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Vicente Almandos Almonacid, el “Héroe Riojano” que peleó en la Primera Guerra Mundial

Por Luis Hernán López
Escritor y periodista

 

El periodista del diario Crónica Américo Barrios publicó el jueves 8 de septiembre de 1977 una noticia curiosa y prácticamente desconocida: «Un día, paseando por París cumpliendo un cometido periodístico, me encontré debajo del Arco de Triunfo. Y allí el corazón me golpeó fuertemente el pecho. En una breve lista de héroes de Francia estaba esculpido en el mármol el nombre de VICENTE ALMANDOS ALMONACID. Un aviador argentino de origen riojano que se había enrolado en las fuerzas aéreas de Francia en la I Guerra Mundial, convirtiéndose en un ídolo galo”.

De esta manera la historia del “Cóndor riojano”, abandonó en un breve relato, la niebla del olvido. Desde La Rioja a héroe por Francia y Chevallier Légion D´honneur en la Grande Guerre hasta precursor de la Aeroposta, Aerolíneas Argentinas y Lade.

Desde niño mostró sus dotes de inventor. Radicado con su familia en Buenos Aires, el joven estudió en el Colegio Nacional para luego ingresar a la Escuela Naval Militar. Luego comenzó la carrera de Ingeniería en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.

En 1910, en el marco del Centenario de la Revolución de Mayo, el país recibió entre otras delegaciones a pilotos y aviones franceses que se sumaron con sus acrobacias a las galas.

Entabló amistad con algunos de ellos. En 1913 Vicente Almandos Almonacid, diseñó un aeroplano al que bautizó “Aeromóvil”. En la base aérea de El Palomar un comité lo aprobó luego del vuelo realizado en el prototipo por Raúl Goubat, pero no recomendó su fabricación industrial. Ese rechazo lo llevó a París, donde se entrevistó con Alexandre Gustave Eiffel, el célebre ingeniero, quien lo animó a registrar su invento, trámite que realizó en la Oficina de Patentes de Francia con éxito.

Como demostración de su carácter audaz, el ingeniero Almonacid se presentó, sin hablar francés, en el aeródromo de Farman, cerca de Versailles en las afueras de París, y la suerte estuvo de su lado cuando fue confundido con un experimentado aviador, por lo que le dieron el mando de un sofisticado avión. Subió a la carlinga, se puso frente al comando, despegó y logró el dominio del aeroplano. Al aterrizar fue recibido con ovaciones por quienes desde entonces fueron sus colegas. El 13 de octubre de 1913 recibió el brevet (licencia de vuelo) como piloto aviador internacional.

En 1914 llegó la gran guerra, la Primera Guerra Mundial. Almandos se enroló en la Legión Extranjera y fue admitido como piloto militar. Fue destinado al cuerpo aéreo 35, en apoyo del 32° Cuerpo de Ejército galo. Se destacó por su habilidad y fue el primero en realizar un raid aéreo nocturno como misión de guerra en la historia de la aviación universal. Fue compañero de Antoine de Saint-Exupéry, el célebre escritor de El Principito.

 

De aquella Rioja

 

Vicente Roque Gregorio Almandos Almonacid Castro, tal como era su nombre completo, nació un 24 de diciembre de 1882 en San Miguel de Anguinán (provincia de La Rioja). Las tierras que forman parte del valle fértil que se acoda con la pre cordillera, poseen fincas aristocráticas que producen frutos, principalmente la uva que le da vida al vino torrontés: de cielos azules y de pocas lluvias, sus habitantes duermen largas siestas. El poblado está pegado a Chilecito.

Bisnieto de vascos de Navarra, su abuelo el coronel unitario Lino Almandoz, defendiendo su causa luchó contra el “Chacho” Peñaloza y Felipe Varela.

Su padre Vicente, gobernador de la provincia de La Rioja entre 1877 y 1880, fue empresario y un destacado minero en Famatina, y ganadero hasta que la crisis financiera que se desató en el país en 1890 perjudicó severamente su actividad económica. De acuerdo con ciertas versiones, al morir el empresario riojano “su familia quedó en la miseria”. Su madre fue Esmeralda Castro.

La desgracia familiar influyó fuertemente en la decisión de su madre, quien decidió radicarse con toda la familia a Buenos Aires, cuando el pequeño Vicente contaba con apenas seis años de vida.

Los primeros pasos en los estudios, los dio en el Colegio Nacional, prosiguiendo su formación profesional en la Escuela Naval Militar de Buenos Aires. Existen muchas versiones sobre el repentino abandono de sus estudios del joven Vicente Almandos Almonacid, sin embargo recibió el diploma de “Guardia Marina”.

Poco tiempo después los historiadores encuentran al joven estudiante en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, en donde va a adquirir valiosos conocimientos que influirán decisivamente en su futuro. Esta facultad le dio el marco para su destino: la aeronavegación.

 

El centenario de la Revolución de Mayo

 

Con ese perfil profesional siempre fue proclive a demostrar y desarrollar sus dotes de «inventor». Con 25 años, en 1906 consiguió un contrato con la municipalidad de Bahía Blanca, tras haber llegado a esa ciudad trabajando para el Ferrocarril del Sud. Sin embargo, su futuro estaba atrapado por el fenómeno del momento, la aviación. Para la primera década del 1900 ya se probaban algunos aparatos voladores en aeroclubes pioneros y en 1910, coincidiendo con el centenario de la Revolución de Mayo, las visitas de franceses e italianos con sus «máquinas voladoras», lo cautivaron.

Un año después, con sus propias manos construyó un avión que denominó «aeromóvil», que probó en El Palomar con un éxito total. Una tras otra se sucedieron las proezas en el cielo local, varias se destacaron por sus increíbles audacias.

 

París siempre estuvo cerca

 

Vicente Almandos Almonacid, comenzó a sentirse reconocido, pero su potencial no encontraba la caja de resonancia que necesitaba. En esas primeras décadas del siglo pasado, el país aún estaba en pleno nacimiento hacia las tecnologías internacionales y el proyecto del genio riojano no pudo ser patentado, por lo que encaminó sus logros y sus metas a la capital cultural del mundo occidental: París. Francia asomaba al mundo con uno de los proyectos más ambiciosos y soñados por el ser humano, como era la posibilidad de construir una máquina para volar. De esta manera, un grupo económico francés había comprado la patente del «Wright Flyer», el avión de los hermanos Wright que había volado por primera vez en 1903 en Carolina del Norte de los EEUU.

Francia no tardó en transformarse en la pionera en la construcción de aviones y la creación de escuelas de aviadores civiles y militares, lo que le abría un panorama prometedor.

En 1913, Vicente Almandos Almonacid, se encontraba en el corazón de sus sueños. El piloto argentino comenzó con una serie de pruebas en biplanos pero un vuelo accidentado lo obligó a ingresar a la reconocida escuela militar del Instituto Aerotécnico de Saint-Cyr, obteniendo su brevet de aviador militar: «Influyeron varias cosas para que me incorporase a las filas francesas. Mi cariño a Francia, por un lado, un poco de deseo de aventura y curiosidad hacia el peligro, por otro lado, me decidieron a que me alistase.

Precisamente cuando empezó la actual contienda, me encontraba ensayando un nuevo aparato de mi invención, que no podré continuar hasta que esto termine», explicó a un periodista.

 

 

 Vientos de guerra

 

Las desavenencias políticas entre familias de la aristocracia europea, desencadenaron la Primera Guerra Mundial. En 1914, se alistó como voluntario en el 1er. Regimiento de la Legión Extranjera de aviación. Designado soldado piloto en la Escuadrilla nro.35 cumplió tareas de reconocimiento.

La comandancia aérea francesa lo envió a una escuadrilla que estaba en las afueras de París. Se limitaba a hacer guardia para alertar de la presencia de aviones alemanes y de zeppelines. Más tarde contaría que esa tarea le aburría y por intermedio de un conocido logró ser transferido a la 27ª Escuadrilla. La base de esa escuadrilla estaba próxima a la frontera con Alemania y desde allí ingresó al corazón de la gran guerra, bombardeando estaciones y fábricas de municiones y derribando aviones enemigos.

La audacia de sus proezas no tardó en catapultarlo al grado de subteniente; a los pocos meses ya volaba un biplano Voissin con el que ejecutó misiones muy riesgosas.

La historia de la aeronavegación francesa cuenta que Vicente Almandos Almonacid, bombardeó en Alemania una base de gases asfixiantes a unos 150 kilómetros de la frontera. Para ello partió a las 4 de la mañana y luego de dos horas de vuelo alcanzó el objetivo, arrojó siete bombas. La onda expansiva de la última estuvo a punto de hacerle perder la estabilidad del aparato. Tras el bombardeo, Almonacid había comenzado a ser perseguido por los pilotos alemanes. Estratégicamente el “Cóndor Riojano” guió a sus perseguidores a una zona donde estaba la artillería francesa, la que derribó dos aparatos enemigos. El argentino confesaría: «Aquel día sentí un poquito de miedo, pues vi la muerte de muy cerca. Excuso decirle que mi aparato estaba acribillado de balas». Esa acción le valió una medalla.

 

Misiones imposibles de un audaz

 

No caben dudas que Vicente Almandos Almonacid confiaba plenamente en la estrella que lo acompañaba y que el piloto argentino se sentía muy cómodo en medio de vuelos audaces, silbido de balas y estruendo de metrallas que intentaban derribar su nave.

Los altos mandos franceses comenzaron a tenerlo muy en cuenta y encargarle misiones arriesgadas, muchas de las cuales habían sido rechazadas por el peligro que las mismas implicaban.

Una de esas misiones fue encargada por el Estado Mayor, que le ordenó tomar fotografías de posiciones alemanas. Un obús le arrancó un ala y lo derribó. Sorprendentemente, salió ileso. Por esa acción, le otorgaron la Cruz de Guerra.

Vicente Almandos Almonacid, alentado por su ingenio, ideó un sistema de miras ópticas, soportes de bombas bajo las alas de los aviones y muchos otros adelantos bélicos aplicados a la aeronáutica.

Todos sus inventos los donaría al Estado francés y serían aplicados por los aliados. “El Cóndor Riojano” desafiando a sus superiores, comenzó a hacer vuelos nocturnos, algo que estaba prohibido. Tras ser amenazado de enviarlo a cumplir tareas en las trincheras, volvió a volar de noche y guiado por el curso de los ríos y las vías férreas tomadas como referencia. A los días, repitió el vuelo pero con bombas, las que arrojó sobre posiciones enemigas. Cuando aterrizó, su comandante le solicitó que instruyese a los pilotos en la técnica del vuelo nocturno.

La Gran Guerra concluyó en 1918 con el triunfo de los aliados. Vicente Almandos Almonacid ya tenía el grado de capitán e innumerables misiones en su haber. Además tenía condecoraciones como la «Medalla Militar», la «Cruz de Guerra» y posteriormente es prestigiado con la «Legión de Honor» en el grado de caballero. También fue reconocido por Inglaterra, finalizando su servicio con más de mil horas de vuelo en acciones de combate.

 

Vuelta al país

 

 

Sus proezas eran seguidas de cerca por el gobierno y la prensa nacional, quienes no tardaron en bautizarlo como el nuevo héroe argentino.

Terminada la 1ra Guerra Mundial, volvió a la Argentina como integrante de una misión aeronáutica francesa que intentaba demostrar en Sudamérica las ventajas de la aviación en el plano político y económico.

Vicente Almandos Almonacid fue recibido en el país con desfiles y manifestaciones populares por toda la Avenida de Mayo, lo que lo posicionó socialmente en un elevado nivel.

Un año después de su arribo al país se casó con Dolores «Lola» Güiraldes Goñi, hermana del famoso escritor Ricardo Güiraldes. El casamiento tuvo una enorme repercusión debido a la posición social de la familia de la novia y al carácter de héroe de guerra del novio. Tuvieron cuatro hijos y se separaron en 1932.

Tanto en la Gran Guerra como en la Argentina, el “Cóndor Riojano” era un personaje influyente y en todo el territorio era convocado para diversas consultas. Arraigado por la pasión a la aeronáutica, cruzó la cordillera de los Andes en vuelo nocturno, entre Mendoza y Viña del Mar.

 

De su propia creación

 

La comunicación “Aeropostal” era una de sus ambiciones. La empresa aérea francesa que enlaza su historia con Vicente Almandos Almonacid y la Argentina, es la «Compagnie générale aéropostale», conocida como «la Aeropostal».

Animado por Almandos Almonacid el Presidente de la Nación Marcelo Torcuato de Alvear, firma en septiembre de 1927 un contrato de servicios y la creación de la Aeroposta Argentina S.A. como filial de la compañía francesa Compagnie Generale Aéropostale.

Para tener una idea de la magnitud de la empresa, digamos que para 1930 la Compañía General Aeropostal comprendía una red de 17000 kilómetros, con 80 pilotos, 250 mecánicos, 53 radio-estaciones, 250 marineros y poseía también 218 aviones, 21 hidroaviones y 8 barcos.

 

 

1932- De nuevo a la guerra

 

El 9 de septiembre de 1932 se desata un conflicto bélico entre Paraguay y Bolivia por los límites y el control del Chaco Boreal, que se extiende hasta el 12 de junio de 1935. Es considerada la guerra más importante en Sudamérica durante el siglo XX. En los tres años de duración, Bolivia movilizó a lo largo del conflicto a unos 250 000 soldados y Paraguay 150 000, que se enfrentaron en combates en los que hubo gran cantidad de bajas (aproximadamente 60 000 bolivianos y 30 000 paraguayos), gran cantidad de heridos, mutilados y desaparecidos.

Vicente Almandos Almonacid, comienza en 1932 otro capítulo notable de su vida novelesca. La simpatía y buena relación que había logrado con el Paraguay lo llevan a ofrecer sus servicios. En el Paraguay es designado con la jerarquía de Mayor y Director General de Aeronáutica. Allí organiza la 1a. Escuadrilla de Caza y el 1a. Escuadrilla de Reconocimiento y Bombardeo.

Concluida su misión en Paraguay, el presidente Agustín P. Justo lo designó en 1935 cónsul y conservador de la casa donde falleció el General San Martin en Boulogne-Sur-mer (hasta 1966 el consulado argentino en esa ciudad funcionaba en la misma casa de San Martín).

La invasión nazi a Francia lo obliga a retirarse a Bélgica y origina su regreso al país en octubre de 1941; siendo nombrado por la cancillería en el consulado de Concepción, Chile, donde permaneció hasta 1945.

El 15 de octubre de 1950, el Círculo de Aeronáutica lo declaró miembro honorario a perpetuidad.

Murió un 16 de noviembre de 1953; sus restos fueron velados en la Unión de Ex Combatientes Franceses que presidiera, y descansan en el Cementerio de Olivos.

 

Condecoraciones, homenajes y recuerdo

 

Aerolíneas Argentinas lo distinguió colocando su retrato en el salón de acuerdos de la sede, y el comodoro Juan José Güiraldes, como presidente de dicha entidad, dispuso bautizar un avión Douglas D.C.4 con su nombre.

En La Rioja, el 17 de noviembre de 1956, se erigió un monolito en su memoria, frente al Aeropuerto.

Por ley 18.559, el 21 de enero de 1970 se le otorgó el título de “Precursor de la Aeronáutica Argentina” y en la misma ley se lo designó “Benemérito de la Aeronáutica”.

El 24 de agosto de 1972 el Poder Ejecutivo designa el aeropuerto de La Rioja con el nombre de “Capitán Vicente Almandos Almonacid”.

El 19 de noviembre de 1982 se impuso su nombre a una plazoleta del barrio de Saavedra en la ciudad de Buenos Aires.

El helipuerto anexo a la Casa Rosada también lleva su nombre.

 

 

Fuentes consultadas

historiahoy.com.ar

Infobae

Winfo

Wikipedia

Clarín

TN.com.ar

lariojaantigua.com.ar

escuadronfenix.com.ar

 

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