La nueva serie inglesa «Adolescence» («Adolescencia») de Netflix ha generado polémica al abordar, entre otros temas, la peligrosa ideología incel (célibes involuntarios) y su conexión con la violencia machista. No es la primera producción en capitalizar dramas sociales –desde 13 Reasons Why hasta Baby Reindeer–, pero sí plantea una pregunta incómoda: ¿Estas series realmente contribuyen a la concienciación o solo convierten el dolor en entretenimiento?
Mientras el discurso incel se expande en foros cibernéticos oscuros (la manósfera) y deriva en ataques misóginos reales (como la masacre de Isla Vista en 2014), Netflix lo lleva a la pantalla con escenas crudas de acoso escolar, soledad masculina y agresiones sexuales. ¿Dónde está el límite entre reflejar un problema y glorificar su estética?
La serie muestra a un joven que, tras sufrir bullying, cae en la retórica incel: odio hacia las mujeres, auto-victimización y fantasías violentas.
Si bien podríamos resaltar aspectos positivos de la producción, tales como el llamado de atención acerca de una subcultura digital tóxica que muchos desconocen, la exposición de cómo la soledad y el resentimiento pueden ser manipulados por comunidades online radicales, también es importante destacar que este tipo de contenidos de streaming puede romantizar la figura del «hombre rechazado», dándole un aura de protagonista trágico (como hizo Taxi Driver con Travis Bickle), e incluso simplificar problemas complejos: la radicalización incel suele ser un proceso lento de adoctrinamiento en foros, no solo el resultado de un «despecho» o de una situación particular.
La paradoja es que, mientras la serie se vuelve viral, los algoritmos de redes sociales siguen recomendando contenido misógino a adolescentes vulnerables.
«Adolescencia» también retrata bullying, acoso sexual, acoso cibernético y femicidios, pero aquí entramos en un terreno delicado, que es el «trauma porn»:
– Las escenas de violencia extrema, ¿generan empatía o insensibilizan? (Recordemos la polémica de 365 días y su «glamurización» del abuso).
– Muchas series reducen a sus personajes femeninos a objetos de sufrimiento, sin agencia real.
Lo que nos lleva a la incómoda pregunta: ¿Netflix está combatiendo la violencia de género o monetizando su representación?
¿Otra paradoja? Mientras «Adolescencia» se erige como una denuncia a la misoginia, Netflix sigue alojando contenido abiertamente machista como El juego del amor (documental que romantiza el acoso) o películas como Cute Killers, que convierten a asesinos reales en objetos de fascinación.
Es importante no perder de vista algo que, aunque parece obvio, a muchas personas se les escapa: las plataformas de streaming no son ONGs; su modelo depende de la polémica y las visualizaciones que genere cada título.
Entonces: ¿Qué podemos hacer con estas producciones?
Claramente no tenemos aquí la respuesta a este o los demás interrogantes planteados en la nota. Lo que sí sabemos es que el entretenimiento puede ser un espejo social, pero no basta con mirar pasivamente: hay que involucrarse y romperlo. La violencia incel existe y se requiere más que un drama televisivo de 8 episodios para frenarla.
Por Clara Gagliano
Editora Corprens