Por Luis Hernan López
Periodista/Escritor
La mágica atmósfera de Capilla del Monte fue escenario de uno de los amores (teñido de diferentes matices, entre la bella capillense y el afamado artista porteño) que le terminaron dando origen a la letra del tango “Gricel”. Ella, una hermosa y cautivante mujer, de carácter duro, que desafió costumbres y mandatos de mediados del siglo pasado para entregarle la llave de su corazón a un hombre casado y con hijos.
Él, un bohemio y engominado poeta que quedó enredado en la telaraña de la nostalgia y del amor prohibido que les profesaba a los ojos más hermosos que iluminaban el Valle de Punilla.
En los vaivenes de su corazón eclipsado, José María Contursi, entre tragos de whisky y el humo del mejor tabaco que corría en la madrugada de los afamados bares porteños, dejó deslizar la pluma y con tinta de su sangre ardiente escribió el tango “Gricel”, en honor a su amada.
El mundo del tango y de la familia de Contursi, jamás supieron para quién era dedicado, y fue una sorpresa, cuando décadas después confesará los destinos de los destellos de la prodigiosa letra.
Para los expertos de la música ciudadana, el tango “Gricel” es el resumen que refleja el “amor y la pasión” de una relación tan clandestina como prohibida.
Flechazo, encuentros, desencuentros y una boda que tuvo que esperar 32 años.
Bautizada como Susana “Gricel” Viganó
Influenciada por la luna de Aries, Susana “Gricel” Viganó, nació un 15 de abril de 1920 en el barrio porteño de San Cristóbal. Era hija de Egidio Viganó y Maruca Anderson.
Su madre de origen alemán le terminó transmitiendo a su hija los genes rudos, inexplorables, acerados, pero cargados de un tinte de nobleza y finura que hacían de “Gricel” una mujer de una belleza única.
Aquejado por los problemas pulmonares que se agravaban por la densa humedad porteña, Egidio Viganó, decide trasladar a su familia a Capilla del Monte por consejo de su médico, quien le sugirió buscar un clima más amable en las sierras cordobesas.
La propia musa inspiradora del afamado tanguero, confesaría años más tarde el duro impacto que tuvo ese cambio, sin embargo de a poco comenzó a enamorarse de Capilla del Monte y su entorno.
En la ciudad norteña del Valle de Punilla, “Gricel” extrañaba a sus amigas pero se entretenía trabajando en la estación de servicio Texaco que explotaba su padre. Aseguran que la bella joven se colocaba a diario el riguroso mameluco blanco, para despachar combustible y hacer amistad con los choferes de los colectivos que unían la ciudad de Córdoba con Cruz del Eje y La Rioja.
También tomaba clases de piano con la señora Dolly C. de Nuvolone, también porteña y radicada en esa ciudad con su marido quien colaboraba con Egidio Viganó. La hija de la señora de Nuvolone, amiga de Gricel, es hoy una renombrada pintora radicada en la ciudad de Córdoba.
Un dandy con “sangre de tango”
Hijo del famoso compositor de tango, Pascual Contursi, cuyas letras eran interpretadas por el mismo Carlos Gardel, José María Contursi nació en Lanús, el 31 de octubre de 1911.
Su madre, Hilda Bríamo, era una admiradora de primera línea de su marido, con quien contrajo matrimonio el primer mes de 1911.
José María Contursi heredó en forma innegable las dotes de letrista del tango. Cursó el secundario en el Colegio San José. Creció durante su adolescencia dentro del círculo de amigos de su padre en donde abundaban las referencias al tango y a la vida bohemia de principios de siglo. Dentro de esta vida bohemia cultivaba la afición al turf (fue propietario de caballos de carrera), a los romances y al club de fútbol San Lorenzo de Almagro.
También fue locutor de Radio Stentor en Buenos Aires, crítico cinematográfico en distintos diarios, como El Líder, funcionario del Ministerio de Agricultura, secretario de SADAIC.
Pascual Contursi, fue el creador del célebre tango “Mi noche triste”, dando origen así al tango-canción. “Katunga”, como solían llamar a José María, atesoró ese enorme legado de su padre y se convirtió en un letrista destacado en la época dorada del tango.
En una entrevista realizada años atrás por Clarín, el investigador y miembro de la Academia Nacional del Tango, Nicolás Sosa Bacarelli, dijo: “Contursi era dueño de un lirismo y un lenguaje puro y refinado, fue ante todo un poeta romántico. Le cantó al amor, al desamor, al abandono, en épocas en las que todavía se miraba de reojo a un hombre que osaba deslizar una caricia o una lágrima por una mujer. En este contexto, Contursi retomó la línea temática que su padre inauguró con ‘Mi noche triste’ y que fue objetada por Borges años más tarde. El cruce entre la obra de Pascual Contursi y la añoranza borgeana de un tango pícaro, reo y desprovisto de sentimentalismos, ya es un pasaje clásico en la historia del desarrollo de la cultura nacional”.
Aquel encuentro casual que marcaría sus vidas
Con poco más de 22 años, José Maria Contursi, contrajo matrimonio con Alina Zárate, quién le dió al famoso cantor 4 hijos y permaneció junto a él hasta que una penosa enfermedad le produjo la muerte en la década de los ´60.
El “Duque de la noche porteña” nunca abandonó la gomina, el whisky ni la nostalgia de los bares, donde los afamados cantantes y poetas se juntaban para remembrar, sus amores imposibles, los desengaños y las traiciones de mujeres casadas, que se habían alejado a otro continente o despechadas se habían encerrado en claustros para siempre.
Hasta ahí, las balas de amores imposibles para José María Contursi eran poesías sórdidas, muy alejadas de la realidad que lo rodeaba.
Era febrero de 1935, cuando a Capilla del Monte llegó una carta cuyas remitentes eran las hermanas Nelly y Gory Omar y que invitaban a su amiga Susana “Gricel” Viganó a reunirse con ellas en Capital Federal, donde harían una presentación a dúo en vivo en radio Stentor. “Gricel” llegó en tren, acompañada por su madre, la alemana Maruca Anderson.
Casualidad, destino, o como se le quiera llamar, el locutor de esa radio y presentador de las hermanas Omar era José María Contursi.
El hechizo entre ambos fue fulminante y en ese momento y en ese escenario comenzaba a escribirse una de las historias de amor teñido con ribetes novelescos, donde la pasión, el amor y el dolor se conjugaron en un solo verbo.
La niña que descubrió a su amor imposible
Ese día José María Contursi había vestido zapatos de charol, pantalón negro, sostendo por dos tiradores del mismo color y una inmaculada camisa blanca. Peinaba a la gomina.
“Gricel”, llevaba puesta una pollera de color natural y zapatos al tono.
Aseguran que la niña de tan sólo 15 años de edad quedó flechada cuando él tomó sus manos y las besó con pasión, luego que las hermanas Omar los presentaran.
Esa flecha de primera vista, persiguió a Gricel, mientras duró su estadía en Capital Federal y nunca la pudo arrancar, aún distanciándose de aquel dandy por centenares de kilómetros.
Los estudiosos de la vida de los principales protagonistas, aseguran que los días de la joven en Buenos Aires fueron pocos pero vertiginosos. Cafés, restaurantes y negocios de la Avenida de Mayo eran visitados en forma permanente por las hermanas Omar.
A partir de ese encuentro, “Gricel” no volvió a ser la misma. La imagen de aquel hombre de impecable figura cuyas melodías sonaban en las vitrolas de bares y restaurantes, flotaba sobre su habitación y cada noche se posaba en su corazón cristalino.
Tampoco fue la misma “Gricel” al regresar a Capilla del Monte. La nostalgia de su amor imposible se reflejaba en los amaneceres, cuando los primeros rayos de sol golpeaban el cerro Uritorco o los últimos que se despedían en la Cuchilla Nevada.
Tocar el piano ya no era su prioridad, como tampoco lo eran las extensas charlas con colectiveros y camioneros que pasaban por la estación de servicio de su padre.
“Gricel” era dueña de una belleza única. A sus 18 años ya había ganado todos los concursos de belleza que se presentaba y los ramos de flores viajaban diariamente a su conquista.
Una enfermedad y tres años de ausencia
Habían pasado tres años de aquel flechazo, cuando José María Contursi no lograba superar una fiebre intestinal. Contursi recibió el clásico consejo médico de aquellos años: los aires de las sierras de Córdoba. Las hermanas Omar le dijeron entonces: «¿Te acuerdas de Gricel? Vive en Capilla del Monte, en plenas sierras cordobesas».
El sólo nombre de esa mujer bella, le hizo adelantar el viaje y hospedarse en la hostería La Atalaya de la familia Viganó.
En su viaje, el tanguero había dejado atrás una esposa, dos hijos, su afición por las faldas femeninas, su amor por el turf y por su San Lorenzo querido.
Pero nada le importaba, la joven “Gricel” no tardó en rendirse y caer en sus brazos y deslumbrarse para siempre con aquel hombre que le había robado su alma pura.
Por cuatro largos años, la doble vida de José María Contursi, le hacían emprender largos viajes hacia Capilla del Monte con estadías no menos cortas.
El poeta volvió en otras ocasiones a encontrarse con su “amor imposible de juventud”, como él mismo le diría a su hija Alicia, muchos años después.
En Capilla del Monte lo esperaban el amor, la frescura de la piel de Gricel. En Buenos Aires su esposa, sus hijos, la bohemia de las noches porteñas, el tango y una carrera gloriosa. Probablemente, atormentado por los remordimientos, en 1942 se despide para siempre de su “amor prohibido”.
Un corazón solitario, un alma destrozada y cartas sin respuestas
Egidio Viganó y Maruca Anderson, padres de “Gricel”, hicieron lo imposible para que el “dandy tanguero” se saliera con la suya. José María Contursi era un académico del amor y no estaba dispuesto a regresar a Buenos Aires sin contarle a sus amigos que en su solapa brillaba la estrella de un nuevo campeonato ganado. Este partido no era machista, era de puro amor. Al decir adiós, nunca imaginó que entregaba su corazón al fuego del infierno que se le venía encima y la nostalgia y el alcohol comenzaron a marcar el ritmo de sus días: «¡Qué ganas de llorar en esta tarde gris!».
Desde ese mismo 1942, la comunicación epistolar volaba entre Capilla del Monte y Buenos Aires. De un lado la nostalgia, del otro el dolor.
El alejamiento de Gricel lo inspiró no sólo en el tango que lleva su nombre, sino en temas como «Cristal», «Garras», «Tabaco», «En esta tarde gris», «Tú», «Si de mí te has olvidado», «Cada vez que me recuerdes», «Como dos extraños», «Y la perdí».
Sin embargo, pese a la distancia y el tiempo transcurrido, Contursi le envió una carta con la letra del tango “Gricel”.
“No debí pensar jamás en lograr tu corazón y sin embargo te busqué hasta que un día te encontré y con mis besos te aturdí sin importarme que eras buena… Tu ilusión fue de cristal, se rompió cuando partí…” Con estos versos, plenos de notas románticas y cargados de dramatismo, se estrenó en 1942, “Gricel”, un tango que inmediatamente conmovió, y encantó, a toda la audiencia argentina.
Con la letra del poeta, los arreglos de Mariano Mores y la voz de Francisco Fiorentino, le dio vida a una canción “confesional”, que nadie sospechó hasta que Contursi confesó.
De esta manera, Katunga para los amigos y el Pope para su familia cordobesa, dedicaría el tema al gran amor de su vida: Susana Gricel Viganó.
Los que tenían claro el destino de la letra siempre fueron los capillenses que no tardaron en llamar a la joven: «Gricel, la del tango».
Con el objetivo de recomponer su vida
La desdichada joven nunca soltó una sola lágrima y la acerada alma lastimada se dispuso a recomponer su vida. Susana Gricel Viganó, comenzó a tener una vida social más activa y a participar de los bailes del Hotel Victoria de Capilla del Monte donde los jóvenes de la zona, se disputaban el privilegio de bailar con ella.
En 1947, en la vieja y clásica Confitería del Plata de la ciudad de Córdoba, propiedad de Egidio Belloni, y en la que Gricel escuchó alguna vez a Gregorio Barrios cantar el bolero “Final”, conoció a Jorge Camba con el que contrajo matrimonio en 1949.
Un año después nacería Susana Jorgelina, única hija del matrimonio que terminaría por romperse tiempo después que Camba confesara su amor por la chaqueña Vilma Rabez, con quien se casó luego de abandonar la provincia de Córdoba.
“Gricel”, de regreso a Capilla del Monte, distribuía sus días entre la educación de su hija y el estudio intensivo del inglés e italiano.
En 1960, José María Contursi había enviudado. Su esposa de tan sólo 46 años, había claudicado ante una penosa enfermedad y él se entregó al alcohol.
Un día del año 1962 llegó a Capilla del Monte el célebre bandoneonista cordobés Ciriaco Ortiz. Le traía la noticia de la viudez de Contursi, jurando que no era emisario de nadie. También le transmitió que su gran amor sólo encontraba consuelo en el alcohol que consumía en la confitería El Molino. Nuevamente el fuerte carácter heredado de su madre se hizo presente y con algunas mentiras y excusas dirigidas a su hija, Gricel partió en el ómnibus de la Costera Criolla rumbo a Buenos Aires.
La revancha de aquel amor náufrago
El sol no se había ocultado aún cuando “Gricel” ingresó a la Confitería El Molino, donde encontró al amor de su vida atizado de alcohol. José María Contursi había bebido en demasía y el denso humo del cigarrillo, no alcanzaban a neblinar su fina estampa de traje gris, tiradores y luciendo canas.
Una fina llovizna nubló los ojos del poeta que sólo atinó a agachar su cabeza y recomponer uno de los tiradores que se había desprendido de su hombro.
El abrazo entre ambos fue conmovedor e irrepetible. Sus almas rotas volvieron a juntar los cristales dispersos. Parecía que el tiempo no había transcurrido para ninguno de los dos. Allí estaba ese amor intacto en medio de un desolado bar y en la misma mesa donde él había llorado sin consuelo la ausencia de ella, su cobardía y el tango que había creado en su honor.
Los viajes de ella hacia la capital de la República eran frecuentes, alojándose en la casa de Contursi en calle Chaco nº 20, 3er. Piso H. Los hijos de Katunga a su vez viajaban a Capilla del Monte acompañando a Susana y su abuela alemana.
No fue fácil para José María Contursi vencer su adicción al alcohol, que desde hacía tiempo había comenzado a taladrar la salud de aquel poeta que comenzó a caminar lento y sin reflejos.
Fue entonces cuando Gricel tomó la decisión: «Nos vamos a Capilla del Monte. Pero el whisky queda aquí».
Aquel oasis llamado Capilla del Monte
Aseguran que cuando los enamorados abandonaron la terminal de ómnibus para dirigirse al hotel propiedad de los padres de ella, la pareja caminó de la mano por las cansinas calles del pueblo, sabiendo que ningún obstáculo ya podría interponerse entre ellos.
Gricel y Contursi volvieron a Capilla del Monte. Regresaban a esa localidad donde en una solitaria siesta, él arrebató la inocencia de ella y ambos sellaron aquel amor que más tarde rompería fronteras y costumbres enyesadas. Ninguno era el mismo, pero sí lo era el amor que los unía.
El buen clima que garantiza el entorno serrano no podía curar las dos décadas de decadencia del dandy, que comenzaba a claudicar con el paso del tiempo. Sin embargo, el Dr. Santos Sarmiento, fundador del Festival de Cosquín, logró una pausa en ese deterioro.
La temporal cura sirvió para que Gricel y Contursi sellaran el 16 de agosto de 1967, su amor para siempre.
Según reza el folio 275, libro III, el párroco César Emilio Ferreira dijo:
«El día 16 de agosto de 1967, el infrascripto Párroco de Capilla del Monte en la Capilla de las Hermanas Cabrini, requerido y obtenido el mutuo consentimiento, unió en matrimonio a Don José María Contursi, de 56 años de edad, viudo de Doña Elina Zárate, con Doña Susana Gricel Viganó, de 47 años de edad, de estado soltera».
Una aclaración documental: Gricel contrajo matrimonio con Camba únicamente por casamiento civil. Para la Iglesia permanecía soltera.
El matrimonio duró cuatro años y nueve meses.
El 11 de mayo de 1972 Contursi abandonó el tango y este mundo.
Grisel lo siguió un 25 de julio de 1994 víctima de un derrame cerebral. Sus cenizas reposan en Villa Rivera Indarte, mientras que los restos de Contursi descansan en el Panteón de SADAIC en Buenos Aires.
El resto es tango.
La Letra de “Gricel”
Letra: José María Contursi
Música: Mariano Mores
No debí pensar jamás
en lograr tu corazón
y sin embargo te busqué
hasta que un día te encontré
y con mis besos te aturdí
sin importarme que eras buena…
Tu ilusión fue de cristal,
se rompió cuando partí
pues nunca, nunca más volví…
¡Qué amarga fue tu pena!
No te olvides de mí,
de tu Gricel,
me dijiste al besar
el Cristo aquel
y hoy que vivo enloquecido
porque no te olvidé
ni te acuerdas de mí…
¡Gricel! ¡Gricel!
Me faltó después tu voz
y el calor de tu mirar
y como un loco te busqué
pero ya nunca te encontré
y en otros besos me aturdí…
¡Mi vida toda fue un engaño!
¿Qué será, Gricel, de mí?
Se cumplió la ley de Dios
porque sus culpas ya pagó
quien te hizo tanto daño.
Referencias:
Documental Canal Encuentro
Diario Clarin
Pagina Todo Tango
Wikipedia
90lineas.com