identificándose con muchas de las experiencias narradas. Tras introducir el origen del poemario, nos deleitó recitando magistralmente una selección de sus poemas. No todos los poetas pueden presumir de una dicción y una exquisita declamación como la que posee el autor.
Para finalizar, se abrió un turno de preguntas donde el público asistente planteó cuestiones sobre la obra y el autor. El ambiente fue tan distendido y se sintieron tan identificados que, una vez más a través de la literatura volvió a tejerse una red mágica de complicidad y un diálogo de tú a tú entre el autor y sus lectores. Creo que la magia de un buen libro y los lazos que se crean con la lectura y en este caso con la poesía no pudieron dar mejores frutos en una tarde de junio.