El 13 de mayo de 1966, en la pizzería La Real de Avellaneda, un tiroteo entre facciones sindicales opuestas dejó un saldo trágico: Rosendo García, obrero metalúrgico y dirigente sindical contestatario, murió acribillado. Su crimen —un ajuste de cuentas político en plena efervescencia del movimiento obrero argentino— parecía condenado al archivo de los casos impunes. Pero la historia cambió cuando un joven periodista llamado Rodolfo Walsh decidió convertir ese episodio en el eje de una investigación que desnudaría las miserias del poder sindical y estatal. Así nació ¿Quién mató a Rosendo? (1969), un libro que trascendió el crimen particular para denunciar una red de violencia sistemática.
El hecho: sindicalismo, balas y complicidades
El asesinato de García no fue un hecho aislado, sino un síntoma de la brutal disputa dentro del peronismo proscripto y de los sindicatos, donde la burocracia ligada a Augusto Vandor —líder de la UOM— buscaba neutralizar a las bases combativas. Walsh, mediante entrevistas a testigos y una minuciosa reconstrucción, expuso cómo el tiroteo fue planeado: los atacantes llegaron armados, García fue ejecutado sin piedad y la policía —cómplice— alteró la escena. La investigación reveló que el crimen fue ordenado por jerarcas sindicales para silenciar la disidencia.
Walsh: de la crónica judicial a la denuncia política
Walsh, ya consagrado por Operación Masacre (1957), llevó el género de no ficción a un terreno militante. ¿Quién mató a Rosendo? no solo identifica a los autores materiales (como el sindicalista Alberto Báez), sino que desentraña la trama de impunidad: jueces que miraron para otro lado, prensa que tergiversó los hechos, y un sistema que protegía a los violentos. Con prosa precisa y tono urgente, Walsh convirtió el libro en un arma contra el olvido.
Legado: la sombra de La Real y la vigencia de Walsh
Hoy, el local de La Real ya no existe, pero el caso sigue siendo un símbolo de cómo el poder usa la violencia para disciplinar. El libro, además, marcó un hito en el periodismo de investigación latinoamericano, inspirando a generaciones a indagar en las conexiones entre crimen y poder. Walsh, asesinado en 1977 por la dictadura, dejó una lección: la verdad no se entierra con las víctimas.
En un país donde los Rosendos se multiplican —en las calles, en las fábricas, en las fosas del narcotráfico—, la pregunta de Walsh resuena: ¿quiénes matan? Y sobre todo: ¿quiénes lo permiten? La pizzería fue el escenario, pero el guion lo escriben, una y otra vez, los mismos poderosos.