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García Montero, durante su lectura de poemas en la galería El reino de este mundo, de la Biblioteca Nacional José Martí. Foto: Omar Valiño

«Nos hacemos personas cuando nos encarnamos en las palabras»

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Por Yeilén Delgado Calvo | nacionales@granma.cu

 

 

El poeta que pide «que no me lea quien no haya visto conmoverse la tierra en medio de un abrazo», y que se define como alguien que disfruta cuidando el lenguaje, y luego buscando espacios de comunión que parezcan nacidos de la espontaneidad, encontró la lectura en el «sol de la infancia».

 

El niño Luis García Montero (Granada, España, 1958) fue el mayor de seis hermanos que tenían patas arriba la casa de sus padres; por eso, el cuarto de las visitas permanecía siempre cerrado, a salvo los muebles, adornos, y la biblioteca.

 

Un día que logró entrar en la «habitación prohibida», encontró un libro forrado en piel y de papel biblia que lo llevaría a convertir el idioma en su patria: la poesía completa de Federico García Lorca.

 

A aquel muchacho que juntó moneda a moneda para comprarse un libro de Antonio Machado y el disco de Joan Manuel Serrat que musicalizaba los poemas del bardo sevillano, y al actual poeta, escritor, crítico literario y catedrático español, director del Instituto Cervantes, pareciera que los separan mucho, los años y las experiencias; y, sin embargo, siguen compartiendo la fascinación por todo lo que cabe en las palabras.

 

En su más reciente visita a Cuba, García Montero participó en varias actividades de la 32 edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana, entre ellas la conferencia inaugural del Salón Profesional del Libro Leer en español, el Instituto Cervantes como embajador de la lengua española en el mundo, y una lectura de sus textos en la Biblioteca Nacional José Martí; espacios en los que reafirmó que «la lectura de un buen libro sigue siendo la mejor metáfora del contrato social moderno, y de ese nosotros que nos permite sabernos en comunidad, donde nos cuidan y cuidamos».

 

Sobre esa «relación de vida y amor que entraña la lengua española, si sabemos compartirla sin centralismos y con fraternidad, valores que también defiende la poesía», conversó con Granma el autor de letras que cantan Serrat y Joaquín Sabina, el hombre que compartió más de 30 años de su andar con la novelista Almudena Grandes, y el ciudadano que se avergüenza profundamente cuando hacen y hasta televisan matanzas como las de Gaza.

 

–¿Qué papel puede tener un poema en un mundo tan convulso como el que estamos viviendo?

 

–Creo que la poesía existirá mientras exista el ser humano, porque la tecnología está muy bien, tener en casa una cafetera para hacerme el café me ayuda a desayunar por las mañanas; pero cuando tengo que enfrentarme con la muerte de un ser querido, un miedo o una ilusión, la cafetera no me sirve; entonces hay que establecer relaciones con otras cosas, por ejemplo, con la poesía.

 

 «Vivimos un mundo donde la gente muchas veces dice a través de las redes sociales, sin pensar bien; y la poesía pide un ejercicio de conciencia, un hacerse dueño de las propias opiniones. En un poema no escribo lo primero que se me ocurre –la gente confunde verdad con espontaneidad– porque eso significa repetir como un loro lo que flota en el ambiente, lo que alguien ha pensado para que tú lo digas; ni siquiera escribo pensando las cosas dos veces, porque entonces se elige para gustar.

 

«Cuando uno piensa las cosas por lo menos tres veces, se atreve a dialogar con su propia conciencia, y para mí eso es la poesía. En un mundo donde hay tantas formas de manipulación y se está perdiendo el pudor a la hora de relacionar lo íntimo con lo público, creo que la poesía da lecciones muy útiles».

 

–Usted dice en un poema, por eso sé de amor, / por eso no medito el cuerpo que te doy / por eso cuido tanto las cosas que te digo. ¿Cuál es la relación entre amor y palabras?

 

–La palabra forma parte del ser humano y es el instrumento que tenemos para comunicarnos con los demás. Nos hacemos personas cuando nos encarnamos en las palabras. En ese poema quise hablar de la intimidad del amor, que para mí exige sinceridad y cuidado.

 

«Creo que, tanto en el orden social como en el de la intimidad, la prepotencia está fuera de lugar. El cuidado, la atención, el comprender al otro es muy importante. A mí me gusta comparar la escritura de poesía, donde uno cuida tanto el adjetivo que hay que elegir, con una conversación en la intimidad, donde uno quiere comunicarse con su amor sin herir, pero también contando la verdad».

 

Al final del diálogo, su acercamiento a las obras de la literatura cubana y sus escritores toma un matiz emocional, más allá de los vínculos que dirigir el Instituto Cervantes supone. «Como aparte de poeta, soy profesor de literatura, cuando hablo de esos nombres hablo de gente que he leído y a la que admiro. He tenido la suerte de estar en contacto hace años con la poesía cubana.

 

«Soy un lector muy agradecido, por ejemplo, de Eliseo Diego; he tenido amistad con poetas como Waldo Leyva. Y disfruto la lectura de una poesía con la que me desordeno, amor, me desordeno».

 

Gentileza de Periódico Granma (La Habana, Cuba) para Corprens Editora

 

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Pedro Jorge Solans

    Gracias Madeleine desde La Habana.

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