Hubo un mayo en el que Córdoba no floreció, sino que ardió. El 29 de mayo de 1969, una ciudad conocida por su serenidad colonial y su aire universitario se transformó en el epicentro de una rebelión que cambiaría el rumbo político de Argentina. El Cordobazo no fue una protesta más: fue un terremoto social que sacudió los cimientos de la dictadura de Juan Carlos Onganía y dejó una huella imborrable en la memoria colectiva.
Aquella jornada comenzó como un paro obrero contra las políticas económicas que estrangulaban a los trabajadores, pero pronto se convirtió en algo mucho más profundo. Estudiantes, sindicalistas y vecinos se unieron en una insurrección espontánea que desbordó las calles. La represión fue brutal, pero la imagen de una ciudad tomada por su gente, con barricadas humeantes y consignas que resonaban como campanadas, quedó grabada a fuego en la historia argentina.
El Cordobazo marcó el principio del fin para el régimen militar. Onganía, que había llegado al poder prometiendo «tiempos de hierro», no pudo contener el descontento que se extendió como un reguero de pólvora. Aunque la dictadura sobrevivió un tiempo más, su autoritarismo empezó a resquebrajarse. En los años siguientes, el movimiento obrero y las organizaciones políticas ganaron fuerza, anticipando el clima de lucha que definiría la década del setenta.
Pero más allá de su impacto político, el Cordobazo se convirtió en un símbolo cultural. El arte lo ha retratado como un grito colectivo, una chispa de dignidad. En la literatura, autores como Francisco Urondo y Haroldo Conti lo evocaron en sus obras, capturando la rabia y la esperanza de esos días. En el cine, films como «El Cordobazo» de Fernando «Pino» Solanas lo inmortalizaron con imágenes que todavía estremecen. Y en la música, desde la canción protesta hasta el rock, su eco sigue presente. Las guitarras de Víctor Heredia o León Gieco han llevado su historia a nuevas generaciones, recordando que hubo un tiempo en el que el pueblo, sin más armas que su coraje, le puso el pecho a las balas.
Hoy, a más de medio siglo de aquella gesta, el Cordobazo sigue siendo un espejo en el que se reflejan las luchas del presente. En un país donde la calle sigue siendo el termómetro del malestar social, su legado es claro: cuando la injusticia se vuelve insoportable, la gente puede transformarse en torrente. Y aunque los contextos cambien, esa lección de dignidad colectiva nunca pierde vigencia. Porque el Cordobazo no fue solo un episodio del pasado: fue, y sigue siendo, una advertencia para el futuro.