La poeta y artista visual Niní Bernardello, recientemente fallecida en su Tierra del Fuego, dejó un riquísimo patrimonio cultural en su Cosquín natal.
En los últimos años de la década de los 80 del siglo pasado nos conocimos a través de un amigo en común Sergio Silva, y una tarde nos citamos los tres, porque tenía que hacerle un reportaje para el libro «Piedras de La Cañada» que integraba ella con seis o siete poetas más de Córdoba, elegidos por mí sin ningún criterio, solo mi gusto y esa intuición de que eran poetas que tenían mucho que ver con las piedras de ese ícono cordobés.
Fuimos a tomar un café y a conversar al salón de te El Ciervo de Oro, a orillas del lago San Roque. Yo llevaba como material disparador, el libro de Alberto Mazzocchi publicado en París, Francia, al cuidado de Federico Undiano. Cuando vio el ejemplar, quedó petrificada como una piedra de La Cañada. Encendió un cigarrillo y no le salían las palabras.
Pasaron los minutos y me contó su historia con Alberto Mazzocchi, y mientras leía los poemas del libro se iba descubriendo. Esa soy yo, ésta es la mujer del geólogo Schlagintweit…
«El venía a verme a Cosquín en bicicleta, y se volvía en tren»
Nos vimos pocas veces más, pero Niní Bernardello y sus libros, pinturas y diseños deberían tener su lugar en la meca del arte y la fiesta más cultural y nacional de los argentinos.
Uno de los duendes coscoínos siguió revoloteando. Iba a Tierra del Fuego donde la poeta se había afincado desde 1982 y volvía con un manto de neblina para Cosquín.
En ese vaivén, el coscoino Quico Tombolini, primer contador de El Diario, rescató de su baúl de la juventud a su vecina y amiga, la joven Niní Bernardello, a quien acudió para que diseñara el logo del Primer Cosquin Rock, el Primer Festival de Música Contemporánea, que se llevó a cabo en febrero de 1976.
Con su arte se imprimieron afiches, volantes y los programas de ese festival.
Apenas se enteró la muerte Niní, Tombolini la definió como un orgullo de Cosquín.