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Napoleón Bonaparte: el mito que conquistó el arte y la literatura

Desde hace más de dos siglos, la figura de Napoleón Bonaparte (1769-1821) ha ejercido una fascinación única en la cultura occidental. Su vida —una mezcla de genio militar, ambición desmedida y trágica caída— se ha convertido en un arquetipo universal, inspirando a escritores, pintores, músicos y cineastas. Más que un simple personaje histórico, Napoleón es un símbolo: del poder, de la hybris, del hombre que desafía su destino. Su sombra sigue proyectándose sobre el arte, porque en él conviven la gloria y la ruina, lo épico y lo humano.

La literatura: entre la admiración y la crítica
Napoleón fue un imán para las plumas más grandes. Stendhal, que sirvió en su ejército, lo retrató en La cartuja de Parma como una fuerza de la naturaleza, mientras que Tolstói, en Guerra y Paz, lo redujo a un hombre pequeño ante el torrente de la historia. Victor Hugo lo llamó «el hombre predestinado», y en Los miserables describió su derrota en Waterloo como el fin de una era. Hasta la literatura española, con El dos de mayo de Pérez Galdós, lo convirtió en villano. Cada generación ha reescrito a Napoleón: como héroe romántico, como tirano, como víctima de su propia grandeza.

La pintura: la construcción de un ícono
El arte visual ayudó a moldear su leyenda. Jacques-Louis David lo immortalizó cruzando los Alpes en Napoleón cruzando los Alpes (1801), una imagen heroica que borró el hecho de que, en realidad, viajaba en un mulo. Delacroix, Géricault y luego Picasso lo reinterpretaron, oscilando entre lo sublime y lo grotesco. Incluso en su exilio, la melancólica figura de Napoleón en Santa Elena —pintada por artistas como Paul Delaroche— se convirtió en un símbolo de la soledad del poder.

La música y el cine: el eco de una epopeya
Beethoven, que inicialmente le dedicó su Sinfonía Heroica, rasgó la partitura al saber que se había coronado emperador. Tchaikovsky, en su Obertura 1812, musicalizó su fracaso en Rusia. Y el cine, desde las películas mudas hasta Napoleón (2023) de Ridley Scott, ha buscado capturar su esencia, a veces como genio, a veces como megalómano.

Napoleón, espejo de la condición humana
¿Por qué sigue fascinando? Porque su historia contiene todos los elementos del mito: el ascenso fulgurante, el triunfo absoluto y la caída inevitable. Encarna las preguntas que aún nos obsesionan: ¿Hasta dónde puede llegar un hombre? ¿El poder corrompe siempre? ¿Puede un individuo cambiar el curso de la historia?

Napoleón ya no es solo un hombre, sino un personaje que el arte y la literatura reinventan según los tiempos. Como escribió Balzac: «Era un poema, una hazaña, un drama». Y, como todo gran drama, su historia sigue viva.

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