Según el Diccionario de la Real Academia Española, el refrán es: «un dicho agudo y sentencioso de uso común».
La cultura argentina está llena de dichos y refranes populares que se transmiten de generación en generación, y son una forma de expresión que refleja la riqueza cultural de nuestro país. Estas expresiones son utilizadas por personas de todas las edades y clases sociales y ayudan a crear un sentido de identidad nacional.
Hoy: el origen de la frase «Calavera no chilla».
La expresión «¡Calavera no chilla!», en su sentido más literal, significa «un cadáver no puede protestar», y se utiliza popularmente en nuestro país para recordar a quienes se quejan tras una noche de fiesta, que hay que trabajar y cumplir con las obligaciones.
¿Cómo surgió el término «Calavera no chilla»?
A esta pregunta se pueden ensayar dos respuestas.
La primera: que esta expresión tiene su origen en el tango, género musical porteño por excelencia, que ha desempañado un papel fundamental en la difusión del lunfardo (dicen que se cuenta que la expresión se originó en los suburbios de Buenos Aires, lugar donde el tango y el lunfardo se desarrollaron y consolidaron como una manifestación cultural e identitaria), dado que en la jerga tanguera era muy común llamar a las personas noctámbulas «calaveras».
Esto se hace evidente en varias melodías de tango, como aquella creada en 1929 por Carlos Vivan (1908-1971), que dice: «¡Cómo se lamenta la muerte del joven calavera!». La expresión hace referencia a una calavera por la asociación tradicional de la noche con los esqueletos y es una forma común de representar espíritus que vagan en la oscuridad.
Pero hay otra posible explicación (menos atractiva): que la expresión haya surgido en el Siglo de Oro español, de la mano del gran Tirso de Molina, y que de allí la tomó Vivan para su emblemático tango.
En la obra «El burlador de Sevilla», Tirso de Molina, autor español, empleó el término «calavera» para describir al personaje de Don Juan Tenorio, un seductor que llevaba una vida de excesos y libertinaje.
No sería descabellado pensar que, gracias a dicha pieza teatral, la asociación entre «calavera» y «fiestero» haya surgido en la Sevilla del 1600 para viajar desde el viejo continente hasta el río de la plata (pensemos que incluso en aquella época, los barcos iban y venían, transportando riquezas, correspondencia y personas, que llevaban a cuestas todo su bagaje cultural), y que, años más tarde, con el auge del lunfardo y el tango, se haya terminado de conformar el refrán que conocemos y utilizamos en la actualidad…
Pero la real realidad es que el origen preciso de la expresión es un enigma. Puede haber surgido en Sevilla, o puede haber surgido en Buenos Aires, lo que es innegable es que, como en tantos otros casos, el dicho fue incorporado al lenguaje coloquial de Argentina, volviéndose parte de nuestra identidad cultural.
¿Y a vos, qué teoría te gusta más?