El educador brasileño Paulo Freire (1921-1997) dejó una huella indeleble en el campo de la pedagogía mundial. Su obra más reconocida, «Pedagogía del oprimido» (1968), no solo revolucionó el enfoque de la educación, sino que también brindó una nueva forma de comprender la relación entre educadores y estudiantes. Freire planteó una pedagogía liberadora, cuya finalidad era emancipar a los oprimidos a través de la educación crítica, enfrentándose al sistema tradicional de enseñanza que consideraba alienante.
La pedagogía del oprimido: una revolución educativa
Freire desarrolló su pensamiento en un contexto marcado por la desigualdad social en América Latina. Basado en su trabajo con campesinos y comunidades marginadas, criticó el sistema de educación «bancaria», donde los estudiantes eran vistos como receptores pasivos del conocimiento, en lugar de sujetos activos que podían cuestionar, dialogar y transformar su realidad.
Su enfoque pedagógico, conocido como «educación popular», puso énfasis en la «concientización» (conscientização en portugués), un proceso a través del cual los oprimidos adquieren una nueva comprensión de sí mismos y de su entorno. Para Freire, la educación debía ser un proceso de diálogo en el que tanto el educador como el educando aprenden mutuamente. Esta forma de enseñar promueve la reflexión crítica, donde los estudiantes, en lugar de memorizar información, aprenden a analizar las condiciones que los rodean para actuar sobre ellas.
Contribución a la educación crítica
El legado de Freire en la educación es inmenso. Su metodología no solo influyó en el sistema educativo de Brasil, sino que se expandió a nivel global, inspirando movimientos pedagógicos en África, Asia y América Latina. En su enfoque, Freire afirmaba que la educación nunca es neutral: siempre tiene un propósito político, ya sea para mantener el statu quo o para transformarlo.
Al defender una enseñanza basada en el diálogo, la participación y la praxis (la acción reflexiva), Freire empoderó a millones de personas en situación de vulnerabilidad. Los educadores comprometidos con su pedagogía no solo enseñan contenidos, sino que ayudan a sus estudiantes a cuestionar la realidad y a desarrollar su capacidad crítica para buscar el cambio social.
El legado de Paulo Freire
Hoy, Paulo Freire sigue siendo una figura central en los debates sobre educación y justicia social. Su enfoque ha sido adoptado en numerosos proyectos de alfabetización, movimientos de derechos humanos y prácticas educativas comprometidas con la equidad. La UNESCO, en varias ocasiones, ha destacado la influencia de su pensamiento en el fortalecimiento de la educación como una herramienta de transformación social.
Aunque su pedagogía ha sido objeto de críticas por sectores conservadores que la consideran «politizada», sus ideas continúan vigentes en contextos educativos que buscan la inclusión y la justicia social. Freire nos dejó un recordatorio fundamental: la educación no es un acto neutro, es un acto político que puede ser utilizado para liberar o para oprimir.
Paulo Freire nos enseñó que aprender no es solo una cuestión de adquirir conocimientos, sino de comprender el mundo para transformarlo. Y en esa transformación, el educador y el educando caminan juntos, en diálogo, hacia un futuro más justo y humano.