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Borges y Einstein: La relatividad del tiempo en los laberintos literarios

En 1915, Albert Einstein publicó su teoría de la relatividad general, cambiando para siempre nuestra comprensión del tiempo y el espacio. Pocas décadas después, Jorge Luis Borges —lector apasionado de ciencia y filosofía— trasladó estas ideas revolucionarias a la literatura, creando relatos donde el tiempo se curva, los finales son infinitos y la realidad depende del observador.

Este artículo explora cómo la física relativista inspiró la estructura narrativa no lineal de Borges, transformando sus cuentos en laberintos literarios donde las reglas clásicas de la causalidad se desvanecen.

1. El fin del tiempo absoluto: Einstein y la literatura
Einstein demostró que el tiempo no es universal, sino relativo al movimiento del observador. Conceptos como la dilatación temporal y el espacio-tiempo curvo desafiaron la visión newtoniana de un universo mecánico y predecible.

Borges, fascinado por estas ideas, escribió:

«El tiempo es un problema para nosotros, un tembloroso y exigente problema, acaso el más vital de la metafísica» (Historia de la eternidad).

En sus ficciones, el tiempo deja de ser una línea recta para convertirse en

– Un jardín de senderos que se bifurcan (decisiones simultáneas).

– Un Aleph que contiene todos los instantes (eternidad comprimida).

– Una biblioteca circular (infinitos posibles).

2. Borges y las estructuras narrativas relativistas
A. «El Jardín de senderos que se bifurcan» (1941): Universos paralelos. Este cuento es la encarnación literaria de la relatividad del tiempo. La historia gira en torno a un laberinto-libro donde todas las decisiones posibles ocurren al mismo tiempo, creando infinitos desenlaces.

Conexión con Einstein:

La física cuántica y la relatividad sugieren que el pasado, presente y futuro pueden coexistir (como en la paradoja de los gemelos o los universos paralelos).

Borges imagina un libro que es «un laberinto de tiempos», donde el protagonista elige todos los caminos a la vez.

Fragmento clave:

«Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos».

B. «El Aleph» (1945): Un punto con todo el espacio-tiempo. En este relato, el Aleph es un pequeño punto que contiene todo el universo, visto desde todos los ángulos simultáneamente.

Conexión con Einstein:

La idea de un espacio-tiempo curvado, donde el pasado y futuro están conectados (como en un agujero de gusano).

La visión borgiana del Aleph como un «microcosmo de las cosas» refleja la física moderna, donde un solo evento puede contener múltiples realidades.

C. «La Biblioteca de Babel» (1941): Un universo infinito y circular. La biblioteca es un cosmos donde todos los libros posibles existen, pero su orden es caótico e inabarcable.

Conexión con Einstein:

El modelo de un universo finito pero ilimitado (como la superficie de una esfera, donde no hay bordes pero tampoco infinito verdadero). Borges juega con la idea de que, si el tiempo es circular, toda historia ya ha sido escrita.

La teoría de la relatividad no solo cambió la física, sino también la forma de narrar historias. Borges tomó sus postulados y los convirtió en ficciones donde el tiempo se pliega, los finales son múltiples y la realidad es un juego de perspectivas. Actualmente, este legado sigue vivo en autores como Italo Calvino, David Mitchell y Ted Chiang, que exploran narrativas fractales y realidades cuánticas. La literatura, como la ciencia, sigue buscando respuestas en los mismos laberintos.

 

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