En la vasta galería de próceres argentinos, Martín Miguel de Güemes ocupa un lugar singular. No fue un general de salón ni un político de discursos grandilocuentes, sino un líder surgido de la tierra, un caudillo que entendió como nadie el valor de su gente y la geografía de su patria. Su rol en la Guerra de Independencia fue decisivo, y su figura, mitificada por la cultura popular, sigue encarnando el coraje y la rebeldía del norte argentino.
Nacido en Salta en 1785, Güemes creció en una familia acomodada pero nunca se distanció de los gauchos y campesinos que más tarde serían la base de su ejército. Cuando las Invasiones Inglesas (1806-1807), mostró su arrojo al participar en la reconquista de Buenos Aires, incluso liderando una carga de caballería… ¡a bordo de un barco capturado! Sin embargo, su verdadero legado se forjó en las guerras por la independencia.
Mientras el Ejército del Norte libraba batallas en el Alto Perú, Güemes comprendió que la clave para frenar el avance realista no estaba en grandes enfrentamientos, sino en la guerra de guerrillas. Con sus Infernales —gauchos hábiles en el monte, armados con lanzas, boleadoras y un conocimiento profundo del terreno— hostigó una y otra vez a las tropas españolas, cortando sus suministros y desgastándolas. Entre 1814 y 1821, Salta y Jujuy se convirtieron en un muro infranqueable gracias a esta resistencia.
Sin su estrategia, la independencia argentina habría estado en grave peligro. San Martín lo sabía: mientras el Libertador preparaba el Cruce de los Andes, confió en que Güemes mantendría segura la frontera norte.
Güemes no solo fue un militar brillante; también fue un líder político que desafió a las elites salteñas. Como gobernador de Salta, implementó reformas que beneficiaron a los humildes, lo que le granjeó la animadversión de los poderosos. Su alianza con los gauchos —a quienes eximió de impuestos a cambio de su servicio militar— fue revolucionaria para la época.
Sin embargo, su final fue amargo. Traicionado por sectores acomodados que conspiraron con los realistas, fue herido en una emboscada y murió el 17 de junio de 1821, a los 36 años. Sus últimas palabras, según la tradición, fueron: «¡Viva la Patria!».
La figura de Güemes trasciende los libros de historia. En el norte, es un símbolo de identidad: sus hazañas se narran en canciones, obras teatrales y hasta en el cine. El Día del Paso a la Inmortalidad de Güemes (17 de junio) lo recuerda toda la nación.
En el imaginario colectivo, Güemes es el «héroe gaucho», un puente entre la historia oficial y la épica popular. Mientras otros próceres se inmolan en estatuas rígidas, él cabalga en el folklore, en la voz de los copleros y en el orgullo salteño.
Hoy, en un país que a veces olvida a sus héroes más auténticos, Güemes nos recuerda que la independencia no se ganó solo en los campos de batalla famosos, sino también en los montes tucumanos y salteños, donde un puñado de gauchos, liderados por un hombre de pueblo, escribió una página imborrable de nuestra libertad.