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Nada es igual. Memoria de Vega de Zarza.

Por Ramón García

 

Taramundi es un municipio del occidente asturiano rayano con Galicia. No se nos conoce por haber sido cuna de personajes ilustres en la historia de España salvo el reconocido maestro Manuel Lombardero y algún que otro emigrante destacado que dejó el terruño para hacer fortuna en el nuevo mundo, pero si hemos aportado historias humanas que contribuyeron a construir el carácter y la cultura de esta pequeña parte del universo o del paraíso llamada Taramundi.

Pero para ser concisos vayamos por partes, a la entrada del municipio viniendo de Galicia, la “raya” como la conocían los abuelos, nos encontramos con la aldea de Vega de Zarza cuyo nombre tiene toda la impresión de ser una mala traducción de “Veiga da Sarza”. Decía mi omnipresente amigo “ o Roxo”, lector empedernido que elevó la lectura a la categoría de vicio, que realmente Veiga da Sarza se debería haber traducido por “Vega del Sauce”, que tiene mucha más lógica por ser una vega húmeda donde los sauces encontrarían el lugar idóneo para crecer y expandirse.

 

 

Hoy se nos reconoce como una aldea aceptablemente restaurada y un núcleo de turismo rural en auge, que destaca por ofrecer probablemente una calidad reconocida por aquellos que nos visitan y disfrutan repitiendo la experiencia.

Nuestra historia; nuestra querida historia, dice que somos uno de los primeros referentes de las ferrerías de Taramundi o Attalamundus como así se nos conocía hasta el siglo XVI. Ya se menciona Veiga da Sarza en una partida bautismal de 1596 en la que se impone el sacramento a Domingo “hijo del Ferreiro” de la ferrería que allí existía y cuyos recuerdos llegan a mi infancia donde quedaban restos del ingenio justo a la entrada de lo que hoy es el puente del “Molin de Corveiras”.

Puede que nuestra humilde historia no nos hace mejores, pero nos ayuda a tener otra perspectiva del universo y de la vida. Probablemente el tener un “antecesor” llamado Domingo parece habernos impregnado de una personalidad religioso/festiva, enfocada por un lado a tomarnos la vida como si de un día festivo se tratara y por otro lado, a consagrar los fines de semana y festivos a la adoración y sacrificio de lo divino,(“A este néctar que suelo llamar yo néctar divino, y al que otros llaman vino, porque nos vino del cielo…”) y particularmente a Baco, ya que la mayoría de los “ferreiros” no eran precisamente de secano.

 

 

En 1970 Veiga da Sarza seguía siendo el “área industrial” de Taramundi formada por 6 herrerías (Arturo, Primitivo, Alejandro, Amancio, Eduardo y Alfonso) y un molino regentado por Dionisio, que probablemente fue el primer aspirante a poeta que vivió en el concejo. Atrás ya había quedado un mazo romano y más atrás aún, una fundición, de la que solo llegó a nuestros días la escoria que todavía hoy podemos encontrar en algunas paredes y en los aledaños de la “presa do mazo” de la que quedan escasos restos.

Describir esta pequeña aldea en 1970 es describir un aluvión de sensaciones y emociones personales, difíciles de trasladar al papel para que el lector se aproxime a la realidad de aquella época y que, a buen seguro se repite en otros rincones de Taramundi.

Probablemente lo más sencillo es describir el momento económico que se vivía; la palabra “pobreza” se queda corta y probablemente decir “miseria material” hace más justicia. Claro que la “miseria” normalmente se describe cuando vivimos una situación mejor como hoy vivimos, pero en aquellos tiempos no conocíamos otra vida mejor, es más, creíamos que lo teníamos todo: un molinero loco, Dionisio, que probablemente era el más cabal de la aldea, recitando versos libres de su ocurrencia, hoy serían versos de autor, en los que cada dos o tres semanas afloraba un pareado, o bien, cuando la inspiración no fluía recurría a Espronceda y su “Desesperación” cuyos versos, particularmente los censurados, todo el pueblo los recitaba de carrerilla a fuerza de escuchárselos a Dionisio.

Salvando la distancia a favor de Dionisio, él pertenecería a la corriente Aristotélica de los Peripatéticos ya que nos deleitaba con sus trovas y reflexiones en la senda que transcurría entre el molino y la Taberna da Lexa dónde bebía y vivía la inspiración y perdía el tiempo, pero ganaba la vida.

La Taberna da Lexa era el lugar de tertulia, risas y retranca, era nuestro pequeño “Café Gijón”, cuando allí coincidían Alfonso y Venancio da Garda el espectáculo estaba asegurado. Se hablaba de todo y se reían de todo. No había tema que ellos no tocaran con gran ingenio y maestría. Se hablaba de política sin censura y obviamente que allí se creaban corrientes de opinión como si de un consejo editorial actual se tratara. Eran a la vez el “Sálvame” y el “Xplica” actual, mezclado con humor y mucha retranca.

El otro punto de encuentro era la ventana de “Bodega de Alfonso”. Allí hacían corro los personajes más disparatados de la zona, venían de distintos pueblos al molino con sus yeguas y los tiempos de espera era en esa ventana. No había ni un solo momento en todo el día que esa ventana no estuviese ocupada. Sin duda era una ventana con un claro rol de confesionario. Dentro “el padre” Alfonso en su papel de confesor y a la vez y por la calle, Dionisio paseando y dando voces para recargar pilas en Taberna da Lexa. Un espectáculo digno de salvar del olvido.

Alfonso “el confesor”, probablemente era poseedor de la mejor retranca que he conocido. Espero no tener en cuenta que era mi padre para hacer esta valoración Él era ocurrente, rápido, preciso, hábil en el manejo del momento y con un sentido del humor digno del mejor estilo inglés. De esas charlas salían los temas que al atardecer se “tratarían” con más profundidad en “Taberna da Lexa” alrededor de una o de varias jarras de vino, según el día.

De la Bodega de Alfonso recuerdo con mucha nitidez detalles que jamás pasarán al almacén del olvido; en el armario de la entrada había libros y revistas, los calendarios de Liga con seguimiento especial al Oviedo de Langara y, sobre todo, al Atlético de Bilbao de Zarra, Venancio, Gainza, Iriondo y Panizo. Ahí es nada… y recuerdo sobre todo la biografía de Caryl Chessman, la que he leído varias veces y nunca ha dejado de impresionarme. Caryl no fue un hombre ejemplar, fue un criminal confeso, pero su evolución vital en la cárcel sigue siendo fascinante, a pesar de haber muerto ejecutado en la silla eléctrica como probablemente se había merecido en su juventud…

Así era Veiga da Sarza, por eso digo que “Nada es Igual”. De 50 vecinos pasamos a ser ¡ sólo 4!, pasamos de ser pobres de solemnidad a tener un nivel diferente ya que somos más ricos que los pobres y mucho más pobres que los ricos.

Somos probablemente menos felices y espiritualmente más pobres, pero ojalá sigamos conservando un poco de aquella fina retranca y también una pizca de aquella sana locura, para que la memoria de aquellos que nos dejaron esa heredad, siga manteniéndose, como muestra de afecto hacia ellos, viva.

 

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