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(Redacción Centro Gabo)
Pocos saben que el precedente más inmediato a la creación del Festival de la Leyenda Vallenata se dio en Aracataca en el año de 1966 y fue obra de Gabriel García Márquez con su amigo Rafael Escalona. Gabo había llegado a Colombia para asistir al Festival Internacional de Cine en Cartagena. Allí se encontró con Escalona, uno de los grandes compositores de la historia del vallenato, y le preguntó por las nuevas canciones que habían sido creadas en su ausencia. Como una forma práctica para actualizarlo, Escalona lo invitó a Aracataca para que oyera a todos los conjuntos que él pudiera convocar en la región. Así fue como Aracataca se llenó de acordeoneros y juglares que entonaron sus nuevas composiciones. Al día siguiente, la periodista Gloria Pachón, corresponsal del periódico El Tiempo, publicó una nota titulada “Gran Festival vallenato en Aracataca”.
El vallenato sería por siempre un género musical que acompañaría a García Márquez por el resto de su vida. Cuando la Academia Sueca anunció que era el ganador del Premio Nobel de Literatura, en 1982, Gabo no dudó en llevar a la ceremonia del premio a varios conjuntos vallenatos que entibiaron con su voz y el acordeón el frío invernal de Estocolmo.
Compartimos nueve reflexiones del escritor cataquero en torno a este género musical del Caribe colombiano:
1. La lengua del acordeón
No sé qué tiene el acordeón de comunicativo que cuando lo oímos se nos arruga el sentimiento.
“Punto y aparte”.
El Universal, mayo de 1948.
2. Canciones de gesta
En Colombia existe un género de música que se llama vallenato, oriundo de la región que lleva ese nombre. Es más o menos de la estirpe del son y del merengue dominicano. Originalmente, hace muchos años, fue una canción de gesta, es decir, cantaba un acontecimiento real. Los autores de vallenatos pasaban por un pueblo, conocían un acontecimiento y lo divulgaban cantando por toda la región. Después, con el tiempo, se popularizó y ya hay una producción comercial, paralela a la producción natural. El hecho de que sean canciones que cuentan hechos reales me dio la idea de Cien años de soledad.
“García Márquez y la música”.
Revista Opina, 1984.
3. Cuentos cantados
En Aracataca, cuando ya tenía la pasión de que me contaran cuentos, vi, muy niño, el primer acordeonero. Los acordeoneros que salían de la provincia de Valledupar, que aparecían en Aracataca contando las noticias de su región. Y recuerdo haberlo visto la primera vez porque era un viejito que estaba sentado en una especie de feria que había en Aracataca y tenía el acordeón puesto en el suelo al lado de él y yo no sabía qué instrumento era, qué cosa era eso. Y me quedé ahí esperando a ver qué era, hasta que de pronto él sacó su acordeón y ahí conocí el acordeón, porque el acordeón no es un instrumento autóctono de Colombia. No lo había visto. Lo vi, y entonces el hombre empezó a cantar un cuento, a contar una historia. Y para mí fue una revelación, cómo se podían contar historias cantadas, cómo se podía saber de otros mundos y de otros países y de otras gentes a través de las cosas que contaban cantado.
“Entrevista radial a Gabriel García Márquez”.
Caracol Radio, mayo de 1991.
4. Vallenatos que narran como las abuelas
Mis influencias, sobre todo en Colombia, son extraliterarias. Creo que más que cualquier otro libro, lo que me abrió los ojos fue la música, los cantos vallenatos. Te estoy hablando de hace muchos años, cuando el vallenato apenas era conocido en un rincón del Magdalena. Me llamaba la atención la forma cómo ellos contaban, cómo se relataba un hecho, una historia, con mucha naturalidad. Esos vallenatos narraban como mi abuela.
“Entrevista a Gabriel García Márquez. El viaje a la semilla”.
El Manifiesto, septiembre y octubre de 1977.
5. La importancia de la Escuela Sabanera
Lo más importante de la historia del vallenato es cuando surge la Escuela Sabanera del departamento de Bolívar. Anteriormente solo se conocían la escuela del César y la de La Guajira. Pero lo que verdaderamente innova a esta música es la escuela sabanera. Que podríamos llamar sinuano–sabanera, que yo encuentro que es muy auténtica y muy ortodoxa.
“Cuando Escalona me daba de comer”.
Revista Coralibe, abril de 1981.
6. El vallenato urbano
El vallenato urbano es algo que no es posible impedir. No se puede impedir que una cosa evolucione, como no se puede impedir, por ejemplo, que el lenguaje evolucione. Porque entonces estaríamos escribiendo como en la Edad Media. La vida no la para nadie. Si hay acordeoneros y compositores que viven en la ciudad, entonces sus vivencias y experiencias son urbanas y a ellas tienen que referirse. El vallenato siempre está remitido a su realidad. Ella es su servidumbre. Ese es su destino.
“Cuando Escalona me daba de comer”.
Revista Coralibe, abril de 1981.
7. Contra la academización del vallenato
A mí lo que me preocupa es la tendencia que hay hoy de academizar el vallenato: hacer la academia del vallenato para decir cuál es legítimo y cuál no lo es. Eso es lo que le critico a la Real Academia de la Lengua: tiene preso al idioma, es una academia de policía que agarra las palabras y las pone presas, y las que no están ahí dentro no se pueden usar. No podemos hacer lo mismo con el vallenato. El lenguaje lo hace la vida, lo hace la calle y el vallenato lo está haciendo la gente.
“Gabo habla del Caribe”.
Fundación Ernesto McCausland, 1994.
8. Cien años de soledad: un vallenato de 450 páginas
¿Qué es Cien años de soledad? Pues, no es más que un vallenato de 450 páginas, realmente eso. Lo que hice con mi instrumento literario es lo mismo que hacen los autores de vallenato con sus instrumentos musicales. Solo que yo lo hice con unas posibilidades literarias más evolucionadas, porque una novela es un producto más culturalizado, pero el origen es el mismo.
“García Márquez y la música”.
Revista Opina, 1984.
9. Francisco el Hombre, reemplazo de Melquíades
Hay un personaje en Cien años de soledad, que es Francisco el Hombre. Durante mucho tiempo yo estuve dudando si en vez de Melquíades, introducía a Francisco el Hombre, es decir, que Cien años de soledad fuera narrada por alguien, como efectivamente es narrada en sánscrito por Melquíades. Y durante mucho tiempo estuve dudando si no podría ser mejor que fuera cantada por Francisco el Hombre.
“Amnistía es sólo parte de la paz”.
El Mundo y Caracol Radio, octubre de 1982.