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A la memoria de Marcos Mundstock. Gracias por las risas maestro.

Con la partida de Marcos Mundstock (1942-2020), Argentina perdió no solo a un humorista genial, sino a un arquitecto de la inteligencia cómica. Durante más de cinco décadas como integrante de Les Luthiers, Mundstock redefinió el humor en español, demostrando que la risa puede ser sofisticada sin dejar de ser popular, absurda sin perder profundidad, y musical sin renunciar a la sátira. Su legado es un recordatorio de que el ingenio, bien ejecutado, es un arte mayor.

El hombre que hizo hablar a los objetos (y a las ideas)
Mundstock fue el narrador por excelencia de Les Luthiers, esa voz grave y solemne que, con impecable timing, convertía una explicación pseudocientífica en un delirio hilarante. Sus monólogos —como el inolvidable «Llegó el momento de que hable Mundstock»— eran piezas de oratoria cómica: mezclaban lógica absurda, juegos lingüísticos y una solemnidad que hacía aún más ridículos los disparates. ¿Quién más podía vender con cara seria un «aparato para oír las voces de los muertos (siempre que hablen fuerte y cerca)»?

Un músico que no sabía música (pero la entendía mejor que nadie)
Aunque bromeaba con su falta de formación musical, Mundstock fue esencial en la alquimia sonora del grupo. Sus textos, llenos de ritmo y musicalidad, eran la base sobre la que se construían parodias de ópera, cantatas barrocas o rock progresivo. Obras como «El Sendero de Warren Sánchez» o «Cardoso en el Ghetto» no solo hacían reír: eran pequeñas joyas de composición, donde la palabra y la melodía se trenzaban en un baile perfecto.

El humor como herramienta de libertad
En una Argentina marcada por dictaduras y crisis, Les Luthiers —con Mundstock como uno de sus pilares— usaron el humor para ridiculizar el autoritarismo, la burocracia y la pedantería, siempre con elegancia y sin caer en lo panfletario. Su sátira no necesitaba golpes bajos: bastaba con un latín mal traducido («Lazytero»), una imitación de discurso político o una crítica velada a la corrupción disfrazada de opereta.

Vigencia: Por qué seguimos riendo (y pensando).
Hoy, en una era de memes efímeros y humor fácil, el legado de Mundstock brilla con más fuerza. Su obra nos recuerda que:

El humor inteligente no es elitista: Les Luthiers llenaron teatros masivos demostrando que el público valora la calidad.

La cultura y la risa son aliadas: Mundstock citaba a Shakespeare, Mozart y la física cuántica… para terminar en un chiste sobre un «pez que toca el arpa».

El absurdo es un espejo: Sus sketches, aunque surrealistas, reflejaban los excesos del mundo real (desde la academia hasta la política).

Adiós al narrador (que ya no dirá «Esto es todo»)
Marcos Mundstock se fue, pero su voz sigue viva en cada «Les Luthiers» que alguien descubre y atesora. Nos deja un humor que no envejece, una ética de trabajo en equipo (siempre destacó que el éxito del grupo era colectivo) y la certeza de que reírse con cultura, no de la cultura, es un acto de resistencia.

Como él mismo diría con esa seriedad impostada: «Esto ha sido todo… aunque, en rigor, nada es realmente todo».

Para recordarlo:

«El Rey Enamorado» (su monólogo como narrador medieval).

«La Gallina dijo Eureka» (absurdo científico en estado puro).

«Pepper Clemens» (parodia de documental wildlife, con su voz inconfundible).

«Los genios del humor no mueren: simplemente dejan de estar en escena para convertirse en tradición.»

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