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110 años del nacimiento de Orson Welles, el genio inconforme que cambió el cine para siempre.

Cuando Orson Welles irrumpió en Hollywood con Ciudadano Kane en 1941, el cine dejó de ser el mismo. Con apenas 25 años, este enfant terrible de Wisconsin revolucionó el lenguaje cinematográfico con una audacia que todavía hoy nos asombra. Su legado, marcado por la innovación constante y una lucha titánica por la independencia creativa, sigue siendo faro para generaciones de cineastas.

Welles abordó el cine como un campo de experimentación infinita. En Ciudadano Kane, su obra maestra, introdujo técnicas que transformaron para siempre la narrativa fílmica. Junto al genial director de fotografía Gregg Toland, desarrolló el uso expresivo de la profundidad de campo, permitiendo que varios planos de acción ocurrieran simultáneamente con claridad impactante. Aquella memorable escena donde vemos al pequeño Kane jugando en la nieve al fondo mientras sus padres discuten su futuro en primer plano no fue solo un alarde técnico, sino una nueva forma de contar historias visualmente.

Su aproximación a la estructura narrativa fue igualmente revolucionaria. La historia de Charles Foster Kane se nos revela a través de fragmentos, flashbacks y múltiples perspectivas, rompiendo con la linealidad tradicional del cine clásico. Este enfoque, que hoy nos resulta familiar gracias a cineastas como Tarantino o Nolan, fue en su momento un terremoto creativo.

Antes de conquistar el cine, Welles ya había dejado su huella en el teatro y la radio. Su producción de Macbeth para el Federal Theatre Project en 1936, con un elenco completamente afroamericano y ambientada en Haití, demostró su audacia escénica y su compromiso social. Pero sería su adaptación radiofónica de La Guerra de los Mundos en 1938 la que lo catapultaría a la fama, generando un pánico masivo que reveló su genio para manipular la percepción del público a través del sonido y la narrativa.

La relación de Welles con Hollywood fue siempre tempestuosa. Tras el relativo fracaso comercial de Ciudadano Kane (saboteado por el magnate William Randolph Hearst) y la mutilación de su segunda obra maestra, El Cuarto Mandamiento, Welles optó por el exilio europeo. Allí rodaría algunas de sus obras más personales, como Otelo y Campanadas a Medianoche, demostrando que su genio podía florecer incluso con presupuestos mínimos.

Hoy, cuando revisamos filmes como Sed de Mal o Campanadas a Medianoche, entendemos por qué Welles es considerado uno de los más grandes innovadores del cine. Su influencia se extiende desde Scorsese hasta Paul Thomas Anderson, desde el cine de autor europeo hasta las series de televisión más ambiciosas. Aunque murió en relativo olvido, su obra ha sido reivindicada con creces, demostrando que el verdadero arte trasciende las limitaciones de su tiempo.

Como el mismo Welles solía decir: «El enemigo del arte es la ausencia de límites». Y en su caso, esos límites nunca existieron. Su cine sigue hablándonos, desafiándonos, recordándonos que el séptimo arte es, ante todo, un territorio de libertad absoluta.

 

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