El regreso de un genio, de un creador, de una sensibilidad pocas veces vista en la animación, siempre es una noticia a celebrar.
En esta nueva obra maestra (inspirada en una novela de Genzaburo Yoshino), Miyazaki nos regala su propia versión de Alicia en el País de las Maravillas. En la emocionante trama de ‘El chico y la garza’, Mahito se aventura en un mundo paralelo y fantástico, buscando devolver a su madre a la vida. Pero finalmente, en ese viaje lo que logra es hacer las paces con su pérdida y resolver su duelo, en una maravillosa historia de coming of age (género cinematográfico que se centra en el crecimiento personal del protagonista, generalmente adolescente).
La ¿última? cinta del genio japonés gira alrededor de la muerte, el duelo infantil, y de la búsqueda de recursos para encontrar consuelo y seguir adelante: Mahito, un niño de 12 años, perdió a su madre en un incendio, en plena Segunda Guerra Mundial. Una escena de apertura del film que apuesta por un realismo sorprendente, desde las ensordecedoras sirenas antiaéreas hasta el trágico resultado provocado por el fuego. Ya en su nueva vida lejos de Tokyo, con su padre casado de nuevo con la hermana de su fallecida esposa, Natsuko, y esperando una nueva criatura, Mahito descubrirá una torre abandonada y en ruinas escondida en la finca familiar. Una garza gris fuera de lo común rondará constantemente al niño, hasta que un día Natsuko desaparece, y la garza, una criatura muy fuera de lo común, lo desafiará a aventurarse en la torre abandonada, y rescatar no sólo a Natsuko, sino también a su madre, quien según la garza está con vida y atrapada en ese universo misterioso, en el que caben periquitos gigantes, puertas por las que transitar en el espacio-tiempo, pelícanos hambrientos y unas adorables criaturas llamadas warawara, que se hinchan como globos y flotan hasta nuestro mundo para nacer como seres humanos. La película no traza una cuidadosa continuidad de realidades alternativas con historias y canon coherentes. En su lugar, traza los contornos de un sueño. Mahito se aventura en este mundo desconocido con el objetivo de traer a su madre de vuelta al mundo de los vivos, pero en el proceso se reconciliará con la pérdida y hará las paces con su nueva vida.
Miyazaki es probablemente el animador japonés más importante de los últimos 50 años. Es conocido por su perfecta capacidad para combinar representaciones realistas del mundo natural con personajes y situaciones fantásticas en películas como «La princesa Mononoke» (1997), «Spirited Away» (2001) y «El castillo ambulante de Howl» (2004). También posee un agudo sentido de la tragedia unido a un optimismo duramente ganado sobre las posibilidades humanas; los mundos de Miyazaki son detallados, maravillosos y agridulces.