Agustín Tosco (1930-1975) no fue un sindicalista más: fue un faro de resistencia en una Argentina convulsionada por dictaduras y desigualdades. Electricista de profesión y marxista por convicción, encarnó un modelo de lucha obrera alejado del pragmatismo, centrado en la unidad entre trabajadores, estudiantes y la defensa intransigente de la justicia social. Su liderazgo en el Cordobazo de 1969 —una rebelión popular que marcó un antes y un después en la historia argentina— lo convirtió en símbolo de la rebeldía anticapitalista y en blanco de la represión. A medio siglo de su muerte, su figura sigue viva no solo en las calles, sino en murales, canciones y relatos que reinventan su legado.
Tosco emergió en un contexto donde el movimiento obrero argentino oscilaba entre el peronismo ortodoxo y la cooptación estatal. Como secretario general del sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, promovió un sindicalismo clasista, horizontal y politizado. Rechazó los acuerdos con gobiernos militares —como el de Juan Carlos Onganía (1966-1970)— y se alineó con la CGT de los Argentinos, una vertiente disidente que vinculaba las reivindicaciones laborales con la lucha contra el imperialismo y la opresión.
Su discurso, cargado de citas a Marx y Che Guevara, resonó en una generación de jóvenes que veían en la clase obrera un motor revolucionario. Pero su radicalismo lo enfrentó tanto al poder militar como a sectores del propio peronismo, que lo tildaron de «divisionista».
El 29 de mayo de 1969, Córdoba estalló. La protesta comenzó como una huelga contra la eliminación del «sábado inglés» (jornada reducida), pero rápidamente se transformó en un levantamiento masivo. Estudiantes, obreros y vecinos levantaron barricadas, enfrentaron a la policía y tomaron el centro de la ciudad. Tosco, junto a otros líderes como Elpidio Torres (SMATA) y Atilio López (UTA), coordinó la resistencia desde la clandestinidad, arengando a la multitud con consignas que mezclaban demanda salarial y revolución.
El régimen de Onganía, desbordado, reprimió con balas: hubo decenas de muertos y cientos de detenidos. Tosco fue encarcelado y condenado a 8 años de prisión, pero el Cordobazo ya había triunfado: aceleró la caída de la dictadura y revitalizó la militancia política en Argentina.
La imagen de Tosco se convirtió en un ícono de la cultura popular. Artistas de todo el país han recreado su rostro en murales que fusionan realismo y simbolismo. Uno de los más conocidos es el mural Tosco, luz y fuerza (2013), en barrio Alberdi (Córdoba), donde aparece junto a obreros y estudiantes bajo la frase: «La rebeldía es la virtud de los pueblos libres»..
Tosco murió en 1975, perseguido por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), en una clínica clandestina donde se escondía. Sus últimas palabras, según testigos, fueron: «Cuiden a los compañeros». Hoy, su nombre es bandera para movimientos sociales y corrientes de izquierda que reivindican su coherencia, pero también un espejo incómodo en un sindicalismo mayoritariamente burocratizado.