Por Mariano Saravia
Magister en Relaciones Internacionales
Llega agosto, el mes de los vientos, y con él el peligro de incendios en nuestras sierras. “Hay que pasar agosto, hay que pasar el invierno”, dijo Álvaro Alsogaray, flamante ministro de Arturo Frondizi, a fines de junio de 1959, intentando explicar que no podría pagar los sueldos de la administración pública por culpa del peronismo, derrocado cuatro años antes.
Agosto pareciera que encarna todos los males y peligros, es el mes maldito para algunos y algunas. Pero también se puede mirar todo desde otra óptica, porque agosto es el mes de la Pachamama, un mes que representa un nuevo inicio, mucho más allá de lo pintoresco y de las tradiciones. Hay algunos que toman caña con ruda, entre risas que a veces rayan con la burla, producto de la ignorancia. Lástima, porque se pierden una buena perspectiva de este tiempo de cambios, renovación y esperanzas.
Y remarco que es un tiempo y no un día, no es el 1° de agosto, sino todo este tiempo, que se entrelaza con el mes que pasó, desde fines de junio. Porque el año nuevo indígena no es ni verdaderamente un año nuevo, ni tampoco es el 21 de junio, como se dice por ahí. Esas son concepciones occidentales que no entienden la cosmovisión aborigen.
Para nuestros pueblos originarios, el tiempo no es lineal como para las culturas occidentales, sino circular. El ñaupa (pasado) es lo único que vemos, y por eso está adelante, como nuestros ancestros, marcándonos el camino. El quepa (futuro), en cambio, no lo vemos, está atrás y lo iremos descubriendo a medida que caminemos. Por lo tanto, no hay un “año nuevo” sino un ciclo que recomienza. Y no es ni el 21 de junio (solsticio de invierno en el Hemisferio Sur) ni el 24 de junio, ni ningún día, aunque sí tiene que ver con la astronomía. Es el momento en que el sol (Inti para el mundo andino, Antü para los mapuches, divino para muchas de nuestras culturas originarias) está más lejos de nosotros. A partir de entonces, empezará a acercarse, y cada día se irá estirando.
En definitiva, es un tiempo de reposo, en el que la tierra se retira, se ensimisma, los árboles se despojan de todo y los pastos se tiñen de amarillo. Es como que la Pachamama está en letargo, recomponiéndose, como nosotras y nosotros. Es un tiempo de amuki (en aymara), o sea de silencio, de tranquilidad, de introspección, de contar historias y de transmitir conocimientos de generación en generación.
Y ese amuki se entrelaza con agosto, donde ser rompe el silencio, porque es el mes de la Pachamama, el mes de la fertilidad, el mes en que se siembra en muchos lados, el mes en el que empieza a romperse el letargo para dar paso a un estallido de vida. Por eso, todo el mes de agosto es el mes de la Pachamama, que, además, no sólo es la “madre tierra”.
La Pachamama es todo, es la tierra, el agua, el aire, el fuego, es el aquí y ahora. Incluso contiene los 4 estados de conciencia: el Alax Pacha, el plano superior, representado por el cóndor, el Aka Pacha, el plano nuestro, representado por el jaguar, el Manqha Pacha, plano del inframundo, representado por la serpiente y, también, el Kawki Pacha, espacio-tiempo de lo desconocido.
Todo esto tiene que ver con el mes de agosto, y celebrar a la Pachamama, rendirle homenaje y agradecerle, no es solo un snobismo o una moda progre. Puede ser eso y no te cambiará nada, pero también puede ser un acto eminentemente político y civilizatorio que te cambie la vida. Porque como dijo alguien, con los mismos de siempre el resultado seguirá siendo el de siempre, y lo estamos viendo. Y yo agregaría, más allá de los personajes, con la misma receta, seguiremos cocinando la misma torta. Por lo tanto, pensá si no ha llegado la hora de empezar a abrir la cabeza y encarar la vida con otro pensamiento, otro sentimiento y otra actitud.
Este agosto podría ser una oportunidad, aprendiendo de la tierra, aprendiendo de nuestros orígenes, dándonos una oportunidad para vivir mejor. Nuestros pueblos originarios hablan del Sumak Kawsay, que en quechua significa Buen Vivir, o también el Sumak Qamañan, que en aymara significa Vivir Bien. No tiene nada que ver con vivir con lujos o con comodidades, es otra cosa totalmente distinta. Es empezar a darnos cuenta de que somos parte de un todo, de que nosotros también formamos parte de la Pachamama, y que a este ritmo de locura (producción, consumo, egoísmos, libertades mal entendidas, sufrimientos, histerias, etc.) vamos a destruirla y con ella vamos a destruirnos.
Hay tres mandatos de nuestros ancestros: ama qilla (no seas vago), ama llulla (no seas mentiroso) y ama suwa (no seas ladrón). Es la base de todo, pero hay otro mandato que no es por la negativa sino por la positiva, que no es una limitación sino una explosión de alegría y amor. Ese mandato, o más bien ese deseo dice: Que todos vayamos juntos; que nadie se quede atrás; que todos tengamos todo; que a nadie le falte nada.
No puede haber consigna política más profunda que esa, y sobre todo en tiempos de individualismo extremo, gritos, insultos, prepotencias, violaciones, imposiciones.
Por todo esto, y si llegaste leyendo hasta aquí, en este agosto, no te quedes con la caña con ruda, aprovechá este tiempo mágico en el que volvemos a la vida, en todo sentido.