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La Casa de Tucumán: donde nació una nación (y la historia olvidada de su dueña)

Este 9 de julio, mientras Argentina celebra su independencia, la Casa Histórica de Tucumán resurge como símbolo de aquel grito libertario de 1816. Entre sus muros, las Provincias Unidas del Río de la Plata rompieron cadenas. Pero pocos recuerdan que ese escenario épico pertenecía a una mujer: Francisca Bazán de Laguna, matriarca de 72 años que abrió las puertas de su hogar para hacer historia.

Francisca, nacida en 1744 en cuna de conquistadores, heredó la residencia señorial construida en 1760. Tras enviudar en 1806, administró con firmeza su patrimonio y crió a su extensa familia en San Miguel de Tucumán. Su casa –austera, de patios amplios y única columna barroca en la entrada– ya mostraba las huellas del tiempo cuando los congresales llamaron a su puerta.

Ferviente patriota (su hijo Nicolás Laguna Bazán fue héroe de la Revolución de Mayo y tres veces gobernador), Francisca cedió el espacio clave para el Congreso: un refugio estratégico lejos de Buenos Aires y de las fuerzas artiguistas, pero cerca de aliados. Mientras los diputados debatían, sus pisos de ladrillo crujían bajo el peso de la historia.

Tras la Declaración de Independencia, la casa inició un viaje azaroso que marcó su transformación: Ya en 1812, durante los ecos de la Batalla de Tucumán, fue alquilada por Juan Venancio Laguna (hijo de Francisca) para servir como alojamiento militar y almacén de guerra, obligando a la familia a replegarse al terreno contiguo. Cinco años después, en 1817, el edificio fue cedido al ejército para funcionar como imprenta, oficina de telégrafos y juzgado federal. El deterioro progresivo culminó en 1869, cuando el fotógrafo Ángel Paganelli capturó su estado ruinoso en imágenes que conmocionaron a la nación y despertaron la conciencia sobre su abandono.

Transformaciones y restauraciones

  • 1874: El Estado adquiere la propiedad a las bisnietas de Francisca.
  • 1876: Bajo Avellaneda, la fachada barroca es reemplazada por un frente neoclásico.
  • 1904: Roca ordena construir un templete afrancesado, naciendo el mito de la «Casita de Tucumán».
  • 1941: Es declarada Monumento Histórico Nacional.
  • 1943: El arquitecto Mario Buschiazzo derriba añadidos y reconstruye la fachada original con ladrillos y tejas idénticos a los de 1816.

Hoy, al recorrer sus patios, aún resuenan los pasos de Francisca Bazán: la mujer que prestó su hogar para que otros firmaran la libertad. Su gesto silencioso nos recuerda que la independencia se forjó no solo con discursos, sino con puertas abiertas y confianza en un futuro compartido.

Mientras la bandera ondea este 9 de julio, valdría preguntarse: ¿Cuántas Franciscas quedaron fuera del bronce, pero dentro de la verdadera trama de la patria?

Cada restauración de la Casa de Tucumán ha sido un acto de justicia histórica. Primero, devolviéndole su rostro original. Ahora, rescatando del olvido a quien la habitó: una tucumana que entendió que algunas casas están hechas para cambiar el mundo. 🏡✨

¿Sabías? Las columnas salomónicas de la entrada original –únicas en todo el edificio– eran símbolo de sabiduría… como la de Francisca al ceder su espacio a la historia.

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