Por Enrique Hernández-D’Jesús
Venezuela. Joaquín Salvador Lavado Tejón, conocido bajo el seudónimo de Quino, nació en Mendoza el 17 de julio de 1932, es un humorista gráfico e historietista argentino. La tira cómica Mafalda es su obra más conocida publicada entre 1964 y 1973. Y como una Cabra amorosa, me encontré con Quino en 1978, en Bordighera, ciudad en la región de Liguria, Italia. Quino participaba en el Festival Internacional del Humor y fue ganador del Trofeo Palma de Oro del Salón Internacional del Humorismo de Bordighera. Era uno de los más importantes festivales dedicados a la historieta, la tira cómica, la comedia cinematográfica, el dibujo animado y el humorismo. Inaugurado en 1947 por el periodista Cesare Perfetto, se realizó 52 veces hasta 1999.
En un momento inesperado, cuando coincidimos en la terraza de un café en Bordighera, pude conversar con Quino.
Hablar de los fantasmas, de cuando Quino era niño, las cosas que vivía y sentía en la infancia, ¿con qué jugaba Quino?
Si elegí el dibujo, es porque para hablar soy bastante tímido, no me salen las ideas así. De mi niñez, no sé, qué cosas te puedo contar de mi niñez. Lo primero que me viene, por algo será, cuando tenía siete años, la Guerra Mundial.
Y a partir de ahí, no sé, me enterraron con las guerras, la muerte, y toda la destrucción que es espantosa. Al mismo tiempo yo usaba las cosas para matar, yo me fabricaba (no a las siete años, sino dos o tres años después). Cuando entraron ya los japoneses, yo me fabricaba soldaditos japoneses de cartón, y con una pistolita que tenía una varillita, yo tiraba, y me la pasaba el día entero matando japoneses.
Esto para indicarte dos cosas, o sea que el jugar con juguetes bélicos de chico, puede servirte también para hacerte pacifista de grande. Y que luego claro, uno iba al cine y veía todas las películas americanas, donde los alemanes y los japoneses eran los malos y los italianos un poco menos, los rusos solían ser un pueblo por ahí con un poco de ideas equivocadas, pero muy nobles, y que luchaba por su libertad. Y después de terminada la guerra, y siendo también bastante chico todavía, haces marcha atrás con todas estas ideas: los alemanes no eran tan malos, los japoneses era un pueblo de una gran cultura y una religión, los italianos eran muy alegres. Entonces, a partir de ahí, creo que se deja vivir al mundo en ¿quienes son mejores?, ¿quienes son peores?, ¿quienes son los buenos?, ¿quienes son los malos?, cada uno lo hace dentro de sí como le parece.
¿Cómo haces para llegar al dibujo?
Sistema no hay ninguno que yo sepa, a veces paso hasta cuatro días sin que se me ocurra nada, otros días se me ocurren cosas pero no son divertidas ni graciosas, sino que son ideas, lógicas, digamos, sin esa chispita absurda que hace falta para que una cosa sea humor. El día que no se me ocurre ninguna idea, me pongo a dibujar sobre un papel lo que va saliendo, y dándole vueltas a estas cosas algo empieza a aparecer. Pero al final, la chispa final, digamos, es como si uno no la manejara. Es un resortito que se te dispara, y bueno pues, ahí está, uno va manejando, tal vez sin saberlo. Cuando yo trabajaba para un diario que hacía un dibujo por día, claro, era la angustia apenas me levantaba de que se me ocurriera una idea temprano, más o menos temprano, la idea temprano nunca se me ocurría, siempre llegaba al diario a las diez de la noche corriendo, con la lengua afuera. La rabia que me daba era eso, bueno si se me va a ocurrir algo, porque no se me ocurría a las dos de la tarde.
Eran los dibujos de la carrera. ¿Y Mafalda?
Era la época en que Mafalda apareció en un diario en la Argentina, la hacía especialmente para el diario.
¿Pero el Quino sencillo. No el Quino humorista, el Quino dibujante?
El Quino dibujante es más bien un Quino amargado y tristón, como casi todos los humoristas. Sí, porque yo hubiera querido ser Steimbert, Picasso. Y el Quino cotidiano es bastante cambiante, con muchos miedos y todo lo que lo rodea, bastante angustiado por el futuro, no solo el suyo sino el de toda la humanidad, y bueno uno trata de divertirse un poco con películas, libros, más películas que libros. Y tirando para adelante como se puede, creo que no es muy distinto ese Quino al resto de los seres humanos. Es uno mismo que teme la vejez, la muerte, las enfermedades.
¿El humor es un arma para algo?
Yo lo pensé por mucho tiempo, pero ahora no, como política no sirve para nada. El humor es una necesidad humana, la gente se angustia y de vez en cuando se tiene que reír.
¿Es una comunicación?
En mi caso sí, porque yo tampoco me siento a pensar en una página, con una intención definida, voy hacer una página en la que se meta una palabra, en la que el lector encuentre una idea definida. Yo me pongo a pensar y lo que va saliendo, después selecciono lo que a mí me parece que puede gustar o no, sin ninguna intención previa.
¿Es un oficio. Quino trabaja todos los días. Que lo haga a las diez de la noche no es la cuestión, es lo que va saliendo en todo momento?
Sí, lo que hay es un oficio, un mecanismo, yo hasta ahora no lo he encontrado.
-Aparte de la inspiración, porque creo que Quino siempre habla de la inspiración y del oficio diario, la cabeza en donde Quino da vueltas.
Lo que sí es muy notable es cuando uno durante varios días no trabaja, retomar la gimnasia mental, eso me cuesta muchísimo.
Además es un trabajo en donde hay que concentrarse mucho, y yo soy bastante disperso. No me cuesta nada distraerme enseguida con cualquier cosa.
¿Y si Mafalda se casa que hace Quino?
Como hace cuatro años que no la veo más, no sé. No me importa si se casa o no.
¿Ya la perdiste, anda en una moto por ahí?
Anda en una moto por ahí, seguramente. Y esto no quiere decir que algún día no la retome.
¿Por qué dejaste Mafalda, tu gran éxito?
Sí, mi éxito en cuanto a que antes de hacer Mafalda llevaba once años haciendo otros dibujos humorísticos y nadie me conocía. Pero también me arruinó mucho la línea del dibujo, o sea dibujar siempre una misma medida, los mismos personajes me limitó muchísimo, y además me parece que me estaba empezando a repetir un poco en las tiras. Fue más honesto dejarla así de lado sin gloria, que continuarla hasta que ya nadie la leyera.
¿Vendrá una Mafalda nueva, tendremos esa posibilidad de verla?
Sí, la posibilidad la tengo, no tengo más que proponermelo.
¿Y sobre los Salones en nuestro continente. El Humor no tiene un espacio en donde se le dé la importancia que merece?
Existe un Salón de Humor en Argentina, en Córdoba, que se hace en los meses de noviembre, lo que pasa es que no tiene la difusión y la trascendencia que necesita. Creo que en Brasil, también hay otro.
Importante es el del Canadá. Humoristas nuestros hay en México, en Venezuela. A mí el nuevo tipo de cosas que se hacen no me entusiasma mucho, tal vez me he quedado en esa escuela francesas de humor, de los que empezaron a publicar en París Match en los años cincuenta. No es el humor que se hace hoy queridamente feo, ese feísmo a mí no me gusta para nada. Pero creo que a los jóvenes les gusta, se sienten más identificados que uno. El mundo en este momento es bastante feo.
¿Pero lo horrible existe, la violencia también?
Ah, yo creo sí, hacen todo a fuerza de películas donde ocurren unas tragedias espantosas. Yo no me considero tampoco quién para andar juzgando. Yo no sé si por deformación profesional, por estar siempre imaginándome unas situaciones que nunca son reales. La línea entre la realidad y la irrealidad para mí la tengo bastante equilibrada si no estaría internado en un manicomio.