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Meditaciones en columnas de la vida

Sobre el poemario ‘En esa vieja madera del verso’ de Francisco Beltrán Sánchez, reconocido con el Premio de poesía nacional Pepa Cantarero en su XXV edición.

 

Por Ivonne Sánchez Barea. España

 

Abrir un libro de poemas y, adentrarse en esa tarea de recorrer, de sumergirse entre esas palabras que construyen muchas veces bosques de conceptos, de vivencias, de emociones que, en un intento, nos va llevando de la mano hasta los sueños del autor. Desde los sueños del poeta nos elevamos a los nuestros y creamos los propios como el soplo de las estrellas y, finalmente mirarnos en el espejo sin atavismos.

La madera, el árbol, sus raíces nacen en la tierra, y este poemario, que nos conecta como raíces de árboles de un bosque humano, nace de la luz que la “palabra” en sí misma, como vocablo, nos coloca como minúsculas hormigas sobre la corteza, o, en la hoja, quizás en la rama que esgrime batallas, o, quizás como el delicado “pétalo”, para posar sus alas sobre la mano de cada lector.

Aquí os desgloso un análisis sencillo y aclaratorio como preámbulo, y que ayuda a adentrarse en el mundo de este libro, del poeta Francisco Beltrán Sánchez, en estos versos que, como olas se van delineando entre cada orilla y página.

Siempre hemos de respetar la entrada a una casa, como lectores hemos de hacer igualmente al adentrarse en un libro. Cada detalle que va desentrañando el alma del autor, del escritor, del poeta, para ahondar en lo profundo, como si fuéramos andantes sobre hierba, rozando con los pies descalzos, sintiendo cada astilla y batalla, viviendo esos silencios que declaman y elevan, allí en esos lugares de la psiquis y no olvidar quienes somos como personas.

El poeta inicia con una invitación a “imaginar”, quizás para adentrarnos en un “mar” de ideas abriendo los “postigos”; el pensamiento, las ideas, esa luz que permite reflejar en el fondo de los ojos lo que después va esgrimiendo, para que pensemos, “combatiendo”, para ponernos en el lugar exacto e inevitable de nuestro paso vital. Todo ello “meditando” sobre nuestras almas y la vida, en el tiempo/espacio. Sin embargo, al sueño le puede sobrevenir el “monstruo” la “pesadilla”, y más aún en estos tiempos de la consecuencia de nuestra propia “inconciencia”, el cambio climático, que hemos provocado y su triste y devastador panorama global.

No hemos de olvidar que Francisco Beltrán Sánchez particularmente tiene un compromiso, un espíritu naturista, ecólogo y directamente conectado a la madre tierra, el planeta y la humanidad que lo habitamos. Pregunto, el monstruo… ¿Nos dejará futuro? A su vez, el autor se pregunta: “¿Entonces, /la memoria de un lugar es un trago de vacíos /un instante de cascajo en su fragmento/ la canción en solitario de aquel mundo en sus derrotas?”

La esperanza la describe como arena entre los dedos y un viento invoca la continuidad “Carpe Diem”.

En el poema “al paso de la prosa de los días”, describe ese falso y fatuo regocijo de músicas sin horas, de “ruidos” que tejemos entre campanas del tiempo y se cuestiona: “¿dónde esa extraña sensación del misterio del viaje?”

En impulsos justificativos, remontamos recuerdos como relámpagos y describe el arribo desde ese mar del tiempo, desde el verso hasta el sortilegio del presente.

La “luz” como conocimiento vence a las sombras, pero también “enceguece”, nos hace frágiles en los elementos, en la herida que deja un cristal, y/o, como guadaña; el miedo a enfrentar la verdad que nos lleva hasta la realidad “del mundo” en estas palabras, en estos versos, en estos poemas. Palabras que, en el instante del pulso de los dedos, tecleamos para el mundo en esas “redes sociales” olvidando que los otros mundos tangibles, cercanos, los de la piel del ser querido, están latiendo a nuestro lado a la espera de los instantes.

Francisco Beltrán Sánchez, el ser humano, el hombre, el profesor, el poeta, es persona directa que mira de frente a las pupilas y al fondo de los ojos. Examina el gesto, la palabra y el silencio. Con una psicología natural desarrollada, observa, ausculta la vida, la tierra: El poeta VE. Sí, es visionario de las tristezas, el dolor, la incertidumbre. Ve: “más allá, desde acá”, los crepúsculos, el galope, el éxodo, el grito de libertad, y nos invita al canto sereno, a la danza del corazón limpio, a ser pájaros… y en invocación sublime nos trae las figuras y las alas del poeta universal: Federico García Lorca.

Hemos vivido en nuestras propias carnes y “puertos” una pandemia y el poeta vuela hacia el calor del abrazo, no sólo entre los extremos superiores de nuestros cuerpos, sino en el abrazo de las almas sin encierros. En esos “te quiero” entre “nanas” del tiempo, para ser todos otra vez como niños.

Prometer: es un verbo cada vez más caduco en su complitud. Aquí en este libro el poeta promete a la vida, al futuro, sabiéndose efímero andante. Por esto hago hincapié en la importancia del compromiso personal de cada ser humano y de la conjugación y apropiación de las acciones del “verbo” (verbum), los verbos y sus tiempos, sus acciones y las de la propia palabra.

En la vieja madera del verso, este libro que esta entre vuestras manos, tiene el “don”, la “técnica” y la “estructura” de poder ser leído con varias y diferentes formas. Podemos leer el mismo poema como línea del horizonte, como columnas de un gran palacio. El autor hace juegos de palabras; el propio índice es ya un poema, como lo son varios de los versos aquí expuestos al lector, dividiendo en columnas que vertebran para poder leer descifrando entre palabras cada concepto, como los hacían los antiguos egipcios. El autor con estos nuevos códigos de lecturas, ya esgrimidos por otros autores, pero que en este libro concretamente toma su propio sentido. Cada palabra y versos es un prisma a la deriva de múltiples visiones, interpretaciones, uno de los motivos por el cual el los asimilo como una unidad integral y a la vez trasfigurada como piezas de un puzle. Es mediante el lenguaje que logramos comunicarnos universalmente, y aquí, el autor hace su binomio universal, con el este juego de palabras, versos y conceptos, que nos lleva a entender la importancia de meditar y sostener la propia vida.

Creo que el jurado seleccionador del XXV Certamen Nacional de poesía “Pepa Cantarero” de Baños de la Encina, Jaén, ha acertado eligiendo y decidiendo el privilegio de otorgarle este premio.

Enhorabuena al amigo, al poeta, al maestro que tanto tiene aún por dar, sembrar, cultivarnos sin rastrojos, y dejar el “campo”, las “eras” con versos limpios, auténticos, directos y mirarnos desnudos de atavíos, bajo el alfeizar de la vida, desde las raíces de la “madera”, de árboles como columnas, y que, a pie del asfalto, como en “Punto y aparte” nos invita a armonizarnos como “tribu” y echar “pa’lante”.

El maestro también se siente aprendiz, sabe que todos somos aprendices y maestros. Nos hace quitarnos las “máscaras” y vernos ante el espejo. No lee las hojas del té, pero sí, sabe leer en los silencios y las ausencias. Hay que quitarse no sólo las máscaras, sino el sombrero ante la poesía de este autor.

Francisco Beltrán Sánchez, Paco… me hermano en el tiempo contrahecho que nos pisa los talones, y en la generosidad de tus acordes y vocablos, y en este prefacio, prólogo, apertura de éste poemario, “En esa vieja madera del verso”, quizás como persona, sueño ser como mariposa, quizás abeja, o, polen en la “flor de la sonrisa”.

 

Larga vida al poeta, al ser humano, al mundo y a la poesía.

 

Cájar, Granada, julio de 2024

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