Bajo el implacable sol de Medio Oriente, mientras el mundo mira hacia otro lado, Israel perfecciona su maquinaria de exterminio contra el pueblo palestino. No solo mediante bombas y balas, sino a través de un sofisticado sistema de asedio que incluye el bloqueo sistemático de ayuda humanitaria y ataques directos a quienes intentan romper el cerco, como ocurrió en 2010 con el brutal asalto a la Flotilla de la Libertad en aguas internacionales cerca de Malta.
Hannah Arendt, testigo del Holocausto, nos enseñó que el mal más peligroso es aquel que se disfraza de rutina administrativa. Hoy vemos esta teoría materializarse en los puestos de control israelíes donde se retienen camiones con alimentos y medicinas, en los permisos denegados a trabajadores humanitarios, en los informes de la ONU que documentan cómo niños mueren de desnutrición a pocos kilómetros de almacenes repletos de provisiones. Según UNICEF, el 90% de los niños menores de dos años en Gaza sufren ahora de grave inseguridad alimentaria, mientras Israel bloquea sistemáticamente la entrada de ayuda.
El episodio de la Flotilla de la Libertad —cuando comandos israelíes asaltaron en aguas internacionales seis barcos civiles que llevaban ayuda humanitaria, matando a diez activistas (https://www.anred.org/brutal-ataque-en-el-mar-mediterraneo-a-la-flotilla-de-la-libertad-que-llevaba-alimentos-y-remedios-a-gaza/)— demostró hasta qué punto Israel está dispuesto a llegar para mantener el cerco sobre Gaza. El ataque ocurrió en aguas maltesas, a más de 100 km de la costa israelí, violando claramente el derecho internacional marítimo. Entre los fallecidos se encontraba el activista estadounidense de 19 años Furkan Dogan, ejecutado con cinco disparos a quemarropa según la autopsia de la ONU.
Zygmunt Bauman nos alertó sobre cómo la modernidad no impide la barbarie, sino que la perfecciona. El bloqueo a Gaza es un ejemplo macabro: un castigo colectivo calculado al milímetro, donde se controla hasta la última caloría que entra al territorio. Los informes de OCHA revelan que Israel ha destruido más del 60% de las infraestructuras sanitarias de Gaza, mientras impide la entrada de equipos médicos y combustible para generadores. Médicos Sin Fronteras ha denunciado cómo sus equipos deben operar sin anestesia a niños heridos, mientras toneladas de suministros médicos esperan indefinidamente en la frontera.
Occidente, cómplice activo de este crimen, sigue enviando armas y apoyo diplomático a Israel. Estados Unidos acaba de aprobar un nuevo paquete de ayuda militar de 3.800 millones de dólares, mientras la Unión Europea mantiene acuerdos comerciales preferenciales con el Estado israelí. La hipocresía alcanza su cenit cuando los mismos países que impusieron sanciones a Rusia por la invasión a Ucrania miran para otro lado ante los crímenes de Israel.
Frente a esta realidad, nuestra responsabilidad es clara. Debemos exigir:
- El fin inmediato del bloqueo a Gaza
- Investigación internacional por el ataque a la Flotilla de la Libertad
- Sanciones reales contra Israel por violaciones al derecho internacional
Como escribió Primo Levi, superviviente de Auschwitz: «Sucedió, por lo tanto puede volver a suceder». Gaza no es un «conflicto», es un laboratorio de impunidad donde se prueba hasta dónde puede llegar la crueldad humana cuando el mundo decide permitirla. La historia nos juzgará por nuestra acción o inacción. Palestina resiste, pero no puede hacerlo sola.
Recordar que, como advirtió Bauman, la civilización es frágil: Gaza es nuestro testigo. Palestina vive, y su resistencia es el último muro contra la barbarie.